Hermanos - Semanario Brecha

Hermanos

Se repite la palabra hermano. Es que la historia de “Nieve negra”, sobre guión del director Martín Hodara y Leonel D’Agostino, es una oscura crónica familiar que se irá develando en sucesivos flashbacks.

Marcos (Leonardo Sbaraglia) regresa a Argentina con Laura (Laia Costa), su esposa embarazada. Su padre ha muerto, y él quiere cumplir con su encargo de poner sus cenizas junto a la tumba del hermano muerto en la infancia, en la lejana y helada Patagonia. También Marcos quiere convencer a su hermano mayor, Salvador (Ricardo Darín), que jamás se apartó de la heredad familiar, de aceptar la millonaria oferta de un consorcio canadiense por esas tierras. En el camino visita a su hermana (Dolores Fonzi), internada en un psiquiátrico.

Se verá que en este mínimo resumen se repite la palabra hermano. Es que la historia de Nieve negra, sobre guión del director Martín Hodara y Leonel D’Agostino, es una oscura crónica familiar que se irá develando en sucesivos flashbacks, con la sombra de un padre autoritario y una madre invisibilizada (“ella no está en ninguna”, le cuenta Marcos a su esposa, revisando fotos de familia), con la hermana mujer apenas como disparador de ciertos hechos del pasado, y luego apartada de la vida normal por su enfermedad, dejando un áspero escenario masculino donde los hermanos varones se enfrentan y el padre castiga. Cuando la pareja se instala en la casa familiar, donde convertido en una especie de oso gruñón y salvaje vive Salvador en total soledad, la agresividad de éste hacia el hermano menor se evidencia sin disimulo, más aun cuando éste intenta convencerlo de aceptar la millonaria propuesta de compra, que solucionaría los problemas económicos de todos.

La historia y su ambientación ofrecen todo como para concretar una película fuerte, de ambiciones clásicas y alto impacto. El ambiente donde se desarrolla la historia, un lugar nevado, con bosques y lobos rondando, resalta lo primario y brutal de los sentimientos que mueven a los personajes, a tono con una naturaleza difícil y hosca, ligados a un pasado también difícil, todo ello resumido y potenciado en Salvador, el hombre elemental, sujeto a la tierra y a los secretos de esa familia. “Juan y yo no nos movemos de aquí”, dice en algún momento (Juan es el hermano muerto en la infancia, enterrado en el bosque). La contundencia de ese material, sin embargo, se pierde en buena medida por la voluntad de la dirección de subrayarla demasiado. La película hubiera ganado en fuerza y convicción si la puesta en escena no recurriera, como lo hace, a recalcar, por la música y determinados encuadres efectistas, que ahí subyacen cosas muy tremendas, que tras la aspereza de Salvador hay asuntos muy sórdidos que él expía a su manera.

Las actuaciones –Sbaraglia es un intérprete que ha madurado notablemente, como para no quedar opacado por la rotunda presencia de Darín– y el cómo está mostrado ese ambiente por la fotografía del español Arnau Valls Colomer, son lo mejor de la película. De todas maneras, dado que ésta es la primera enteramente dirigida por Martín Hodara –antes fue asistente de Bielinsky en Nueve reinas y El aura, y codirigió junto a Darín La señal–, cabe esperar que un proceso de maduración lo habilite a realizaciones más depuradas.

 

Rosalba Oxandabarat

Argentina/España, 2017.

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