Noctámbulos por contrato - Semanario Brecha

Noctámbulos por contrato

La sociedad industrializada se embarcó en un viaje en busca de cómo aprovechar el tiempo para maximizar beneficios. En medio están los trabajadores nocturnos. A pocos días de entrar en vigencia la ley de nocturnidad en Uruguay, se visibilizan cada vez más los pormenores de un estilo de vida que afecta a parte importante de la población.

Archivo ACAR

«La noche te cambia totalmente la vida. Yo estudiaba a las siete de la mañana, iba a clase y me dormía. Me hablaban y me dormía, era más fuerte que yo. Estaba siempre agotada, el día no me alcanzaba para dormir.” A los 45 años, Ema es enfermera en un centro de tratamiento intensivo (Cti). Hace diez que trabaja de noche, en un área cerrada que no cuenta siquiera con ventanas. Lo primero que hace cuando se le pregunta por su trabajo es señalarse los semicírculos oscuros que aparecen debajo de sus lentes de armazón dorado, y se ríe, resignada. “Las ojeras ya son parte mía, pero hace unos días mis compañeras me encontraron arrugas que no tenía, ahí me preocupé. Envejecés muy rápido cuando trabajás de noche.” Dice que sus primeros años fueron más llevaderos, porque rotaba de turno y era más joven. Ahora la historia es otra.

Su caso no es aislado. En Japón, el Ministerio de Sanidad reconoció en 1987 la existencia de un fenómeno al que denominan karōshi: muerte por sobrecarga de trabajo. Se estima que cada año acaba con la vida de 10 mil personas. Karōshi, más conocido en Occidente como síndrome del burnout (o quemado). Si a un horario normal se le suma trabajar por las noches, o hacer turnos dobles, con un promedio de tres horas de sueño diarias, llevar una vida social, las amistades, la pareja y los pequeños avatares de la vida diaria, con un hogar que mantener y familia que cuidar, sería una pesadilla. Sin embargo, hay personas –muchas– que viven así a diario desde hace años: los trabajadores nocturnos.

En Uruguay se considera trabajo nocturno aquel que se desarrolla entre las 22 y las 6 horas. Recién en febrero de este año se aprobó una ley que establece pautas al respecto, y entrará en vigor este 1 de julio: se debe pagar hasta un 20 por ciento más y se protege a las embarazadas, que pasarán a trabajar en horario diurno hasta un año después del parto (véase recuadro).

CUIDAR A LOS QUE CUIDAN. Nadie obligó a Ema a trabajar de noche, para ella fue una elección. “Me facilitaba estar todo el día con mis dos hijas. Hago turnos de seis horas. Hasta el año pasado tenía dos empleos. Te agota, pero te acostumbrás.” Cuando tenía dos trabajos sentía mucho más el agotamiento, “dormía máximo cuatro horas y trabajaba 12”, señala, con una voz entre cascada y somnolienta, mientras bosteza. Pero se recupera rápido. El reloj de pared a sus espaldas marca las 17.15. Está en su día libre y el sol que se cuela por la ventana le saca una sonrisa. Para Ema eso es un lujo. “Cuando vivís así, apreciás más las pequeñas cosas”.

Percibe, sin embargo, un gran impacto en su salud física y mental, cansancio y envejecimiento prematuro, por sobre todas las cosas. “Tengo compañeras que tienen 50 años y las mirás y parecen de 65. Y son personas que ya hace 20 años que trabajan de noche”, con problemas de columna y de pérdida de masa muscular. Los enfermeros en particular deben estar siempre alerta. “Si fallás en un Cti, el paciente se muere”, sentencia. Cuenta que los olvidos son uno de los síntomas más comunes que presentan.

No le atrae la idea de terminar como sus compañeros que están próximos a jubilarse. Ya definió su límite: el día que pierda la calma con un paciente deja la carrera. Espera tener la suerte de darse cuenta. “Veo a algunos de mis compañeros y no puedo creer que no sean conscientes de que están zamarreando a un paciente, o pegándole o gritándole”, se lamenta. “Hay mucha depresión, apatía. No pueden decir que estás bien. Por más que el carné de salud te diga que no tenés colesterol ni acido úrico, ¿qué pasa con tu cabeza?” Tener más horas de descanso, según Ema, se lograría cambiando la mentalidad de los que dirigen los hospitales, porque se necesita más personal. “Serán tres enfermeros más por sector, ¿eso afecta tanto a una institución médica, con todo lo que ya gasta? No creo”, se responde, un tanto irónica. El trabajador es siempre rehén del mercado.

¿EL TRABAJO ES SALUD? Fernando Tomasina, decano de la Facultad de Medicina y profesor titular de la Cátedra de Salud Ocupacional, señala como eje central del problema que los seres humanos estamos programados para trabajar y relacionarnos socialmente durante el día. “Ahí lo biológico está relacionado con el desarrollo cultural y social. Estamos programados para trabajar con luz.”

