Que todo sea para bien - Semanario Brecha

Que todo sea para bien

96 horas después de haber ganado la elección que le aseguraba un quinto mandato al frente de la Fifa, Joseph Blatter se las ingenió para volver a poner al fútbol en el centro de mira: renunció “por el bien del fútbol”, dejando la sensación de estar ante un intento por salvar su pellejo que nos invita a sentir que lo peor está por venir.

Blatter y Platini / Foto: AFP Michael Buholzer

“Algo indudablemente debe de haber pasado”, dijo el presidente de la Auf, Wilmar Valdez, en declaraciones vertidas en Sport 890 (3-VI-15). Resulta claro que cuando se presentó a la elección que finalmente ganaría ante el desconocido “príncipe Alí” no tenía pensado renunciar a los cuatro días.

Para quienes conocen las páginas básicas de la historia de la Fifa, resultó curioso que el abogado y dirigente Alejandro Balbi haya salido a gritar a los cuatro vientos a través de los micrófonos de Subrayado (2-VI-15) que “Europa y América deben ponerse los pantalones y gobernar la Fifa”. ¿Quién los ha llevado puestos hasta ahora?
Mal que nos pese, la Fifa que tenemos –y por ende, el fútbol mundial que tenemos– es obra de europeos y sudamericanos. Fundamentalmente los primeros, que han gobernado a la organización durante 87 de sus 111 años de existencia. Sin mencionar que el único presidente no nacido en Europa era hijo de padre belga.1

El club de los OCHO. Mientras en Uruguay estallaba la guerra civil, en Europa se juntaban representantes de Dinamarca, Bélgica, Suiza, Francia, Suecia, Holanda y España para crear la Fifa. Si habrá estado signada por la desgracia desde sus orígenes, que sus socios fundadores tardarían 94 años en ganar un Mundial.

El francés Robert Guérin fue su primer presidente, allá por 1904. Dos años después le tocó el turno a un inglés de barba (algo impensado en nuestros días), de nombre Daniel Burley Woolfall, propuesto para asegurar el ingreso armónico del fútbol británico y que moriría en pleno ejercicio del cargo.

La Primera Guerra Mundial golpeó fuertemente al fútbol, por lo que tras la muerte del barbudo hubo lo que en Uruguay llamaríamos un “ejecutivo provisorio”, hasta que en 1921 asumiría uno de los presidentes más populares, el también francés Jules Rimet. La historia es conocida: inventó la Copa del Mundo, en el 50 se la dio a Obdulio, etcétera. Murió en 1956, tras una candidatura a premio Nobel de la paz que no prosperó.

Dos años antes había cedido su puesto a un belga de apellido complicado, que falleció al año siguiente, y que dio paso a un tal Arthur Drewry, también inglés, y que también fallecería en el cargo, precisamente en 1961. Hasta ese entonces la Fifa acumulaba cinco presidentes, y salvo el primero (que fue poco menos que presidente simbólico) todos fallecieron en el cargo (o poco después de haberlo cedido). O lo que es lo mismo: el cargo de presidente de la Fifa fue vitalicio prácticamente desde su creación y hasta que el fútbol se comenzó a convertir en un espectáculo realmente global.

Poderoso caballero. En 1961 irrumpió el primero de los verdaderos capos de este negocio, aquellos que fueron capaces de convertir a la Fifa en una máquina de atraer gente y billetes. Sir Stanley Rous fue el tercer presidente inglés y el primero en perder su cargo a través de una lucha política. Antes introdujo la televisación de los partidos, y notó que se podía hacer dinero colocando carteles de publicidad al costado de la cancha.

Ex árbitro de bigotito cortito, no llamó la atención que apoyara a la Sudáfrica del apartheid y que se negara a ampliar los cupos para los continentes menos agraciados (África y Asia). El tiro le salió por la culata, y en 1974 perdió las elecciones gracias al no voto de africanos y asiáticos, ante el primer no europeo de este selecto grupo de ocho oligarcas del balón, el brasileño Havelange, visto en su momento como el libertador del fútbol mundial.

Pero João tenía planes menos románticos: dio cabida a africanos y asiáticos al ampliar el número de competidores de los mundiales (primero de 16 a 24, y luego a 32) pero convirtió a la Fifa en una multinacional. Y como tal, cometió algunos hechos reñidos con las buenas costumbres, tanto que en 2013 se vio obligado a renunciar a su condición de presidente honorario de la federación, por haber cobrado sobornos vinculados a la negociación de los derechos de trasmisión de la Copa del Mundo (¿le suena familiar?). Claro: para ese entonces tenía 97 años, y calculamos que le daba lo mismo una pelota que un carpincho, o un Iniesta que un Calzada.

REPLAY. La historia de Blatter es conocida, y es la misma que la de Havelange, que es la misma que la de Rous: poder más dinero más pensamiento reaccionario más una extraña propensión a los manejos turbios que da paso a un “salvador” que tarde o temprano caerá en prácticas similares.

El francés Michel Platini tiene todas las condiciones para convertirse en el próximo presidente: nació en una de las tres naciones que han gobernado a la Fifa desde sus inicios,2 tiene pinta de sorete, no siente aprecio por Uruguay, y ha sido el gran opositor al pensamiento hegemónico liderado por Blatter.3

¿Qué toca esperar? Por el momento, más de lo mismo.

Porque la historia de la Fifa nos demuestra que siempre que llovió, llovió más fuerte.

1.     Hay quienes afirman que João Havelange sigue vivo, en cuyo caso tiene 99 años.
2.     Si omitimos el detalle de que Havelange nació en Brasil, y tomamos a Suiza como una prolongación de Francia (como quería Napoleón), podemos decir que hasta el momento la Fifa sólo ha tenido presidentes ingleses, franceses y belgas. Sobre todo belgas.
3.     Si por algo destaca del resto es por haber sido un gran futbolista en la época de la televisión a color, pero ni siquiera se preocupó por desarrollarse como director técnico: tras haberse retirado joven y tener un par de malas experiencias como entrenador, se dedicó de lleno a su carrera dirigencial.

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