El sistema nacional de sistemas nacionales - Semanario Brecha

El sistema nacional de sistemas nacionales

Esta columna de opinión analiza el ciclo de charlas “Uruguay x +”, pieza principal de la campaña del Frente Amplio en estas elecciones.

Dibujos Cardozo

Es un lugar común, en las conversaciones sobre política en Uruguay, hablar de cómo los sesenta quedaron atrás, dando por sentado que el golpe de gracia a las izquierdas revolucionarias del mundo fue la caída de la Unión Soviética, que clausuró para siempre la estrategia de tomar el Estado para desde allí superar al capitalismo.

Se presta un poco menos de atención a que esos mismos años, los que transcurrieron entre principios de los ochenta y principios de los noventa, no fueron años de crisis solamente para las izquierdas revolucionarias, sino que también (y casi en la misma medida) lo fueron para las izquierdas reformistas y moderadas. El laborismo inglés, el socialismo francés, el eurocomunismo italiano, los nacionalismos populares de América Latina y muchos otros tuvieron que enfrentar entonces graves crisis de identidad, experimentos fallidos, gobiernos caídos y debacles económicas.

En aquellos tiempos en América Latina el neoliberalismo no paraba de acumular victorias y, aprovechando las espirales inflacionarias, la crisis de la deuda y la creciente hegemonía de Estados Unidos, impuso sus programas de privatización, ajuste, desregulación y apertura, al costo social que ya conocemos.

El desarrollismo, doctrina económica de los reformistas latinoamericanos, perdía aceleradamente terreno y prestigio, mientras la Cepal era desplazada como organismo internacional de referencia en la región por el neoliberal Fmi. Este desafío fue enfrentado por el organismo con sede en Santiago con un largo proceso de reflexión y adaptación, que culminó con la aparición de lo que hoy llamamos neodesarrollismo o neoestructuralismo.

Esta nueva perspectiva procesó una serie de cambios con respecto al desarrollismo clásico (y ni que hablar que con el “dependentismo”): renunciar a la relación centro-periferia como modelo de análisis y por lo tanto a la crítica de la división internacional del trabajo; descartar las estrategias de industrialización por sustitución de importaciones; y aceptar algunos postulados básicos de la ortodoxia económica sobre política fiscal y macroeconómica.

Esto no implica que la aceptación de las ideas neoliberales fuera total. El neodesarrollismo propone estrategias de búsqueda de competitividad que intenten captar inversiones y crédito del capital trasnacional en competencia con otros países, pero buscando un equilibrio entre las imposiciones de la economía global y las demandas de la población. Es decir, en lugar de competir abaratando los factores de producción (en particular el trabajo, a través de ajustes, desregulaciones y devaluaciones), competir haciendo inversiones en ciencia, tecnología e infraestructura que hagan atractivo al país para la inversión. A través de un redescubrimiento de la economía schumpeteriana, el neodesarrollismo encontró un nuevo rol para el Estado: la promoción de la innovación.

Si se puede decir que el desarrollismo es la socialdemocracia latinoamericana, podemos decir que de manera análoga a como la socialdemocracia europea devino tercera vía, el desarrollismo devino neodesarrollismo. El lema de estos proyectos políticos podría resumirse como “competitividad para la protección social y protección social para la competitividad”, o “crecimiento con equidad”.

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El ciclo de charlas Uruguay x +, pieza principal de la campaña del Frente Amplio (protagonizado por sus candidatos y numerosos invitados), sigue este esquema con una fidelidad asombrosa.

La primera charla, titulada “Producción, innovación, ciencia, tecnología”, giró en torno a cómo generar una economía favorable al emprendedor innovador. En esta charla se habló de “gurús del management”, drones, autos que se manejan solos, emprendedurismo, capitales de riesgo y bioeconomía, en un tono de ciencia ficción que nada tuvo que envidiarle a una charla Ted. El tema de la presentación fue cómo las personas y los países se deben adaptar al avance de la tecnología, que es vista como una fuerza imparable y casi divina.

La segunda, titulada “Empleo y seguridad social”, repasa cómo las protecciones y la calificación de los trabajadores son tanto bienes en sí mismos como impulsos para la competitividad. Los trabajadores calificados son trabajadores protegidos y por ello son competitivos. Este es precisamente el tipo de sinergias que obsesionan al neodesarrollismo.

