Lejos de Villa Pancha - Semanario Brecha

Lejos de Villa Pancha

La empresa Fanapel integra un grupo industrial y forestal de proyección mercosuriana, por lo que los motivos de la suspensión de sus actividades pueden estar bien lejos de la planta coloniense. Atravesado por estas tensiones globales y regionales, Juan Lacaze se prepara, otra vez, para luchar por el trabajo.

El papel se amontona en los terrenos de la fábrica / Fotos: Nicolás Garrido

Ni palabra. No hay quien suelte algo sobre lo que hoy propondrá el gobierno en el encuentro previsto con representantes de Fanapel y de Cuopyc, el sindicato de la empresa. Las autoridades consultadas por Brecha no quisieron siquiera entrar en consideraciones generales.

Cabe suponer que la discreción es proporcional a la importancia que se le concede a la última industria de relieve que le queda a Juan Lacaze, a los 300 empleos en juego, a la fuerza simbólica que podría tener la extinción del proletariado sabalero.

Las cosas empezaron a andar mal el año pasado. “El 70 por ciento de lo que se produce se coloca en Argentina”, explicó a Brecha Marcelo Olavarry, presidente del Cuopyc. Como la empresa pertenece al grupo argentino Tapebicuá, el papel entraba al mercado vecino sin las chicanas que sufren otros productos uruguayos. En 2014 y 2015 las ventas habían sido muy buenas, pero en 2016 la planta pasó de producir 5 mil toneladas de papel mensuales a fabricar 3.500.

En mayo empezaron los envíos al seguro de paro. De mayo a julio fueron entre veinte y treinta los trabajadores que rotaban en el seguro. El 8 de agosto, inesperadamente, cayó el mazazo: la empresa anunció que todo el personal de producción iría al seguro hasta el 24 de ese mes.

Naturalmente el sindicato no se sentó a esperar. En setiembre se alcanzó un acuerdo: durante los próximos cinco meses, si la empresa necesitaba enviar personal al seguro, lo haría intercalando diez días en el seguro cada veinte de trabajo.

Durante los tres meses siguientes se trabajó normalmente, sin embargo los dichos de los representantes de la empresa –recibidos el 14 de diciembre por la Comisión de Legislación del Trabajo de diputados para explicar la situación– dejaron la impresión de que tal normalidad duraría poco.

“Queremos saber cuál es la situación actual y qué pueden esperar para el futuro los trabajadores de Fanapel”, inquirió en la instancia el diputado Luis Puig, quien presidía la comisión. “Eso se lo debe preguntar a Ute, a Ancap, al Ministerio de Economía y Finanzas (…) y al Banco Central”, respondió el vicepresidente de la empresa, Gonzalo Goñi, aludiendo a las responsabilidades que tales organismos tendrían en la situación de la empresa. “Yo trataré de hacer lo que pueda en la fábrica, que es lo que hemos tratado de hacer hasta ahora, pero magia no podemos hacer”, afirmó.

Dos días antes de Navidad la empresa anunció que todo el personal jornalero sería enviado al seguro hasta el 1 de enero. “Estábamos dentro del acuerdo, así que no podíamos decir nada. Teníamos la preocupación de lo que se vendría, pero era más o menos lo esperable”, recordó Olavarry.

El 29 de diciembre la fábrica anunció que en enero también haría uso del seguro, pero que en vez de hacerlo durante los últimos diez días del mes lo haría en los primeros. El 5 de enero se reuniría la comisión bipartita para acordar de qué forma se daría el reintegro previsto para el 11.

Y entonces explotó la bomba: “Ahí –narró el sindicalista– la fábrica nos dice que estaba imposibilitada de marchar por un tema de costos y que sólo iba a marchar si salía un subsidio del Estado. Lo que más nos sorprendió fue que Fanapel estaba incumpliendo el acuerdo que habíamos firmado en setiembre y que estaba vigente hasta terminar enero”.

