Ojos bien cerrados - Semanario Brecha

Ojos bien cerrados

​En la edición de la semana pasada el semanario Voces publicó una columna de Hoenir Sarthou en la que responde a una contratapa de mi autoría, publicada en Brecha el viernes 10 de junio. Bajo el título “La parte en que no convencés, Mariana”, el abogado me alude directamente e intenta rebatir mi opinión sobre las muertes por violencia doméstica y el componente de género que este fenómeno en particular encierra.

Tener opiniones diferentes y debatir está muy bien, pero el problema surge cuando lo que se esgrime para cuestionar lo expuesto hace tan evidente que Sarthou no entendió nada. Digo esto porque desde su primera frase me presenta como defensora del proyecto de ley de violencia de género que se discute en el Parlamento. Y para sostener esta afirmación –que es, al menos, arriesgada– se vale del título de mi nota: ¿Qué parte no entienden? Esa pregunta estaba precedida por un colgado que el abogado omite a sus lectores: “Violencia doméstica es violencia de género”. Colgado y título forman siempre una unidad que pretende introducir al lector en el tema de la nota. Entonces, la cosa debe leerse así: Violencia doméstica es violencia de género, ¿Qué parte no entienden? Sarthou puede discrepar con esta idea, lo que no puede es hacerme decir en Voces lo que yo no dije en Brecha. Toda la interpretación sarthousiana, sobre que el problema no es que la gente no entiende las bondades del proyecto sino que no logro convencerlos de ellas, queda así anulada: estoy hablando de otra cosa. Mal puedo estar haciendo una defensa irrestricta del proyecto cuando me expresé con meridiana claridad al decir que es atendible interrogarse por la efectividad de buscar respuestas en el derecho penal a un tema con raíz social y cultural profunda, de la misma manera que es atendible la posición sobre la (i)legalidad de establecer penas más altas si el homicidio lo comete un hombre.

Lo que sí dije es que no se puede eludir el componente de género a la hora de hablar de violencia doméstica.

Es curioso que el articulista, que reclama con acierto que el Estado promueva políticas de prevención antes de agarrar el chicote, demuestre cero interés en comprender la realidad. ¿Cómo se previene lo que no se conoce a cabalidad? Aferrado a la hipérbole a la que recurro al comienzo del artículo (en los casos de violencia doméstica las mujeres no matamos, los hombres sí), fascinado con la potencialidad que le provée el recurso, el abogado redobla la apuesta interpretando para sus lectores que cuando digo que los hombres matan, estoy diciendo en realidad “todos los hombres matan”, violentando una vez más el sentido de lo escrito.

Ignoro por qué Sarthou tensa el debate de esa forma, e ignoro por qué se entretiene con cavilaciones sobre mi persona en lugar de limitarse a cuestionar mis ideas (el comentario más abyecto fue deslizar públicamente la posibilidad de que escribo lo que escribo porque tal vez atravesé episodios de violencia doméstica; porque, se deduce, sólo pueden pensar como yo mujeres golpeadas o de cerebro abducido por organismos internacionales a favor de Estados Unidos), pero sospecho que tiene que ver con la dificultad del abogado para ofrecer una alternativa al análisis de las cifras que arroja la realidad, y que son el centro de mi nota. Repasemos: “de 289 homicidios cometidos en 2015 sólo el 18 por ciento corresponde a violencia intrafamiliar. Si se toma sólo a las mujeres, la violencia doméstica fue motivo de muerte en 8,9 por ciento del total de los homicidios. Es poco, si es que cabe medir así asuntos como éstos. Pero en todo caso esa cifra tiene otra lectura que los transforma en relevantes: el 52 por ciento de las mujeres asesinadas el año pasado murió a manos de su pareja o ex pareja. De forma que con ese dato –y no en el capricho de las feministas– la violencia intrafamiliar se convierte en violencia de género. La primera causa de homicidio de las uruguayas es la violencia doméstica, sus principales verdugos son los hombres que alguna vez dijeron amarlas”. En un pasaje anterior expresé: “De los 21 hombres muertos por un familiar, cinco fueron asesinados por su pareja o ex pareja. (…) De esos cinco, hay que considerar que alguno tuviera la doble condición de víctima y victimario. O sea, un hombre asesinado por una mujer que sufría violencia al extremo de que ésta lo mató para terminar con su calvario”.

