La mujer que engendra parlamentos - Semanario Brecha

La mujer que engendra parlamentos

De Shakespeare hasta hoy es raro que un texto teatral supere a su representación. El que confeccionó y dirige Raquel Diana lo hace,1 aunque es llamativo que luego de escribir 27 obras teatrales premiadas y estrenadas en distintos países, gestionado políticas culturales y recibido un premio Morosoli a la trayectoria, esta actriz, dramaturga y profesora de filosofía siga sin página web.

Estás procurando cruzar filosofía y teatro.

—Entre tantos proyectos. Con un amigo licenciado en filosofía, Marcelo “Pulga” Fernández Pavlovich, estamos conversando un proyecto escénico basado en la filosofía, disciplina que ha experimentado un rebrote imprevisto. En Argentina hay un fulano que la transformó en éxito mediático.

¿Dónde encontrás la intersección de teatro y filosofía?

—Al teatro griego la gente iba a enterarse de lo que la sociedad pensaba, y a metabolizarlo mediante el conflicto y la catarsis. A esta altura la catarsis es discutible, pero el teatro sigue siendo una oportunidad para cortar no con tanta dulzura (risas), sino precisamente con el consumo, la pavada, el exceso de información. Y para pensar. Pensar, por ejemplo, si lo que está ahí afuera es cognoscible, porque si es cognoscible, es modificable.

La mujer es una presencia ubicua en tu dramaturgia, ¿por naturaleza o feminismo?

—Mi naturaleza está primero; aunque rechine a obviedad, no lo es, porque me ha costado mucho, como a tantas mujeres, romper esquemas de pensamiento machista entronizados. En cuanto al otro componente de tu pregunta, creo que no hay un feminismo, sino varios, y algunos colectivos feministas, en Uruguay, elaboraron un acervo de pensamiento crítico y sistemático que me nutre muchísimo. Es un aprendizaje que luego intento volcar en lo que escribo. Y es la tarea del arte, ¿no?, inventar una poiesis que puje por mejorar el mundo. La tragedia y la comedia griegas poseyeron grandes personajes femeninos que la historia del teatro no mantuvo.

El teatro uruguayo pasó de los colectivos artísticos preocupados por su público a un sálvese quien pueda de embotellamiento. ¿Conocés algún ámbito donde se esté pensando qué decir?

—En nuestra variopinta familia teatral hay loables esfuerzos por superar la fragmentación de un arte siempre asediado por estrecheces económicas y escasas satisfacciones. Tenemos un teatro de entretenimiento riguroso y respetable, más allá de mediáticos eventuales de la risa que van y vienen, y una Comedia Nacional de extraordinario nivel artístico.

A pesar de las críticas al modelo de elenco subvencionado por el Estado.

—En todo el mundo hay elencos subvencionados, sin apoyo estatal el teatro no puede existir. Lo que se discute es el modelo de elenco estable, que no rota.

¿Tu opinión al respecto?

—En este momento en que hay tanto presupuesto en juego, soy de las que creen que la Comedia Nacional merece más que el que tiene. Porque sólo ella puede hacer los espectáculos del nivel de complejidad en infraestructura y arte que decide hacer. Por otro lado, no estaría mal que incorporara más gente a su quehacer, que diversificara sus ofertas laborales. Pero su oferta artística es, culturalmente, irremplazable.

Decías que ya no basta con ser artista, también hay que parecerlo.

—El artista, hoy, es él más su imagen, que crea un medio, o él mismo. Esto lleva a que a veces importe más ese “estar” que la obra, que además sólo está completa cuando el artista la impulsa.

Con presencia mediática.

—Sí, el viejo dicho “¿Quién sos que la radio no te nombra?” volvió, rejuvenecido, por sus fueros. Hay que estar en las pantallas, las antologías, las academias, lo cual, Perogrullo dixit, no garantiza calidad artística, pero es lo que debe hacerse. No lo critico, ojo, cada uno es democráticamente dueño de sus opciones. De hecho, buena parte del mejor teatro uruguayo sigue aconteciendo fuera de las vidrieras mediáticas y corporativas.

Un buen ejemplo de calidad anónima es tu carrera.

—Quizás influya que la mayor parte de mi vida la pasé militando cultural y políticamente para colectivos artísticos, donde lo personal siempre estaba al servicio de un proyecto mayor. No sólo en El Galpón, también en La Gaviota, o en el movimiento de teatro barrial, cuya historia debería rescatarse porque fue la gema de una descentralización cultural que ni ese nombre tenía. Con la Federación Uruguaya de Teatros Independientes (Futi) concretamos una red de extensión que cubrió el país. Ahora que eso no está, el desamparo refuerza mi instintivo rechazo a la autopromoción y provoca amonestaciones de mi familia, que no entiende por qué no me hice, todavía, una página web. El lugar donde más me gusta expresarme es en la creación.

1. Dulce veneno, definida por su autora como comedia policial, obtuvo en 2007 el primer premio a comedia inédita en los Premios Anuales de Literatura del Ministerio de Educación y Cultura. Actúan Gustavo Alonso, Alejandro Camino y María Clara Vázquez; escenografía de Lucía Tayler, diseño de vestuario de Verónica Lagomarsino, luces de Tatiana Keidanski, música de Gabriela Gómez, producción de Julio Persa y dirección de Raquel Diana.

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