Los otros derechos - Semanario Brecha

Los otros derechos

Brecha viajó a Libertad, en el departamento de San José, a hacer una serie de minientrevistas a trabajadores del medio rural. Cómo vieron la campaña electoral y el debate en torno al mantenimiento de la ley de ocho horas, sus simpatías partidarias y las particularidades de un sector amplísimo y diverso.

Producción Agrícola. Foto: Federico Gutiérrez

El sol pega de lleno sobre la ruta 1. Camiones la surcan con sus silbidos constantes a velocidad transportista. Libertad es un reducto económico. No sólo por la zona franca y las empresas que se instalaron sobre el eje de acceso, sino porque es uno de los polos de producción rural. Los paperos conviven con tambos, granjas de producción hortícola, criaderos de chanchos y con las otras múltiples actividades rurales que tienen lugar de la mitad del país para abajo. En la lontananza, el penal.

La primera parada es una ladrillera, con sus trabajadores envueltos en el polvo rojizo que vuela con cada movimiento. Arriba del camión, varios pibes los cargan y acomodan, tostando sus torneados torsos. No se deciden a responder las preguntas, se ríen. Finalmente, uno se acerca. Con 23 años ya pasó por la forestación, por la pesca, y ahora hace dos que trabaja ahí, en la ladrillera de su padre. “Entre los tres hornos hay 13 o 14 personas fijas.” ¿Se toman zafrales? “Es muy rotativo esto, al que anda buscando la changa se le da trabajo.” Uno de los trabajadores veteranos, que cumple 60 y siempre ha trabajado en el rubro, se une a la conversa. Queríamos hablar de la campaña electoral, ¿cómo la vieron ustedes? “A mí la política no me interesa mucho, ¿quién cree en la política hoy por hoy? Son todos el mismo verso, lamentablemente”, dispara el joven sin dudarlo. Pero, ¿se discute acá? “Partidos de fútbol y políticos, no. Para evitar problemas, porque vos sos de un lado o del otro”, aclara el veterano. Y lo último que se habló en torno a la ley de ocho horas de los rurales, ¿llegó a estos pagos? “Acá es normal trabajar ocho horas, pero como la mayoría de los trabajos son a destajo, cada uno hace las horas que quiere, no tiene por qué cumplir las ocho horas. El que es cortador a veces hace más horas, si cortás, ganás, y si no, no.” Un tercero se acerca. Dice que tampoco le da importancia a la política. Es trabajador de la construcción, “como hoy estamos parados vine a hacer la changa con ellos”. ¿Ya saben qué van a votar? “Al Frente, como todos los años”, dice este último. “El dueño de los hornos es del Frente”, aclara el veterano. “¡Pero no va por lo que vote el dueño de los hornos!”, le pelea el joven, y continúa: “Pa’ mí no ha venido tan mal el país, según lo que me acuerdo y para la poca edad que tengo”. ¿Ha atendido a la población rural? “Sí, yo creo que está bien la ley de las ocho horas, como lo de la reducción de la bolsa de 50 quilos.”

La segunda parada es un centro de acopio agrícola que se cruza en el camino. Sentado en la cabina de su camioneta baqueteada, un productor familiar de 50 años dice: “Antes del primer gobierno del Frente había otra movilización entre sus militantes, pero ya no”. ¿Levantó polémica el tema de las ocho horas? “La gente cree que eso no tiene marcha atrás. En el campo es flexible. Hay días que no las cumplís y otros que seguís. Eso lo arreglás con el patrón. La ley es una referencia para no abusar.” ¿Qué tema debería ser prioridad del próximo gobierno para el sector rural? “Hay una tendencia fuerte a buscar los trabajos de la ciudad, de lunes a viernes, aunque no sea el mejor salario. El tema es potenciar a las nuevas generaciones en el agro y la agroindustria, no en las fábricas chinas.” Él, con su tambo y una producción –“pequeña”, aclara– de granos, va a votar a la Unidad Popular (UP) en primera vuelta, y al Frente en segunda. “La UP pone énfasis en algunos temas que otros no les dan pelota: lo ambiental, la concentración de la producción. Un nivel de escala tiene que haber, pero acá se sintió la pérdida de los productores chicos. Los lecheros sobre todo, que siguen desapareciendo.”

La tercera, entonces, es buscar un tambo. Mientras el peón se levanta de la siesta, se conversa con el patrón. “Acá no han llegado todavía. No precisarán de nosotros, digo yo”, dice, hablando de la campaña electoral y soltando una risita. “Yo nunca hablo de política ni de fútbol, porque no sabés con quién estás tratando.” 65 años, productor lechero desde 1970, empezó a trabajar a los 14 años. ¿A quién vota? “Yo voy a votar a Lacalle.” ¿Siempre fue blanco? “Toda la vida, desde mis abuelos.” ¿Y qué piensa de la ley de ocho horas? “Los empleados, si usted los pasa de ocho horas… –chista–. Si trabajan siete no pasa nada, si trabajan ocho y media, sí.” Pero eso se paga extra, ¿no? “No, ¡porque casi nunca hacen las ocho!” ¿Hay conflicto por ese tema? “Acá no porque tengo un empleado solo.” El empleado aparece, cara lavada, peinado para atrás, 58 años. “En el campo toda mi vida”, aclara. Dispone el ánimo a la pregunta con un gesto de sus ojos claros: “Poco de la campaña por acá. Voto porque hay que votar. No es de conversarse eso mucho”. ¿Ya tiene definido lo que va a votar? “Sí, hace años. Voy a votar lo que está.” ¿Ganó adeptos el FA por esta zona? “Sí, con el tema de las ocho horas, con la ley (de responsabilidad penal) empresarial. Pegó. Ayer conversando con el empleado que viene a buscar la leche me decía que de este gobierno no tiene de qué quejarse.”