Para Sarthou, que existan mujeres que matan a su pareja o ex pareja demuestra “que todos los seres humanos tenemos la potencialidad de asesinar”, y, “en todo caso”, la diferencia entre la cantidad de hombres y mujeres asesinadas “es una cuestión de grado”. Ya está. No intentemos comprender por qué esa “diferencia de grado” se repite una y otra vez cada año, ni por qué sucede lo mismo a lo largo y ancho del mundo, alcanza con sabernos todos potenciales asesinos. Prevengamos a tientas.

Para Sarthou señalar la diferencia encierra una intención de “demonizar” a los varones, aunque para cualquier cientista social una “cuestión de grado” repetida y sistemática despierta, como mínimo, curiosidad.

Aun admitiendo que las mujeres también somos potencialmente violentas, y que en las relaciones de pareja existen momentos donde esa violencia es de un ida y vuelta, la violencia letal es mayoritariamente masculina. ¿Puede simplemente meterse en la misma bolsa de explicaciones a quien mata en el marco de un robo y a quien mata a su pareja? ¿Puede soslayarse el vínculo entre víctima y victimario si se quieren políticas de prevención acertadas?

La revista científica The Lancet publicó en 2013 un estudio1 sobre los homicidios cometidos entre parejas o ex parejas. Se trata del análisis más ambicioso hecho hasta ahora, que combinó la recolección de datos de oficinas estadísticas de una porción importante del globo y la revisión sistemática de más de cien estudios académicos ya existentes. De allí se obtuvieron datos fiables en cuanto a 492.340 homicidios cometidos en 66 países. Según los resultados, el 13,5 por ciento del total de los homicidios fueron cometidos por la pareja de la víctima. En los asesinatos de mujeres la proporción se eleva al 38,6 por ciento y para los hombres baja al 6,3 por ciento. La publicación llega para los países estudiados a la misma conclusión que desde hace años se advierte en Uruguay: “para las mujeres, el riesgo más grande de ser asesinadas proviene de una pareja”, afirma el trabajo, que señala que en números absolutos también fueron más las mujeres que los hombres asesinados por sus parejas o ex, salvo en los casos de Brasil y Panamá.

Comentando el artículo, la investigadora principal del proyecto, Heidi Stöckl,2 apuntó que en los años setenta en Estados Unidos la cantidad de muertos, hombres y mujeres, a mano de sus parejas o ex parejas eran similares, pero con el paso de los años la cantidad de hombres asesinados por sus parejas cayó de manera significativa. Si a mediados de los setenta alrededor de 1.500 hombres y otras 1.500 mujeres fueron asesinados en estas circunstancias, para los años 2010-2011 el número de hombres descendió a menos de 400. “La diferencia más patente es que las mujeres tienden a asesinar a sus parejas mientras todavía están en la relación, y en la medida en que pudieron dejar relaciones abusivas y ser económicamente independientes, en la medida en que las respuestas de la justicia hacia la violencia mejoraron y que las mujeres que eran abusadas fueron asistidas, éstas comenzaron a dejar sus relaciones abusivas, siendo menos probable que asesinaran a su pareja en respuesta a la violencia que vivían, como autodefensa”, explicó la investigadora en una entrevista publicada en la web de la revista. Sin embargo, al menos 1.000 mujeres continúan siendo asesinadas cada año por su pareja o ex pareja. “Y la razón probablemente sea que las mujeres corren un riesgo más grande de ser asesinadas por su pareja durante la separación o luego de ella. Las causas de estos asesinatos están más asociadas a los celos y al control (de la pareja) y al tipo de normas sociales que permiten la violencia, la concepción de género según la cual un hombre tiene derechos sobre su esposa o su pareja femenina”, explicó Stöckl.

Sarthou habla luego del control ideológico que pretenden los grandes capitales y sostiene que todo el asunto de género es funcional al capitalismo y distraen la atención de la lucha para contrarrestarlo. Qué bien si conociera la Latinoamérica profunda, qué bien si supiera quiénes son y a qué colectivos pertenecen algunas de las que lideran las experiencias contra el modelo extractivo, contra las industrias contaminantes, contra el desbarranque de la enseñanza. Así se daría cuenta de que todas las luchas pueden darse en forma simultánea. En cuanto a mí, simplemente decirle que no me cabe su sayo.

  1. “The Global Prevalence of Intimate Partner Homicide: a Systematic Review”; Stöckl et al.
  2. Integrante del Grupo de Epidemiología Social y Matemática del Departamento de Salud y Desarrollo Global de la London School of Hygiene and Tropical Medicine.

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