A instancias del Cuopyc, el viernes pasado representantes de la empresa y de los trabajadores se reunieron con técnicos del Instituto Cuesta Duarte (del Pit-Cnt) y jerarcas de los ministerios de Trabajo, Industria, Economía y del Banco República para buscarle salidas a la situación de la empresa.

En la mencionada comisión parlamentaria, Carlos Rodríguez, gerente de Fanapel, sostuvo que en la crisis de la fábrica tenía un peso “determinante” el precio de la energía, que explicaría el 19 por ciento de los costos. “El costo de la tarifa de energía que estamos enfrentando es totalmente desproporcionado respecto de los mercados con los que nos toca competir; en realidad eso nos saca de la competencia”, enfatizó.

La empresa había cifrado sus expectativas de reducir el gasto comprando la electricidad directamente a la eólica Ventus, alternativa objetada por la Administración del Mercado Eléctrico (organismo de derecho público e integración mixta que regula ese mercado), pero a la reunión del viernes el gobierno llevó una oferta que situaba el precio de la electricidad muy cerca del que podría ofrecer la eólica: un descuento del 25 por ciento, que a partir de marzo aumentaría al 30.

Ante los diputados, el gerente de Fanapel lamentó también que, mientras que a otros exportadores el gobierno les devuelve el 10 por ciento de los impuestos a las exportaciones, a la papelera sólo se le reintegra el 6. En la reunión del viernes el gobierno anunció que aceptaba elevar los reintegros al nivel solicitado, pero la empresa siguió considerando insuficiente lo ofrecido.

Aunque se acordó que el encuentro se repitiera hoy, el director de Trabajo, Juan Castillo, no se mostró precisamente esperanzado: “No quiero generar la expectativa de que el viernes que viene haya una respuesta, porque no creo que así suceda”, manifestó a La Diaria.

“Fanapel no mostró interés en las propuestas. Desde la fábrica se nos dijo clarito: si no hay un subsidio del gobierno Fanapel no vuelve a marchar. Ellos hablan de una subvención de 400 mil dólares mensuales”, explicó por su parte Olavarry a Brecha.

Es difícil creer que la empresa espere efectivamente conseguir esto. Si ese monto se distribuyera entre los 270 trabajadores que la empresa contrata éstos verían subir sus remuneraciones a 1.481 dólares por mes.

EL PRODUCTO. Hace tres años el economista José Manuel Quijano argumentaba en estas páginas que para generar empleo “de calidad” y lograr una inserción internacional menos vulnerable que la establecida a partir de la exportación de materias primas, un camino adecuado consistía en agregar valor a esas materias primas.

Deteniéndose en las virtudes del complejo forestal finlandés, señalaba que éste había sido capaz de generar encadenamientos virtuosos en distintas direcciones, y si bien admitía que Uruguay tendría restricciones para seguir ese ejemplo en todos sus aspectos, veía una oportunidad en los encadenamientos “hacia adelante”, es decir los que “conducen al desarrollo de la industria del papel, el cartón y sus derivados”.

“Uruguay tiene una larga tradición como productor (desde 1898) y luego como exportador de papel y cartón. Incluso ha hecho reconversiones bien programadas de plantas papeleras locales en los años noventa. El enorme esfuerzo fiscal y crediticio (subsidio y crédito blando) para expandir las plantaciones forestales a partir de la ley de 1988 sólo se justifica si Uruguay orienta la producción hacia adelante, con más valor agregado”, sostenía el economista.1

Sin embargo, mirando los números de la producción de base forestal, esta perspectiva podría ser cuestionada. Tras haberse duplicado entre 1986 y 2009, la producción mundial de papel y cartón se mantiene estable en 400 millones de toneladas. “La producción mundial de madera crece”–anuncia la Fao en su último informe sobre el sector–, pero “impulsada por la construcción y las energías verdes”, aclara. Frente al congelamiento de la producción papelera, los metros cúbicos de chapas y madera terciada crecieron un 9 por ciento sólo de 2014 a 2015.2

El papel de diario en este momento se está volviendo raro. Su producción aumentó hasta el primer año del siglo XXI, vaciló un quinquenio y desde entonces viene cayendo. Aunque haya en este planeta 3.000 millones de habitantes más que en 1979, el tonelaje producido en 2015 equivalió al de aquel año (25 millones).