En busca de la “mano de obra feminizada” de las granjas de producción hortícola, los pasos se dirigen ahora hacia Milagro SA, productora de cítricos a diez quilómetros del casco urbano. Pero lo que se encuentra son jóvenes. Se preparan para irse, algo agotados. Uno de brazos tatuados mete la cabeza abajo de una canilla, a ver si le gana a la temperatura. Otro más atrás prepara un mate. ¿Puedo hacerles unas preguntas para un semanario de Montevideo? “No hay problema, mientras no nos preguntes si nos drogamos.” La risa alivia el desembarco y acerca a dos. Uno de remera de Boca, dos años en la empresa, tres en el trabajo rural, de Montevideo; y una gurisa, de la zona, 27 años, nueve como rural. “Cada tres meses te renuevan el contrato. Ahora cobramos a destajo, según lo que producís. Después pasamos a cobrar por hora y después viene la zafra.” ¿En la zafra entra gente? “Sí, pero nosotros también somos zafrales. Los de la empresa son muy pocos, no sé si llegan a diez.” Quería preguntarles por la campaña electoral, también. “Si me suben el sueldo voto a mi madre igual.” Uno que escucha la improvisada ronda larga la carcajada. ¿Están bajos los sueldos? “Sí, estamos en 70 pesos la hora. Por más que se hable de la gente de la quinta, nosotros producimos muchas cosas. No te olvides de que nos comemos el invierno acá adentro, mientras la gente está en las oficinas o las fábricas. No tenemos buenas condiciones, y si por factores climáticos no podés trabajar, perdés.” ¿Y la ley de ocho horas? “No es que no me toque, pero a mí me sirve laburar como hoy, nueve horas y media para no venir el sábado. A destajo, en seis horas y media hago más plata; si me lo pagás por hora ya no me sirve.” La gurisa interviene: “La ley fue más bien para las personas de más arriba del Uruguay, para los peones de estancia, que trabajaban 12 o 14 horas por día. Nosotros somos zafrales”.

LO CONQUISTADO. Los trabajadores de quinta, tambo y granja ya tenían las ocho horas desde los sesenta. Ésta, la 18.441, de 2008, vino a regular los sectores faltantes: peones de estancia, del arroz, de la caña de azúcar. La explicación la brinda Antonio Rammauro, abogado de la Unión Nacional de Asalariados, Trabajadores Rurales y Afines (Unatra), que agrega: “Los de granja hubieran sentido el cambio si la ley se hubiese reglamentado, cosa que aún no sucedió. El decreto reglamentario aclara sobre el trabajo a destajo: cuando saco un cajón de naranjas en la novena hora de laburo, ¿vale los cien que acordé por el cajón o vale doscientos porque estoy en tiempo adicional? El precio de la unidad es doble si se hace en tiempo extraordinario”.

Llamado al ruedo está César Rodríguez, fundador del sindicato de peones de estancia (Sipe): “La declaración (de Lacalle Pou, sobre la supresión de la ley) generó un gran rechazo, incluso en los más alejados y no sindicalizados. Es un buen termómetro para ver que se ha incorporado en la práctica diaria como un derecho adquirido. Como Unatra, estamos dispuestos a defender lo conquistado”. ¿Se tiene entre los rurales una opinion favorable sobre la gestión del gobierno en este ámbito? “Creo que sí. El Interior va a dar una sorpresa el domingo. Hay una temperatura en la gente, sobre todo en la de más tierra adentro, la conquista de derechos ha tenido una fuerte repercusión. Hoy el tema lo sacan ellos mismos. Hay gente que ya se manifiesta sin temor, con todo el peso que eso tiene en el Interior.”

De vuelta en Libertad, las últimas preguntas a los jóvenes jornaleros. ¿Ya saben lo que van a votar? “Sí, a la 609”, dice uno de ellos. ¿Y vos? “Sí, no sé a quién, mientras sea del Frente, que algo bueno hicieron.” ¿Hay más jóvenes trabajando acá? “Sí, casi todos.” ¿Y se habla de política? “Sí, claro.”

El sol sigue quemando sobre la 1, mientras los camiones pasan silbando y desde la ventana del bondi rumbo a Montevideo  se ve a los trabajadores agachados, trabajando entre los surcos de las plantaciones.

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