La tercera, “Políticas sociales”, explica cómo la salud, la educación y los cuidados, nuevamente, son un deber del Estado pero se deben hacer de tal manera que beneficien a la economía en competencia. Por ejemplo, explicando cómo un sistema de cuidados liberaría a trabajadoras de tareas domésticas, evitando una escasez de mano de obra, o cómo un programa de salud mental ayudaría a la productividad.

El ciclo terminó con una charla sobre política económica, en la que la Cepal dio la bendición al ciclo a través de la comparecencia de Enrique Iglesias y de una charla extremadamente elogiosa hacia el gobierno uruguayo por parte de Alicia Bárcenas, actual directora del organismo. Allí, por ejemplo, Bárcenas definió a la reforma tributaria de la primera administración del FA como ejemplo de equidad y de promoción de inversiones.

Danilo Astori, vicepresidente y candidato a ministro de Economía, cerró el encuentro con una larga pero retóricamente potente presentación sobre la economía uruguaya de la última década, con vistas a un nuevo gobierno del FA, no sin antes homenajear al “gran maestro Raúl Prebisch”. En esta incursión, y quizás sorpresivamente, Astori reivindicó la naturaleza política de esta estrategia económica, que es en verdad una estrategia política deliberada, dejando aparentemente atrás al determinismo de la primera charla. La otra opción, dejó claro, es el laissez faire, que no sólo es éticamente inaceptable, también da peores resultados económicos.

El mensaje de las charlas es claro: ante unas fuerzas incontrolables de la economía global, se puede o bien dejar todo a la buena de Dios o bien tener una estrategia proactiva, que busque, a través de mucha negociación y del estado del arte de la ciencia social, buscar que la construcción de bienestar no ahuyente a eventuales inversores. No tendremos una revolución, ni el control de la economía, pero sí abundantes sinergias y sistemas nacionales.

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Más que el a veces vago e hipernegociado programa del FA, este ciclo de presentaciones muestra con claridad la naturaleza del proyecto político de la izquierda uruguaya en el gobierno. Y esto no solamente por las ideas que allí se expresaron, sino también por quienes las encarnaron.

Además de Tabaré Vázquez, Raúl Sendic y Danilo Astori por el Frente Amplio, expusieron una gran variedad de actores sociales. El capital trasnacional estuvo presente, representado por Gustavo Grobocopatel, el “rey de la soja”. El empresariado nacional, por Patricia Damiani e Ignacio Otegui, presidente de la Cámara de la Construcción. Los tecnócratas estuvieron representados por varios intelectuales, mientras los emprendedores fueron representados por Nicolás Jodal (presidente de Artech) y los trabajadores organizados por dos dirigentes sindicales: Richard Read y Matías Calvo.

Este aparentemente indiscriminado policlasismo no es azaroso ni responde solamente a las necesidades electorales de todo partido catch-all, sino que sigue a la estrategia política de la que hablábamos antes, a saber: el FA, la fracción de la elite política aliada a los trabajadores organizados, busca renegociar los términos de la relación neoliberal entre el Estado y el capital trasnacional, a través de recursos como la reforma del Estado, el fomento del emprendedurismo y los beneficios fiscales a las grandes inversiones, entre otras medidas que si bien no son fáciles de tragar para los trabajadores, generan el espacio político y económico para que se den mejoras salariales, leyes de protección y capacidad de organización.

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El tema es, como siempre, evaluar a qué precio político, organizativo y ambiental se da esta estrategia, y quiénes quedan fuera de las charlas y de la incómoda alianza de clases. Funcionarios públicos y militantes (de organizaciones no sindicales) brillaron por su ausencia, mientras los trabajadores informales aparecieron mencionados como objetos de política social.

La estrategia neodesarrollista tiene como supuesto el dominio del capital trasnacional sobre el globo, y por lo tanto la necesidad de estrategias de competitividad. Por ello, no es un lugar desde donde pensar ir más allá de las relaciones actuales de dominación y explotación. El problema para la izquierda (dentro y fuera del FA) es cómo enfrentar esta realidad sin arriesgarse al obviamente peor (puro) neoliberalismo ni dejar que el pesimismo nos impida ver posibilidades de acción política en, alrededor, contra y más allá el neodesarrollismo.

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