En la noche es cuando se quiebra el sistema y se debe descansar. Trabajar en ese horario rompe con diferentes ciclos, pero en particular con el circadiano. “Cuando trabajás de noche el ciclo no se invierte, sino que tiende a aplanarse, y esto repercute de diferentes formas psicosomáticas. Se observa la fatiga y se cronifica. Es un estresor, por lo tanto hay riesgo cardiovascular. Si dormimos de día se descansa menos. No se logran todas las fases de sueño; algunas tienden más a la recuperación física-muscular y psíquica, como la fase Rem”, que es cuando hay mayor actividad cerebral y ocurren la mayoría de los sueños. Se genera también una fuerte tendencia a consumir comidas altas en calorías y contenidos de grasa, otro factor de riesgo adicional.
Somos, además, seres sociales. Vivimos en comunidad y la actividad del entorno está pensada preferentemente para desarrollarse durante el día. “Ahí hay una contradicción importante que afecta los aspectos psicosociales del trabajador de noche. Está a contramano de sus núcleos cercanos. Viene a descansar cuando se levantan sus hijos, cuando el barrio despierta”, y eso es terrible, expresa el decano, porque impacta en la psiquis y puede desembocar en depresión, o en el consumo de psicoactivos.

Tomasina informa que hay recomendaciones que postulan que no debería existir trabajo nocturno en mayores de 40 años que no sea voluntario, o que debería existir sólo en áreas esenciales. También está comprobado que durante el trabajo nocturno la atención es menor, hay más accidentes y más riesgo de lesiones. Se habla de que los trabajos no podrían ser de alto riesgo.

EL PESO DE LA LEY. Walter Migliónico, coordinador de la Secretaría de Salud Laboral y Medio Ambiente del Pit-Cnt, recuerda que “el interés por la problemática de la salud de los trabajadores es muy reciente. Entre otras cosas porque es un tema que no tiene publicidad”. Para Migliónico es un asunto que siempre estuvo presente, con más énfasis quizás en el aspecto monetario que en el de la salud. “Nosotros desde el Pit-Cnt sostenemos que el mayor problema es la falta de control en los lugares de trabajo. El trabajo nocturno es un factor de riesgo. Siempre existió, pero ahora lo que hay es una mayor visibilidad.”

El diputado por el Partido por la Victoria del Pueblo (Pvp, FA) Luis Puig cuenta que en el caso de esta ley la iniciativa provino de los trabajadores de la seguridad privada. La mayoría de los gremios lograron en los consejos de salarios que se reconozca que el trabajo nocturno es nocivo para la salud y debe tener algunas compensaciones. Pero “en el caso de los trabajadores de la seguridad privada, limpieza y servicio de acompañantes, les fue imposible por la falta de fortaleza sindical para negociar con patronales muy fuertes que se negaron a aplicar este derecho”. Plantearon entonces al Parlamento, “a nosotros concretamente, que se sancionara por vía legal lo que no se podía lograr por convenio colectivo”.

La ley contempla especialmente a las mujeres embarazadas porque admite que hay una diferencia. Fernando Tomasina reconoce diferencias en el trabajo nocturno que dependen del género. Destaca que la ley tiene un componente importante de protección de la mujer y el embarazo, y no sólo monetario. “En áreas de servicios como la salud predominan las mujeres, y siempre en el tema género hay una doble carga vinculada al aspecto reproductivo y al trabajo. Por más que ahora se tienda a compartir las responsabilidades, es la mujer quien cumple mayor cantidad de tareas.”

Pero la ley también tiene carencias, asegura Puig. En el proyecto original que redactó planteaba que se pague la nocturnidad entre las 22 y las 6 horas, cualquiera sea el tiempo que se trabaje en ese lapso. Hubo argumentaciones en el sentido de que se debía establecer un mínimo de cinco horas, porque de lo contrario se alteraban algunos convenios que ya estaban establecidos. “Yo aspiro a que en el futuro la podamos modificar, que establezcamos que dentro de cualquier lapso que se trabaje de las 22 a las 6 de la mañana al trabajador se le pague esa prima.”

UN TEMA DE CLASES. El panorama para Mauro y sus compañeros en la fábrica de bebidas no es alentador: entran a las tres de la mañana. Todo está en silencio, apenas en penumbra. La cantina ya está cerrada. En los elevadores y en otros lugares de la fábrica se encuentran empleados tirados, dormidos algunos, otros alcoholizados, hace más de 20 años que trabajan allí. Con 27 años, a Mauro le disgusta pensar que ese puede ser su futuro. Se asusta porque frecuentemente se despierta sin tener noción del espacio y el tiempo.

Siente que no funciona bien. Carga camiones, mueve botellas y maneja autoelevadores durante ocho horas. “Hace siete años que hago este horario”, cuenta desganado y con sueño. Al igual que Ema, se lo nota cansado, y cuando describe su trabajo uno podría percibir que está siempre al borde del quejido. Pero al contrario de ella, no hay un ápice de esperanza en su mirada.

