La inoportuna razón - Semanario Brecha

La inoportuna razón

En la obra teatral “Un enemigo del pueblo”, el camino se volverá difícil para un protagonista que se ha puesto en contra de la mayoría.

El Tinglado, domingo 2

Cuando el doctor Stockmann, un hombre respetado y querido por toda la población, comprueba que las aguas del balneario próximo están contaminadas, comienza a difundir su descubrimiento para que se tomen las medidas necesarias para limpiar el lugar e impedir que siga llegando allí la basura de una fábrica vecina. Los procedimientos adecuados para solucionar el problema demandarán una abundante inversión financiera por parte de las autoridades, amén de la serie de molestias capaces de afectar a importantes hombres de negocios de la región.

Stockmann tiene la razón de su parte, el apoyo indeclinable de mujer e hija y al parecer la oportunidad de publicar sus inquietudes en el periódico local, pero la repentina oposición de su hermano –alcalde del pueblo–, quien mantiene estrecha y muy probablemente interesada relación con los culpables, empieza a poblar de obstáculos el camino de este vecino que no desea otra cosa que proteger la salud de quienes le rodean. Las dimensiones de una causa pública que involucra entonces, aparte de grandes sumas de dinero, llamar la atención de personas influyentes cuyo prestigio puede caer en la desconsideración de los lugareños, se vuelven así tan incómodas para algunos como para no dudar en cerrarle las puertas al científico, de tal forma que en poco tiempo éste pueda ser visto como una amenaza para la región. Y cuando a alguien se lo señala como a un enemigo del pueblo, le puede resultar muy difícil ser escuchado o encontrar interlocutores capaces de sopesar los elementos en juego en una situación harto crítica. Stockmann, sin embargo, no es de aquellos que se rinden de buenas a primeras. Así lo expresa el noruego Henrik Ibsen (1828-1906), dramaturgo que supo plantear la posición de la mujer que se atreve a dejar atrás marido e hijos para emprender una postergada búsqueda individual (Casa de muñecas), una figura que, de alguna manera, se emparenta con la de la controvertida Hedda Gabler de la obra homónima acerca de una misma sociedad que, a menudo, se interpone en el camino de quienes se atreven a desafiarla.

Stockman alza su voz frente a un nutrido grupo de siluetas entre las cuales se encuentra ese hermano con quien no logra nunca dialogar. El camino se volverá difícil para un protagonista a quien ahora le consta haberse puesto en contra de la mayoría. La opinión de Ibsen en cuanto a cuán acertado puede ser el juicio de ciertas mayorías descansa en los espectadores que contemplan y escuchan a unos y otros para extraer conclusiones en las que quizás se reflejen sus propias vivencias. Un drama colectivo, en definitiva, que Ibsen construye a modo de espejo de sociedades de ayer y de hoy con las cuales las minorías deciden enfrentarse para comunicar qué es lo que no funciona. Tal el espíritu de la versión que dirige José María Novo con agilidad y brío, brío que implica el desempeño de un elenco que sobrepasa la veintena, múltiples esmeros de ambientación y vestuario, una planta escénica transformable y la invitación cursada al argentino Juan Leyrado para encarnar al doctor Stockmann, compromiso que el visitante cumple por todo lo alto, confiriéndole al protagonista compartibles dosis de bonhomía y fiereza, al tiempo que se integra en un elenco nacional con bienvenida naturalidad. Un elenco en el que, habida cuenta de la destacada participación de Carmen Morán (la esposa), Carina Méndez (la hija), Washington Sassi (el hermano), Alejandro Camino (el impresor), Jorge Temponi (el periodista), Luis Lage (el capitán) y Nicolás Pereira (el redactor), todos los integrantes se plantan con convicción al servicio del ambicioso proyecto de una institución independiente que defiende con orgullo su trayectoria y abre caminos para el futuro.

(El Tinglado, domingo 2.)

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