Con Haití en las entrañas - Semanario Brecha

Con Haití en las entrañas

Haití tiene un pueblo de sobrevivientes. Un pueblo de trágica historia, permanentemente oprobiado y que no se resigna. Teje densas tramas sociales y conserva una admirable tenacidad. Sin embargo, el debate uruguayo sobre la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) nos tiene acostumbrados a omitir a ese pueblo en sus consideraciones.

Haití / Foto: AFP, Erika Santelices

RIQUEZA Y POBREZA, OPRESIÓN Y RESISTENCIA. Después del terremoto de 2010, en las montañas del Gran Norte de Haití resplandecientes instituciones como la Eurasian Minerals y la Newmont Mining Corporation procuran apoderarse del oro, la plata, el cobre y los metales raros que guarda el subsuelo. Son conscientes del riesgo geopolítico que significa una población en condiciones de pobreza extrema, un campesinado resistente y sectores políticos dispuestos a defender sus recursos nacionales e impulsar un desarrollo alternativo. Frente a la cesión de 11 por ciento del territorio nacional se alzan organizaciones como el Movimiento Democrático Popular (MODEP), Justicia y Paz (JILAP) y el Colectivo Justicia Minera (KJM).

La Provincia de Sud fue arrasada por el huracán Matthew. El gobierno exhortó a los campesinos a que abandonaran sus tierras. Allí existe la costumbre de enterrar a los muertos al lado de los hogares. Así que hubo familias que salvaron sus vidas compartiendo el nicho de sus difuntos. Pasado el huracán muchos salieron desnudos de sus refugios dispuestos a empezar literalmente de cero. Es que el despojo de los pequeños campesinos no desperdicia oportunidad.

Allí se cultiva y procesa vetiver, un componente clave para la producción de cosméticos y perfumes exquisitos. El vetiver tradicionalmente servía para delimitar las propiedades y proteger el suelo de la erosión. Hoy este territorio de extraordinaria biodiversidad es el mayor proveedor de vetiver al mercado mundial. Allí, en la comuna de Les Cayes, tiene su sede Koral, una red de campesinos que abarca ocho municipios y resiste décadas de políticas agrícolas de liberalización del mercado.

El Estado propicia la concentración de tierras en manos de multinacionales y empresarios haitianos para la explotación agrícola, maderera, zonas francas, maquilas y turismo. Como resultado se genera una migración masiva de las zonas rurales a las urbanas. En Puerto Príncipe, una ciudad diseñada para 300 mil habitantes, se hacinan 3 millones. No es extraño que aparezcan movimientos como el Comité para un Alojamiento Alternativo (AKISLAM); asociaciones barriales, como la Coordinación de Blois, que luchan por la vivienda y la seguridad pública; el Comité Levántate (KDK) que trabaja por los derechos humanos en áreas marginalizadas, y la Fundación Amigos del Niño, que se ocupa del trabajo infantil en el servicio doméstico.

EXTRAÑAS FORMAS DE AYUDA. Tras cada desastre natural acuden lucrativas empresas humanitarias, con paliativos, soluciones precarias que sólo postergan la sacrificada vulnerabilidad del pueblo haitiano. La ayuda pasa por demasiados intermediarios sin control local ni auditorías fiables. La corrupción se inicia en la cima de las agencias internacionales y termina en los cotos de la delincuencia haitiana. El Centro de Reflexión, Formación, Acción y Acompañamiento Social constata la pésima coordinación. Denuncia que la ayuda no llega a los necesitados.

Haití sufrió el robo a mano armada del Estado francés, la ocupación racista de Estados Unidos, la dictadura cipaya de los Duvalier y nuevas intervenciones imperiales bajo las administraciones de Reagan a Obama. La Minustah es sólo el capítulo más reciente. Estabiliza el despojo. Es un negocio subsidiario. Las fuerzas armadas de los países del Tercer Mundo involucrados obtienen fondos extrapresupuestales y los efectivos afectados ganan un ingreso extra. Además, sirve para suavizar las relaciones cívico-militares. El exorbitante costo de la Minustah hubiera podido invertirse en la destrozada infraestructura haitiana.

Imposible no mencionar los efectos colaterales de la ocupación. Como la delincuencia sexual y la fauna prostibularia que coexiste con las tropas. Qué decir del cólera inyectado por los cascos azules. ¿Quiénes se hacen cargo de la reparación del daño por el homicidio imprudente de 9 mil haitianos y por los 800 mil infectados de cólera hasta hoy? El Instituto por la Justicia y la Democracia y la Oficina de Abogados Internacionales (BAI) destacan el carácter multiforme del sufrimiento en términos de vidas, trabajos, escolaridad y un enorme etcétera.

Los medios de comunicación sólo nos muestran imágenes superficiales de Haití: los desastres naturales, la caridad oenegista y el tránsito de los cascos azules armados con fusiles de asalto en paisajes de miseria. El tratamiento mediático elude la expoliación a la vez que promueve viejos prejuicios.

¿QUÉ ELECCIONES? El empresario Jovenel Moïse ganó las últimas elecciones. Es una continuación más distinguida del ex presidente y cantante de Kompa, Michel Martelly. Moïse y el Consejo Electoral Provisional recibieron el beneplácito de los poderes fácticos, en particular de los opresores históricos, hoy principales miembros del Grupo de Amigos de Haití. Todos soslayaron el 77 por ciento de ausentismo, la menor concurrencia a las urnas de la historia del país. A pesar de la escasísima votación los números no cierran. Existieron 214.683 votos sin adjudicar. La última elección se convalida como todos los fraudes electorales durante la ocupación. Moïse tuvo menos votos que la décima parte del abstencionismo. El pueblo haitiano continúa expresándose en las calles. Una protesta legítima y transparente.

Es que Haití sufre un complejo proceso de destrucción planificada de sus fuerzas productivas, de pérdida de su soberanía alimentaria, de transformación salvaje de sus relaciones de producción, de abatimiento de sus condiciones de vida, de eliminación del campesinado, de desposesión de sus riquezas y un elevadísimo grado de explotación laboral. En resumen, estamos ante un neoliberalismo de guerra, una política de precarización y marginación en el país más azotado del continente. Su Estado fue intervenido, suplantado y vaciado. Ante la resistencia popular eran necesarias la coacción y la coerción de un aparato represivo capaz de garantizar la geopolítica imperial del Caribe. De ahí la Minustah y el especial interés en fortalecer a la Policía Nacional Haitiana.

Las expresiones populares haitianas fueron las grandes ninguneadas en la última sesión de nuestra Cámara de Representantes para prorrogar la permanencia del contingente uruguayo. Los pocos representantes frenteamplistas que defendieron su voto afirmativo no encontraron fundamentos coherentes. La prórroga significa la postergación de principios y programas del Frente Amplio. Como advirtieron el general Licandro, Guillermo Chifflet, Eduardo Galeano y Hugo Cores, la complicidad de la Minustah con el imperialismo es innegable. Las manifestaciones de los movimientos populares uruguayos han sido categóricas impulsando el retiro. Podemos colaborar con Haití de muchos otros modos. Para empezar apoyando directamente las causas populares. ¿Qué esperamos?

Ángel Vera es integrante de la Comisión de Asuntos y Relaciones Internacionales del Frente Amplio. Visitó Haití en diciembre invitado por Camille Chalmers, la Plateforme Haïtienne de Plaidoyer pour un Développement Alternatif (PAPDA) y por el partido Rasin Kan Pèp La.

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