Entender al mundo - Semanario Brecha

Entender al mundo

Cuatro obras en cartel: “La tortuga de Darwin”, “La resistible ascensión de Arturo Ui”, “El barrio de los pobres”, “Frágil”.

“La tortuga de Darwin”. Foto: María Fernández Russomagno

Cuatro espectáculos planteados con lenguajes muy diferentes toman como punto de partida las enormes contradicciones del mundo en que nos toca vivir, donde la incomunicación y la soledad hacen de las suyas mientras es posible el ascenso de quienes se rigen por la ambición y el ansia de poder.

La tortuga de Darwin (Alianza, sala China Zorrilla), del español Juan Mayorga, dirigida por Mariana Wainstein, propone la apabullante visita del tal animal que ha vivido 150 años, y por lo tanto ha sido testigo de episodios tan significativos como la revolución de octubre y el apogeo del nazismo con sus respectivas consecuencias. La tortuga en cuestión cobra aquí la forma de Harriet, una mujer que lanza sesudas conclusiones acerca de lo sucedido en el tiempo que le ha tocado presenciar y que pone en aprietos a los tres despiertos interlocutores que la enfrentan con ánimo de utilizar su sabiduría con fines, por cierto, discutibles. Tan estupendo comienzo, que el autor afirma con la introducción de una criatura más alerta de lo imaginable, pierde sin embargo gran parte de su impacto al cabo de un cuarto de hora, cuando la platea comienza a advertir los débiles trazos con que Mayorga dibuja al trío en cuestión a lo largo de una trama que, transcurrido el lapso citado y habida cuenta de alguna calculada vuelta de tuerca, poco tiene para agregar. La dirección, si bien sabe extraerle el mayor jugo posible a la magnífica composición lograda por una irónica Ana Rosa con un cautivante despliegue de miradas, tonos y movimientos, aparte de la oportuna utilización de unas proyecciones que imprimen cierta agilidad al desarrollo, no es mucho lo que puede hacer para elevar el atractivo de un asunto sobre el cual ya se dijo casi todo lo mejor al principio.

La resistible ascensión de Arturo Ui (El Galpón, sala César Campodónico), del alemán Bertolt Brecht, dirigida por Villanueva Cosse, con inteligente uso del gran espacio –hábilmente planteado por el juego de planchas de distintos niveles dispuesto por el escenógrafo Osvaldo Reyno–, maneja con ritmo sostenido a más de una veintena de actores, de modo de proponer con despiadadas líneas la ascensión al poder de un gángster del Chicago de los años treinta –todo gira, créase o no, en torno a la difusión y venta del repollo– que refleja la carrera de Hitler en el continente europeo. Escrito por el gran Brecht a principios de la década del 40, el texto mantiene la irreverencia, la ironía y la fuerza de una advertencia de indiscutible claridad que una poblada galería de significativos personajes sostiene hasta la inevitable culminación. Aunque no todos los integrantes del vasto elenco alcanzan la efectividad buscada, Cosse consigue un valioso trabajo de un Héctor Guido muy atento al juego de matices de ese Arturo que jamás cae en la caricatura, al tiempo que otros intérpretes, como Levón, muy disfrutable en su composición de actor-consejero, Luis Fourcade, Walter Etchandy, Arturo Fleitas, José María Novo y Alejandro Camino hacen lo suyo en el transcurso de una acción que se sigue con todo el interés que implica un llamado de alerta que, varias décadas después, le recuerda a la platea que nunca conviene bajar la guardia.

El barrio de los solos (Alianza, sala 2), escrita y dirigida por Jimena Márquez, reúne nada menos que a 16 actores para animar a quienes se encuentran en una casona donde sacan a relucir las inquietudes que, si bien revelan lo que les ocurre, no les brindan la posibilidad de combatir el aislamiento que todos sufren. Tan prometedor punto de partida, por más que incluya las filosas ocurrencias de cada uno y, al parecer, el indicio de un destino general inexorable a lo largo de un texto que apuesta a lo alegórico, descuida, en cambio, la definición de personajes cuyas diferencias permitirían una mayor lógica en el planteo de sus enfrentamientos. Los tonos de voz casi siempre exasperados que Márquez impone a la totalidad del elenco contribuyen asimismo a homogeneizar peligrosamente un desarrollo que pediría otros contrastes. Los desplazamientos de tanta gente en escena, por momentos, consiguen animar la atención de los espectadores que, de todas maneras, al final quedan esperando una justificación para tanta agitación.

Frágil (Comedia), trabajo de tap y percusión del grupo De Las Chapas que, a través de ese lenguaje, cuenta cómo, en una especie de depósito de cartones y chatarra, siete jóvenes se expresan y relacionan. El musical septeto, integrado por Johanna Duarte, Nicole Fresnedo, Noelia Hernández, Daniel Infante, Mariana Lloret, Gastón Ricobaldi y Andrea Silva, exhibe un afinadísimo entrenamiento que atrae la atención de la platea, que de alguna manera acaba también formando parte del universo propuesto por los artistas. Hernández, desde la dirección, se encarga de mantener el ritmo sin pausas de una propuesta original, inquieta y fermental que invita a esperar con impaciencia los próximos pasos del equipo.

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