Castigar la libertad - Semanario Brecha

Castigar la libertad

Karl Andree es un británico que en 2014 manejaba su auto como cualquier día y llevaba una botella de vino casero como refrigerio. Hasta aquí una escena cotidiana que pasaría desapercibida para muchos. Sin embargo, el error de Karl fue olvidar que lo hacía en Arabia Saudita, donde existe una ley islámica rigurosa. En un Estado tan religioso, la tenencia de alcohol es considerada una falta grave que infringe los lineamientos del sagrado Corán. En ese país las normas sacrales, además de prohibir la bebida, condenan la homosexualidad, el adulterio y que las mujeres conduzcan.

Por esa botella de vino el europeo fue detenido por la policía religiosa y condenado a un año de prisión y 360 azotes. Los organismos internacionales y las autoridades diplomáticas británicas denunciaron el hecho como un atropello a los derechos humanos, y solicitaron reiteradas veces la liberación de Andree.

Los familiares del condenado también se movilizaron para detener tal aberración, temerosos de que el condenado no soportara las sesiones de castigo, debido a su avanzada edad y su delicado estado de salud tras haber sufrido cáncer y haber cumplido un año en la cárcel. “Entiendo completamente que él ha cometido un crimen y por eso tiene que enfrentar las consecuencias. Él también lo entiende. Pero, con base en el hecho de que no está bien de salud, espero que le puedan otorgar clemencia y que sea liberado, porque siento que no va a sobrevivir a esos latigazos”, sostuvo ante la Cnn el hijo de Karl, Simon Andree.

Este caso de intolerancia extrema no es novedad por esas latitudes. Otro suceso muy sonado fue el del bloguero Raif Badawi, quien en 2014 fue condenado a mil azotes y diez años de cárcel por expresar en la web la necesidad de un Estado laico. Badawi es uno de varios activistas que han manifestado sus opiniones a través de Internet y que han sido reprendidos por ofender al islam.

Ante este panorama, otras naciones optan por prevenir sobre la existencia de estas condiciones restrictivas a quienes deseen viajar al país, tal como lo hace el gobierno de Reino Unido en su página web: “Si viajas a Arabia Saudí recuerda que deberás respetar las tradiciones locales, las costumbres, leyes y religión a toda hora. Arabia Saudí es un país musulmán donde la ley islámica se impone estrictamente”.

Afortunadamente para Andree, tras la presión de los movimientos de derechos humanos y del gobierno británico, el soberano absoluto Salmán bin Abdelaziz accedió a su liberación luego de más de un año de cárcel. “Nos alegra mucho anunciar que el británico Karl Andree será liberado de la custodia saudí y se reunirá con su familia en cuestión de una semana”, publicó el secretario de Exterior del Reino Unido, Philip Hammond, el miércoles 4 en Twitter.

Este desenlace fue posible exclusivamente gracias a la intervención externa, ya que la esperanza de la recapacitación voluntaria del régimen local se fue diluyendo a lo largo de los meses de reclusión. Algunos factores, como una historia de más de 80 años de monarcas con poderes totales y sin el menor atisbo de elecciones democráticas, sumada a una tradición conservadora ortodoxa de décadas, conforman un escenario totalmente contrario a los intereses del incauto británico.

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