La muchacha - Semanario Brecha

La muchacha

El ámbito sonoro del disco “La cajita”, de Ximena Bedó, es especial, desenchufado y muestra las composiciones que esta joven artista escribió entre 1999 y 2013.

"La cajita"

Lo primero que suena es como un acople agudo con soplido. Pronto nos damos cuenta que era un clarinete a capela, al que se le suma una guitarra de samba lento. La voz de Ximena Bedó asume la melodía y el centro de la atención, pero es imposible desatender el progresivo desplegar de sonoridades en el curso de la canción. Todo es llamativo: la habilidad con que está realizada la progresión hacia una sonoridad más plena, el camino indirecto hacia ella –que se permite silencios, retrocesos, esperas–, que ese crecimiento sea tan neto y efectivo dentro de un rango limitado (la cumbre, emotivamente tan fuerte, no es, objetivamente, sino un contenido mezzo forte). También es llamativa la tímbrica mate. Y la soltura con los referentes culturales: la guitarra y el clarinete son cosa de samba viejísimo, el contrabajo y la casi-batería son de samba “moderno”, el tabla hindú no tiene nada que ver, el trombón refuerza y masifica lo del samba junto a la cuíca, y al final la llevada se simplifica en un ponto de berimbau (y, de acuerdo con ello, entra un triángulo). El tema se llama “Vossarrinconás” (contiene la palabra “bossa”). La semiótica musical está invitada a participar, pero también se puede prescindir de ella y escuchar esta música como si el samba nunca hubiese existido: ambas posibilidades prometen gratificación.

El ámbito sonoro de este disco1 es especial: desenchufado, mucha presencia de los instrumentos referidos arriba y unos pocos más (viola, trompeta, piano, saxo), tendencia a lo suave con puntuales y gozosas excepciones. Se nota que fue un trabajo realizado en cooperación estrecha con los acompañantes, y que éstos comprometieron mucha creatividad y afecto. La producción fue compartida por Ximena Bedó con el contrabajista Andrés Pigatto y el saxofonista Emiliano Pereira. Éstos no se limitan a cumplir los roles estándar de “bajista” o “vientista”: se animan a usar sus instrumentos de maneras menos comunes en la música popular, contribuyendo a la amplitud de posibilidades sonoras (incluido un interesante uso de ruidos). Otro que contribuyó en la producción fue el gran Andrés Bedó, hermano de la cantante, que aportó unos pianos increíblemente bellos en su relativa sencillez. Hay participaciones especiales de Sebastián Jantos, Carmen Pi y Mandrake Wolf.

En la primera canción no es sólo el sonido instrumental el que se expande: también lo hace la voz de Ximena, que empieza como bossanovista pero a los pocos minutos ya se aventuró por unos saltos amplios y distintos matices de timbre y emisión, sobre todo unos “derretimientos” de altura que llaman mucho la atención debido, justamente, a la firmeza cristalina con que emite y afina. La segunda mitad del disco –cosa curiosa– es mucho más yanqui, y el mismo tipo de instrumentación de pronto se aplica a elementos de hot jazz, boogie-woogie, fox-trot, pop-rock. Y ahí fue que me vino la convicción (no sé si tiene asidero empírico) de que Ximena escuchó toneladas de Billie Holiday. No es que ella imite a ese (supuesto) referente, sino que absorbió una de sus esencias. Sólo le faltaría dar a esos juegos expresivos un aire más espontáneo: a veces se “escucha” el dominio técnico en el uso de la voz, sin esa soltura descuidada que termina de consagrar el swing. Ella misma se acompaña en guitarra, con un sonido gordo y límpido que certifica sus estudios de guitarra clásica.

Ximena Bedó nació en 1988 y, dice el comunicado, estas composiciones suyas son de entre 1999 y 2013. No me imagino cuál de ellas pudo haberse escrito por una niña de 11 años: ¡otra que Schubert! En lo armónico, no son nada banales. Pero se destacan sobre todo por la inventiva melódica, muy apta para volcarse en su canto lleno de recursos (aun si la canción parece haber partido de un riff, como en “La vida empieza a correr”). Transitan de la intimidad a la amplitud, de la alegría deslumbrada a la tensión, de la melancolía a la fiesta. Mi surco preferido es “La muchacha”.

Me llena de alegría y optimismo conocer un trabajo como éste, que refresca la música uruguaya y promete muchos años más de cosas interesantes. El viernes 17 de octubre será posible apreciar esta música en vivo en su lanzamiento, en Periscopio (Jackson 1083) a las 22 horas.

1. La cajita, Perro Andaluz, PA 5965-2, 2014.

Artículos relacionados