Pueblo y su leyenda - Semanario Brecha

Pueblo y su leyenda

No hay pueblo chico sin historias. Cuando, además, algún edificio de cierta envergadura y antigüedad forma parte del paisaje familiar, las historias brotan como el musgo en las piedras. En Colonia, cerca de Nueva Helvecia –o Colonia Suiza–, un molino construido en 1876 y que se incendió cinco años más tarde conserva parte de su enorme casco, en un hermoso lugar de montes y cerca del río.

El molino propició una de las entregas del programa Voces anónimas, el cazafantasmas televisivo nacional conducido por Guillermo Lockhart. En este documental, Martín Chamorro, Micaela Domínguez Prost y Cecilia Langwagen convierten al molino en una especie de eje, a partir del cual indagan en la historia de esa parte del Uruguay inicialmente poblada por inmigrantes suizos, que vinieron en el siglo XIX escapando de las hambrunas europeas, según explica uno de los varios entrevistados que aparecen en la pantalla. Es un conjunto de voces variado, abierto: hombres, mujeres, jóvenes, niñas, adolescentes. Entre ellos hay escritores, vecinos, amas de casa. Algunos tienen apellidos suizos, otros cuantos no, aunque quizá los lleven en segundo o tercer lugar; da la impresión de que todos son o se sienten descendientes de aquellos que vinieron a trabajar el campo, porque eso era lo que querían los gobiernos de esa época (“a un relojero no lo precisaban”, explica uno de los testigos). Sentido de pertenencia que, al menos en un caso, no excluye su dosis de ironía; “ponen banderas de cantones que ni siquiera existen”, dice una muchacha. Pero que se manifiesta en bailes, músicas, ceremonias, banderas, objetos que se guardan o se recrean. En el recuerdo –a veces guardado en registros fílmicos– de hitos colectivos, como la construcción de un gimnasio o una carrera. O la evocación verbal de sucesos de la infancia, de aventuras juveniles, de lo que enfrentaron los primeros pobladores, de crecidas, de amenazas a los cultivos.

El molino quemado aparece periódicamente, salpicando con su presencia, o su evocación, las memorias del pueblo. Las versiones sobre el incendio y sobre el origen de este, la muerte del molinero y su esposa no difieren demasiado, pero se agregan o se quitan ingredientes; traición, celos, accidente, una muchacha que está o no está (así son las leyendas). Lo fantasmal no se descarta –quién descartaría fantasmas en un lugar como ese, con su estoico volumen y su entorno, y donde además se presume un crimen–, pero no ocupa demasiado lugar; hasta los niños parecen escépticos frente a la posibilidad. Hay una novela (“una famosa novela”, dice quien habla de ella) sobre el molino, de 1920, cuyo autor es alguien llamado Antonio Soto, y aún permanece en pie el hotel donde el escritor se alojó en esa época para escribir la historia. Muchas cosas permanecen en Colonia Suiza, pero el documental, a paso firme y con mirada abierta, procura el equilibrio entre esa permanencia y lo que está hoy, lo que sigue. Alguno de los entrevistados refuerza con sus palabras esa sensación: Omar Moreira, a quien está dedicada la película, habla de la memoria apartándola de la nostalgia, como algo que se sigue elaborando. Como ocurre con los grupos humanos, los barrios, los pueblos, Colonia Suiza.

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