Cruces de poesía 49 - Semanario Brecha

Cruces de poesía 49

Desde adentro, el poema “Claraboya sos la luna” de Luis Bravo, “Palabra estrafalar”, el libro debut de Abril Alfaro y “La máquina” de Lalo Barrubia. Desde afuera, el argentino Aldo Oliva y un nuevo intento de dar con los restos de Federico García Lorca.

DE ADENTRO

LUIS BRAVO. Documento de la movida poética de los años ochenta, acaba de aparecer en la serie Postal de Poesía (Solazul ediciones) Claraboya sos la luna. Según lo narra su autor, fue el primer texto polifónico que compuso. Escrito una noche de 1985, mientras se observaba la luna a través de la claraboya del primer local del ya legendario colectivo poético Ediciones de Uno, este poema de Luis Bravo experimentaría luego una larga deriva. Emitido por radio, grabado en casete, puesto en escena por medio de la performance en el ciclo Cabaret Voltaire (otro de los íconos under de los ochenta), versionado, abreviado y transformado, Claraboya… es el punto de partida de una estética experimental que saca el verso de los límites de la página. Dice Bravo, en una breve introducción que testimonia el carácter fermental del poema, que en sus líneas se refleja “una radiante libertad estética filtrando desde una libertad política que, con condicionamientos, era ya una fuerza irreversible para barrer la noche”. Un poema de cuyas muchas lecturas –efímera magia– queda en el recuerdo del autor aquella que hizo en Buenos Aires en un festival en el que conoció a “un tal Néstor Perlongher”.

ABRIL ALFARO. En su colección de pequeños libros en formato postal (entrarían, de ser necesario, en un sobre de ese tamaño para luego enviarse por correo), Solazul también llevó a imprenta Palabra estrafalar, debut de Abril Alfaro, uruguaya residente en Porto Alegre.

LALO BARRUBIA. Si es imposible leer Claraboya…, de Luis Bravo, sin tener presente el duelo de que en el papel se pierde la polifonía para la que fue escrito, tampoco se puede acometer La máquina (Yaugurú), de Lalo Barrubia, sin recordar que a las palabras impresas les falta el sonido que acompaña la idea original de la autora. Para exorcizar la pérdida, Barrubia (aunque diez años menor que Bravo, otra de las animadoras de la escena alternativa del retorno a la democracia) pide que el libro se lea sin detenerse, tan rápido como sea posible, y que después se repita el procedimiento tantas veces como sea necesario. Velocidad y repetición para percibir incluso la lentitud de una vida que exprime su giro final en esa cinta circular de la que nadie se escapa. “Vidas en cámara lenta esperando una llamada/ un mensaje/ una señal de alguien igualmente infeliz resalta en la oscuridad/ aunque sin el brillo que creía que tendría/ sin el carozo de la belleza”. n

DE AFUERA

ALDO OLIVA. Treinta años antes que Luis Bravo, 40 antes que Lalo Barrubia, nació en Rosario, Argentina, Aldo Oliva (1927), que murió en la misma ciudad en octubre de 2000. Se le ha llamado “el secreto mejor guardado” de la poesía de su país. Ayer, jueves 22, el Festival Internacional de Poesía de Rosario le realizó un homenaje en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa. Se aprovechó la ocasión para presentar la segunda edición de su Poesía completa (Editorial Municipal de Rosario). Ya se la consideraba una obra inencontrable (aunque en Montevideo suele aparecer en las librerías de viejo), y en lugar de limitarse a reimprimirla, los editores actualizaron las notas de Roberto García, que también escribió el prólogo, e incluyeron versiones de Oliva sobre poemas de Charles Baudelaire, Gérard de Nerval, Filóstrato de Atenas y Cayo Valerio Catulo.

La Poesía completa incluye, como en la primera edición, la tardía opera prima de Oliva (César en Dyrrachium, 1986), la mexicana De fascinatione (1997), el último libro publicado en vida del poeta  (Ese general Belgrano, 2000), y el póstumo (Una batalla, 2002).

El Festival de Rosario está este año en su edición número 24 y cuenta, entre los invitados internacionales, con las uruguayas Laura Martínez Coronel y Paula Simonetti. Su coordinador es el poeta rosarino Daniel García Helder, quien tiene un lazo indisoluble con la poesía uruguaya. García Helder fue responsable, junto con Osvaldo Aguirre, del dossier de Diario de poesía que en 1995 “hizo conocer” la obra de Marosa di Giorgio en Argentina (fuera de las minorías casi herméticas que ya habían bebido de esa hipnótica fuente) .

FEDERICO. Un bosque de árboles delgados domina el paisaje entre Fuentevaqueros y Granada. Como si todo lo que hubiera entre la ciudad natal del poeta y la de su última morada fuera un reciente cementerio. Nada se sabe, salvo la detención y el fusilamiento, del destino final de Federico García Lorca. El lunes 19, ocho décadas, un mes y dos días después de su asesinato, se inició un nuevo intento de dar con sus restos. Las excavaciones, dirigidas por el arqueólogo Javier Navarro, se están haciendo en un área que incluye una cancha de fútbol que se construyó en 1980 luego de rellenar un terreno en el que, ahora se piensa, estaba la fosa común donde se lanzó el cuerpo del autor de Poeta en Nueva York. El mismo 19, quizás lo recordaron quienes retomaron las excavaciones, se cumplieron 43 años de que se encontrara el cadáver de otro poeta: Víctor Jara, asesinado por la dictadura de Pinochet.

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