En el vientre de la prisión había espacio - Semanario Brecha

En el vientre de la prisión había espacio

Debe haber sido este abajo el que elevó la serenidad de las celdas de arriba. Amalgama entre ex cárcel de Miguelete y reciclaje cultural, el Espacio de Arte Contemporáneo cumplió cinco años el 27 de julio y ya es un sitio de referencia internacional en la materia, apunta Fernando Sicco, gestor cultural que lo dirige.

Foto: Guillermo Sierra. EAC

El Eac comenzó a funcionar en 2010, ¿por qué lo destinaron a arte contemporáneo?
—No puedo responder con certeza, pero creo que la idea de satisfacer la demanda de un lugar específico para el arte contemporáneo estuvo en la cabeza del ex director nacional de Cultura, Hugo Achugar, desde que asumió el cargo. Dirección, además, de la cual dependemos. Las obras de recuperación edilicia fueron asumidas por el Ministerio de Transporte y Obras Públicas, y la cooperación internacional española aportó fondos para el equipamiento y acondicionamiento térmico.
Indispensable para algunas exposiciones.
—Para quienes trabajamos aquí. Al principio nos poníamos camperas de esquimal (risas), porque nos congelábamos.
¿Conociste este entorno cuando asumiste como director?
—Antes. En 2006 ganamos un fondo concursable con un grupo de teatro-danza que trabajaba en espacios abandonados, y alguien nos sugirió venir. Quedamos fascinados con la mezcla de trastos y polvo que encontramos: máquinas de escribir, ruedas de camión, estanterías, muebles antiguos que podían reciclarse, una escenografía fantástica. Nuestro proyecto de montaje, al final, no fue aprobado, pero yo quedé seducido por un espacio al que no dejo de verle potencial presente y futuro, a pesar de que su pasado agobie a muchas personas. Son 15 mil metros cuadrados de predio, con 11 mil edificados y espacios libres, incluidas plazas aledañas al sector que da a la calle Miguelete que planeamos recuperar, como espacio público, antes de fin de año.
¿Qué ideas te acompañaron al diseñar la gestión?
—El llamado para el cargo de director fue realizado con poco tiempo y poca información, terminé de prepararlo en un hotel de Colonia, donde estaba montando una videoinstalación propia. Intenté articular la atención al arte contemporáneo con las características físicas e históricas de este lugar y con Montevideo, porque a pesar de estar a corta distancia del centro no integramos su circuito, y ocupamos el límite de tres barrios, lo cual dificulta la identificación y el sentido de pertenencia. Como contrapartida, un hito social y cultural como la Feria de Tristán Narvaja concluye aquí, con lo cual el público que la visita solía amontonarse esperando entrar al Eac, y eso nos impulsó a abrir los domingos mucho más temprano, a las 11. Nuestras estrategias hacia la comunidad incluyen desde cine en la calle hasta visitas, con propuestas, a instituciones de la zona.
Cómo abordaste el diálogo con la ex cárcel.
—Privilegié la apropiación del espacio, tanto desde la gestión como de lo que convocaba a hacer a los artistas. De hecho, el título de los dos primeros ciclos que organizamos en el subsuelo fue “Delitos de arte”. Nunca puse el acento en el pasado porque es obvio que, cuando entrás acá, nadie necesita señalarte que era una prisión.
Me asombró la paz del ex celdario de arriba, visto con la energía de abajo.
—Interesante punto de vista; en el mundo las catedrales suelen estar sobre las ruinas arqueológicas, no al revés. Y hay otros palimpsestos que nos enorgullecen. Durante mis investigaciones sobre este lugar encontré una foto que mostraba un fusilamiento frente a un muro donde se leía una frase de Platón. Mi primera reacción fue pensar que no era una escena uruguaya pero la pesquisa quedó ahí, porque me atrapó la vorágine de la gestión. Hasta que vinieron Juan Tiscornia y José López Mazz y lanzaron la hipótesis de que detrás de una construcción levantada para alojar talleres, que tapaba el muro, habría vestigios de esa frase. Volteamos una pared de esa construcción y, efectivamente, aparecieron fragmentos de la frase en su muro original. Los descubridores volverán, junto a estudiantes de arqueología, a buscar casquillos de bala.

(“El más desgraciado entre todos los hombres es el que no sabe sobrellevar las desgracias”, dice la frase que integra esta instalación denominada Los fusilados, coordinada por el fotógrafo, constructor y artista Jorge Tiscornia y restaurada por un equipo de la Cátedra de Antropología de la Universidad de la República, supervisado por el antropólogo especializado en arqueología José López Mazz.)
¿Qué criterios de selección manejás en el proceloso mundo del arte contemporáneo?
—La mayoría de lo que aquí se exhibe ingresa por convocatoria pública, abierta e internacional; en la última recibimos más de 280 propuestas provenientes de 12 países, incluido Uruguay. Los proyectos de intervención son evaluados por una comisión de selección que integro junto a dos artistas o curadores locales que varían en cada instancia.
Trascendieron fronteras.
—Para nuestra sorpresa, sí; nos conocen más en Buenos Aires y Chile que a pocas cuadras de aquí.

1. Arenal Grande 1930, abierto de miércoles a sábado de 14 a 20 horas y domingos de 11 a 17 horas, entrada libre y gratuita, www.eac.gub.uy

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