Trabajaba en un lugar donde pagaban poco, y como en esta fábrica pagaban mejor por ser horario nocturno, decidió probar suerte. “La condición era cumplir horario rotativo, yo no sabía lo que era eso, pero agarré por el sueldo. Hoy me arrepiento. Cada día que pasa pienso más en dejar, no aguanto más. Ahora sé que quieren subir el sueldo, me enteré de lo de la ley, pero la plata no compensa el sacrificio que hacés.”

Tiene muy claro las razones por las cuales la empresa en que trabaja continúa la producción durante la noche. “No es una cosa esencial, el asunto es tener las máquinas y la producción andando las 24 horas y generar dinero, dinero y dinero”, al decir esto su frustración es aun más evidente. Del tema hablan todo el tiempo con sus compañeros, casi todos piensan en irse. “Ya es insostenible, no me veo teniendo familia trabajando en esos horarios. No hay una preocupación desde la empresa por mejorar la situación. Incluso a veces te rotan mal, y te suspenden por cualquier error.”

El argumento esgrimido por las compañías en defensa del trabajo nocturno es que así se puede producir más en menor tiempo. Fernando Tomasina recuerda que “en la recomendación de la Organización Internacional del Trabajo (Oit) se dice que esto no debería ser un argumento, sino que el único válido debe ser la esencialidad del servicio”.

El decano asegura que hoy en día el criterio para combatirlo no es esperar que se llegue al deterioro de la salud, es tratar de cambiar los procesos productivos para evitar que el trabajador lesione su salud. “Y me parece que va por ahí. Ahora, todo esto choca con una mentalidad donde lo importante y superlativo es ver cómo se aumenta la tasa de ganancia.”

Al respecto, Puig expresa que una de las discusiones más fuertes se centra en cómo priorizar los asuntos de salud sobre los aspectos de rentabilidad del capital. “Cada vez que se intenta avanzar en legislación que proteja la salud de los trabajadores, como la ley de responsabilidad penal del empleador, todas las usinas de las cámaras empresariales encienden alarmas, como si lo que se iba a hacer es meter presos a gran cantidad de patrones. Cosa absolutamente falsa.” El diputado sostiene tajantemente que el conflicto es un tema de clase.

VACAS GORDAS. Tomasina trabaja en el área de la salud ocupacional desde 1988. La experiencia le dice que en momentos de mayor crisis económica, el principal problema para el trabajador es conseguir un empleo, no importa su calidad. “Yo creo que actualmente estamos en mejores condiciones y por eso se da la evolución de discutir las características del trabajo. Eso genera mayor conciencia y preocupación en el trabajador.”

Migliónico cree que se debe organizar el trabajo bajo la perspectiva de la salud de la gente. Ver las posibilidades de reducir los horarios, dar licencias especiales a fin de que la persona pueda recomponer su vida social, y hacer pagos diferenciales. “En materia de organización del trabajo hay un montón de cosas por hacer. Es mucho más caro, pero hay que llevarlo a cabo.”
Puig y otros legisladores tienen la idea de impulsar en el Parlamento una ley que contemple de manera general las condiciones óptimas de salud para los trabajadores, lo que en su momento se usó como excusa para no aprobar la ley de responsabilidad penal empresarial. “La idea que tenemos es trabajar una ley general de salud en el trabajo, porque más allá de la especificidad de las áreas, hay aspectos mínimos de seguridad y salud en el trabajo que son comunes.”

La experiencia le dice que las leyes se cumplen cuando hay sindicatos fuertes, “donde no los hay, nunca te van a alcanzar los inspectores para fiscalizar todo. Cuando estás solo, pendiente de la inspección o de la voluntad del empleador, ahí las leyes no se cumplen”, remarca Puig. “Y cuando se reclaman los derechos no se puede ir a medias.”

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La ley 19.313, o ley de nocturnidad, establece compensar económicamente a aquellos que desempeñen su labor en este horario, más allá de que muchos ya recibían esta prima a través de convenios colectivos. Es la primera ley que se aboca a regular el trabajo nocturno.

 

Establece que:

 

• El trabajo nocturno es en todos los casos sumamente nocivo para la salud.
• La mujer embarazada, y hasta un año luego del parto, puede acceder a trabajar de día, y no puede ser despedida por pedir el cambio de horario, ni perder la prima por nocturnidad.
• Al trabajador nocturno se lo debe compensar con un mínimo de 20 por ciento de prima o con reducción horaria. La elección es a convenir entre los trabajadores y la empresa.
• Se considera trabajo nocturno cuando el trabajador cumple un horario de cinco o más horas entre las 22 y 6 horas. Si lo surgido de los convenios colectivos es más beneficioso para el trabajador que lo que establece la ley, sus intereses no se verán afectados por la implementación de ésta.

 

La ley se aplica tanto en el ámbito público como en el privado. Aquellos que no cumplan con lo estipulado podrán ser amonestados e incluso se puede llegar a la clausura de la empresa. De haber irregularidades el trabajador puede denunciar a su empleador

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