Ajustazo a la vista en Argentina - Semanario Brecha

Ajustazo a la vista en Argentina

La salida del ministro de Hacienda y Finanzas –Alfonso Prat Gay– del gobierno argentino es la primera señal del volantazo hacia la derecha de la alianza Cambiemos, optando por cuadros de máxima pureza racial macrista. Internas y personalismos en la senda del ajuste neoliberal más ortodoxo marcaron la decisión del círculo íntimo del presidente para eyectar a Prat Gay del estratégico y siempre sensible ministerio.

Cristina Fernández / Foto: Archivo Casa Rosada

La salida del ministro de Hacienda y Finanzas –Alfonso Prat Gay– del gobierno argentino es la primera señal del volantazo hacia la derecha de la alianza Cambiemos, optando por cuadros de máxima pureza racial macrista. Internas y personalismos en la senda del ajuste neoliberal más ortodoxo marcaron la decisión del círculo íntimo del presidente para eyectar a Prat Gay del estratégico y siempre sensible ministerio.

La medida recuerda el encierro sobre sí mismo de Fernando de la Rúa hace 15 años, que llevó al presidente radical a dejar fuera del juego a sus socios del Frepaso. Sin Prat Gay, Macri desdobló el ministerio en dos y designó al columnista económico del diario La Nación y del canal de cable Todo Noticias (grupo Clarín) Nicolás Dujovne como nuevo titular de Hacienda, y a Luis Caputo, viceministro de Prat Gay y negociador con los fondos buitre, al frente de Finanzas. Dujovne integra los equipos de trabajo de la Fundación Pensar, usina del macrismo, y Caputo es primo del mejor amigo de Macri, el empresario de la construcción Nicolás Caputo. Prat Gay integra la Coalición Cívica, liderada por la diputada Elisa Carrió, una ex radical, y desde su designación ministerial como extrapartidario mantuvo una autonomía e independencia del resto del elenco que le granjeó enconos con el titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio.

Ex administrador de las cuentas de la empresaria Amalia Lacroze de Fortabat, Prat Gay desembarcó en la función pública como titular del Banco Central durante la gestión de emergencia del presidente Eduardo Duhalde, en 2002. Duhalde mantuvo siempre excelentes lazos con “Amalita” y todo el establish­ment empresarial ligado a la producción. Desde entonces Prat Gay avanzó casilleros en el tablero político con la clara intención de proyectar una candidatura presidencial desde el modernizado bloque hegemónico, lejos de los golpes militares pero con las mismas ansias de sostener un proyecto político digerible y vocación de poder. “Si querés ser presidente, armate un partido y ganá elecciones. Acá jugamos en equipo”, fue lo que le trasmitió Macri a través de su jefe de gabinete, Marcos Peña, adversario declarado de Prat Gay y encargado de anunciarle la salida.

El ahora ex ministro representa a los sectores más tradicionales del empresariado argentino concentrado, mientras que sus remplazantes, Nicolás Dujovne y Luis Caputo, tienen llegada especial con el Banco Mundial, el Fmi, y en general con el mundo financiero cercano a los holdouts. “Prat Gay hizo el trabajo sucio de cerrar el acuerdo con los buitres, endeudar al país e inaugurar un brutal ciclo de despidos en el sector público, que se tradujo en recesión y despidos en el sector privado ligado a la pequeña y mediana empresa. Sin embargo lo que viene sigue en la misma línea y puede ser peor”, comentó el economista Claudio Lozano, de la Central de Trabajadores Argentinos.

Dujovne fue un duro crítico de las políticas gradualistas de Prat Gay, y todo indica que profundizará el ajuste, mientras que Caputo saldrá en busca de más acuerdos con organismos internacionales y entidades financieras para sostener la demanda de créditos a corto plazo. Ninguno de los dos prevé un 2017 más venturoso para el despegue, aunque en público adhieren a los anuncios oficiales de una recuperación económica a mediados del año entrante.

Macri espera modificar su gabinete durante el verano y llegar a marzo con un equipo presentable para encarar las elecciones parlamentarias, en las que aspira a desembarazarse de sus socios radicales. El líder del Pro ha ido horadando en los últimos meses la unión con sus socios de la Unión Cívica Radical (Ucr), sin cuya estructura electoral nacional él difícilmente hubiera de­sembarcado en la Casa Rosada. Es que la Ucr ya no tiene cuadros económicos. El último, Aldo Ferrer, había elogiado las políticas estatistas del kirchnerismo y había fugado hacia ese espacio político tras la derechización radical de 2003, confirmada en la convención reunida en Gualeguaychú en 2014, que dio el apoyo incondicional del partido a Macri. Uno de los puntales del acuerdo entre la Ucr y Macri ha sido el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, clave en el envío a prisión de la dirigente social indígena Milagro Sala.

En ese contexto, esta misma semana el juez federal Julián Ercolini hizo realidad el anhelo de los sectores más recalcitrantes de la derecha vernácula al procesar a la ex presidenta Cristina Fernández por corrupción y bajo los cargos de asociación ilícita. Según Ercolini, la ex mandataria contrató demasiada obra pública para una provincia como Santa Cruz, de la que su marido Néstor Kirchner fue gobernador antes de llegar a la Casa Rosada, y la procesó junto a otros ex funcionarios por haber armado una estructura destinada a cobrar sobreprecios y quedarse con unos 450 millones de dólares para sus cuentas privadas. El magistrado –paradójicamente parte de la renovación kirchnerista de la justicia federal– cuestiona decisiones políticas y las traduce al Código Penal para sostener el procesamiento de Fernández y embargarla por nada menos que 10.000 millones de pesos. Los cargos son excarcelables, pero impactan en la opinión pública de manera simultánea con los crujidos desprolijos en la interna de la alianza Cambiemos. Una forma de disimular el ajuste que se viene.

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