Canción en llamas - Semanario Brecha

Canción en llamas

Señor Faraón es el proyecto personal de Ismael Varela. Como solista, “Piel de culebra”, ya es su tercer disco. Su trayectoria se trasluce en su autoridad como intérprete.

Lo primero que suena son unos arpegios de guitarra española, adornados por unos mordentes y con vibrato, con un tono meditativo, solitario, amplio. La técnica parece ser de alguien que estudió guitarra clásica, a lo Viglietti. Pero unos segundos después ya entró también una percusión volada, se establece una nota bordón, y el posible lirismo gauchesco-carlevariano se une a un viaje con té de hongos. Por si la cosa pudiera volar demasiado, los pies quedan plantados firmemente en la tierra con un sólido arrastre de blues-rock. Es la muy fértil convivencia de raíces y antenas (para el ideario estético de Gilberto Gil).

Hace relativamente poco que me desayuné de la existencia de Señor Faraón, el proyecto personal de Ismael Varela. Él tiene bastante carretera: integró los grupos Hablan por la Espalda, Revólver y el Cuarteto del Amor. Toca muy bien la guitarra, pero en algunos de esos grupos su función era de baterista y percusionista. Como solista, éste1 ya es su tercer disco. Esa trayectoria se trasluce en su autoridad como intérprete: tiene garra, dominio rítmico, sabe manejarse con climas delicados y con varios momentos donde la pulsación se suspende y las intervenciones flotan en el aire (siempre con tensión, sentido, musicalidad).

Mateo parece ser una influencia importante: vale para sus toques de percusión, algunos giros y climas. Las similitudes más patentes las encuentro en las armonías y rasgueos del único candombe del disco (“Canción en llamas”) y en la segunda parte de “Sangre de amar” (“¿Dónde vas? –pregunté”), que es potencialmente un toco, y además un diálogo con una mosca. También es mateística la situación tipo “solo bien se lame”: Varela tocó todos los instrumentos, con excepción de unas poquitas intervenciones de tres invitados en dos canciones. Pero, claro, nació casi medio siglo después de Mateo (en 1986), y entonces el conjunto de influencias es distinto. La bossa nova no tiene presencia en la música de Señor Faraón, que en cambio tiene mucho blues, un terreno que Mateo apreció a la distancia. Y el blues aparece a veces en forma bastante directa (guitarra con cuerdas de acero, armónica, guitarra eléctrica con slide, notas blue, y esa tendencia a vibrar las notas finales de las frases del canto). A veces la cruza de Mateo con blues termina remitiendo a George Harrison, que tenía ese apego por canciones con armonías relativamente simples que daban pie a cargar en la expresión interpretativa, pero tuneadas con algunos enlaces fuera de lo común.

Pero la amplitud de esta música no termina ahí. Hay muchas cosas sudamericanas: por ahí suenan charangos, un tiple, algún ritmo tirando a malambo, que pueden evocar el trabajo de Víctor Jara junto a Los Blops. No hay nada que desafíe el universo de “qué es una canción” o desarregle radicalmente criterios de valor, pero dentro de esos extensos límites hay mucho espíritu de invención, y algunas piezas o componentes que realmente no se parecen a nada. Esto vale, por ejemplo, para el armado de las bases de percusión, para la melodía de “Sangre de amar”, para toda “Superstición”. La sonoridad oscila entre pura voz y guitarra (sobre un fondo de sonido ambiente de campo) en “Insectos y hombres”, y temas que suenan casi como una banda beat completa (salvo por el hecho de que las percusiones nunca son de batería, lo cual es una parte de la personalidad del disco). Esas oscilaciones pueden darse en el seno de una misma canción: nada hace prever que “Ruge como” vaya a estallar en una sonoridad masiva, ni que de pronto esa pared de sonido se desvanezca para terminar nomás a guitarra y silbido.

Las letras muchas veces parecen proceder por asociaciones de ideas (relativamente controladas para dar a cada texto su ámbito particular). Se ambientan fuera de la ciudad, en el campo o playa, con muchas referencias naturales, y algunas vagas situaciones amorosas.

Este trabajo precioso y vital, que parte de muchos referentes concretos uruguayos e internacionales para abrir horizontes nuevos y personales, es otra de las muchas joyas editadas por el sello independiente Feel de Agua. También está disponible para descarga y se puede escuchar en línea en diversos sitios.

Piel de culebra. Feel de Agua (con auspicio del Fonam), 6481-2, 2015.

 

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