Las cárceles leudaron al calor de los cantos a la libertad. Cuando ser libre se convirtió en un derecho y en un deber inexcusables, cobró sentido y volumen ese dispositivo que masivamente privaba, en nombre de alguna justicia, de lo que comenzaba a patentarse como el bien supremo: ser dueño de sus pasos. Por esas mismas épocas se imaginaba a la enseñanza como un camino de autonomización, de renuncia al tutelaje que, minorizando, tiene de hijo al ciudadano.
Sobre estas candentes contradicciones discurrieron extensamente las personas privadas de libertad del Comcar que el lunes pasado participaron en un acto académico –rendición de exámenes de Enseñanza Secundaria– que coincidió con la presentación del tercer número de su periódico Pres y Diario, y que contó con invitados de la prensa, de Se...
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