Suerte similar corre lo que produce Fanapel: papel para imprenta y escritura. “El solo hecho de que puedas tener tu factura de Ute en el telefonito hizo que nosotros pasemos a tener parada una máquina una semana al mes”, explicó Olavarry. A nivel global el tonelaje producido de esta categoría de papel viene descendiendo desde 2007 (está en 103 millones).

El 30 de noviembre Celulosa Argentina SA, otro de los rostros del grupo Tapebicuá, que –como se recordará– controla también Fanapel, cerró el ejercicio con una pérdida neta de 184 millones de dólares. A principios de julio del año pasado se anunció que había tenido que declarar desierta una colocación de bonos por 150 millones de dólares.3

Pero esto es, de la historia, sólo la mitad. Desde que la Fao lleva estadísticas la producción de papel doméstico y sanitario no para de crecer. En 2015 había alcanzado los 33 millones de toneladas. Los dueños de Fanapel lo saben perfectamente. Según La Nación, Tapebicuá pagó por Celulosa Argentina 45 millones de dólares. En 2015 esta última firma gastó 33 millones en una máquina destinada a producir ese tipo de papel.4 Entonado por la percepción de que los malos tiempos ya habían pasado, un asistente a la última asamblea de accionistas de la empresa comentó en un foro de gente de la bolsa que “en Argentina se necesita una máquina nueva de tissue cada dos años. El mercado actual es de 300 mil toneladas y tiene un crecimiento vegetativo del 5 por ciento anual”. Además viene con un “seguro” contra la invasión asiática: “Es difícil que las importaciones puedan competir en este producto porque al ser los rollos muy grandes y con mucho aire, el costo del flete es enorme”.5

Pero en la industria papelera el negocio grande parece ser, en realidad, la fabricación de materiales de embalaje y cajas, que también crece ininterrumpidamente y representa cifras muy superiores al resto de los rubros: en 2015 fueron 230 millones y 154 millones de toneladas, respectivamente.

De acuerdo al último “Informe anual de comercio exterior” de Uruguay XXI, el año pasado, mientras Fanapel reducía su actividad, el país importó 155 millones de dólares en papel y cartón. Es el octavo rubro de importación. Se trata justamente de papel y cartón para packaging. “Estamos importando el papel corrugado, y capaz que lo podemos hacer acá en Fanapel haciendo algunos cambios”, reflexionó Olavarry. El sindicato ha planteado otras alternativas en esa línea, por ejemplo la sustitución de las bolsas plásticas de los supermercados por bolsas de papel. Por supuesto que esto implicaría un problema para la industria respectiva. “No lo hemos hablado con los compañeros del plástico. Pero es adonde se debería ir, por un tema ambiental”, argumentó el sindicalista.

El sindicato en conflicto por los puestos de trabajo

LOS PRODUCTORES. Fanapel emplea a 260 trabajadores en la fábrica y hay alrededor de cuarenta tercerizados, que se ocupan de la carga y descarga de camiones y de la vigilancia. De los trabajadores de la fábrica unos 150 tienen más de 35 años y más de una década en ese empleo. Los 110 restantes tienen en promedio seis o siete años en la empresa. Olavarry, que es quien aportó estas cifras, tiene 43 años y 21 de fábrica. “La estabilidad en Fanapel es grande y los sueldos no son malos, 27 mil, 28 mil pesos de promedio. Los cuatro compañeros que ocupan los cargos más altos ganan unos 50 mil pesos”, agregó.

