Grandes autores - Semanario Brecha

Grandes autores

Un indiscutible clásico de Shakespeare, y otro del alemán Bertolt Brecht, un clásico moderno, se dan cita en la cartelera de estos días.

Un indiscutible clásico de Shakespeare, y otro del alemán Bertolt Brecht, un clásico moderno, se dan cita en la cartelera de estos días.

La ópera de dos centavos (Circular, sala 1), de Brecht, dirigida por Fernando Toja, espectáculo de egreso de los alumnos de la escuela de la institución, resulta una jugosa oportunidad para, con ímpetu juvenil, hincarle el diente a una historia de mendigos y pillos de menor cuidado que ciertos grandes señores. Brecht desarrolla el asunto al compás de memorables canciones –entre estas se encuentra nada menos que “Moritat”– que, desde la banda sonora, Fernando Ulivi maneja con el entendimiento del caso. Al no contar esta vez con un elenco de actores de larga trayectoria, capaces de componer las siluetas brechtianas con la riqueza de tonos que arroja la experiencia, Toja opta por aprovechar la energía y el desparpajo de gente joven pero lista para codearse con las exigencias de un texto tan complejo como provocador, características a las cuales el número de participantes, que excede la docena, se acerca con entusiasmo, más allá de un par de tropezones en la dicción o en la pronunciación de ciertos nombres ingleses. La aguda intención del autor de Madre Coraje y el ritmo que Toja consigue inyectar a las entradas y salidas de sus calculadores personajes se entremezclan así en una puesta ágil, intencionada y lo suficientemente inteligente como para rendirle los honores a Brecht sin disminuir su puntería.

Como gustéis (Solís), de William Shakespeare, con dirección de Levón, se las ingenia para proponer una puesta al día de tan magistral comedia sin perder de vista el reconocimiento a la mejor tradición británica de las representaciones del bien llamado bardo inmortal. La anécdota, sin duda, no descuida ni la mención a la ambición y las luchas por el poder ni las confesiones –planeadas o accidentales– provocadas por el amor que desvela a ocho personajes, habida cuenta de una confusión de sexos de atrevida intemporalidad, temas que el autor sabe poner en boca de quienes hablan con palabras y expresiones capaces de regocijar el ánimo y la inteligencia del espectador. La historia de ayer –o de anteayer– cobra otra vez vida actual mediante la sabia naturalidad que el dramaturgo maneja y el ritmo sin pausas que logra el director a partir del buen aprovechamiento de la inspirada solución escenográfica de Paula Kolenc –una amplia rampa semicircular a la cual se acercan altísimos postes–, la cual permite la irrupción y desaparición de más de quince actores y tres entrenados músicos de la Compañía Art Cantorum con la velocidad del caso. Algún apuro en el decir de dos o tres integrantes del reparto que todavía no reúnen la necesaria experiencia en textos clásicos, que nombres como Schinca, Triador, Preve, Medina y el propio Levón, entre otros, supieron lucir, no disminuye el interés de una versión que este último conduce con mano experta.

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