Son trabajadores calificados. Upm y Montes del Plata han reclutado entre ellos parte de su personal. Todos llevan años en el manejo de las máquinas, son diestros en el mantenimiento mecánico y eléctrico; buena parte recibió instrucción técnica formal, además de la general: Fanapel llegó a exigir tener sexto de liceo terminado para ingresar a la plantilla. La escasez de mano de obra en el sector que ocasionó la llegada de las pasteras hizo que el requisito tuviera que ser flexibilizado, y últimamente se pedía tener terminado el ciclo básico.

Por cierto, el valor de mercado de esa calificación depende de que en este país se quiera seguir transformando la celulosa: “Tengo 20 años manejando la máquina de hacer papel A4. El conocimiento lo tengo. ¿Pero adónde me voy a hacer A4 en Uruguay si cierra Fanapel?”, se preguntó Olavarry.

Y claro que no sólo es el trabajo. Es la vida que tres centenares de trabajadores organizaban en torno a la expectativa del vínculo con una empresa de más de un siglo y que, hasta 2015, exhibía signos de buena salud.

Y es también Juan Lacaze. Fanapel es la última industria de importancia que queda en una localidad cuyos estructurantes eran la textil Campomar, cerrada en 1993, y la papelera. Un 25 por ciento de sus aproximadamente 13 mil habitantes son pasivos, lo que no tendría por qué ser negativo si eso estuviese acompañado de signos esperanzadores para los que aún no llegan a esa edad. Y no parece ser así: los índices de deserción educativa son altos en comparación con la media coloniense (25 por ciento abandonan en tercer año de ciclo básico en Juan Lacaze, y sólo 8,5 en Rosario), así como lo son las tasas de pobreza y desempleo.

La empresa, por su parte, emite señales difíciles de descifrar. El año pasado saldó deudas con el Brou por 35 millones de dólares, y además compró una cortadora nueva, cuyo valor andaría por los 600 mil dólares, que se terminó de instalar en noviembre. “No somos de los que vamos a concurso. Queremos separarnos de eso y dejarlo claro; el hecho de mencionar esa palabra me pone nervioso”, protestó el vicepresidente de la empresa en la Comisión de Legislación del Trabajo cuando Puig aludió a esa posibilidad.

Para Olavarry tratar con la dirección de la empresa no es sencillo: “Es una gerencia cerrada a cualquier idea que presente el sindicato, y que analiza demasiado groseramente las posibilidades de reconversión. Es muy difícil negociar con esta gerencia, para nosotros y para el gobierno mismo”, sostuvo. Además su estrategia es “extorsiva”: “Te mato Juan Lacaze si vos no me ayudás”, graficó el sindicalista.

Los trabajadores no esperan que hoy haya una solución. Creen sí que hoy podría saberse si efectivamente la empresa tiene voluntad de seguir trabajando en Uruguay. Consideran que el gobierno puede mejorar sus ofertas pero sobre la base de que Fanapel proponga un plan de trabajo que asegure actividad al menos durante un año.

“Los medios de producción son de ellos”, sabe sin embargo Olavarry, y sabe también que no todas las decisiones se tomarán de este lado del río. Incluso es posible –sugirieron fuentes oficiales– que este episodio sea parte de un espectáculo regional en el que podría estar en juego el nivel de protección de la industria papelera en todo el Mercosur.

Entre tanto los sabaleros se preparan de nuevo para defender su calidad de ciudad obrera. Suceda lo que suceda en esta jornada, el viernes 27 realizarán una asamblea pública acerca del trabajo en Juan Lacaze, de la que participarán todos los sectores políticos, además de los actores sociales.

  1. Véase Brecha, 29-XI-13.
  2. Salvo otra indicación, todas las cifras provienen de la base estadística de la Fao (www.fao.org/faostat/es).
  3. Eric Nesich, “Análisis fundamental: Celulosa Argentina”, en www.rankia.us y Clarín, 13-VII-16.
  4. La Nación, 31-V-07 y www.celulosaargentina.com.ar
  5. http://www.forosdebolsa.com.ar/viewtopic.php?f=4&t=264

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