Radio entre almas - Semanario Brecha

Radio entre almas

Fue casi imperceptible cuando el domingo 12 de febrero las emisoras radiales de nuestro país hicieron una breve señal de silencio. Ojalá hubiera sido así en esta tierra marcada por tantas amnesias. Porque habíamos perdido a Graciela Salsamendi, entrañable ser humano y periodista irrepetible.

Fue casi imperceptible cuando el domingo 12 de febrero las emisoras radiales de nuestro país hicieron una breve señal de silencio. Ojalá hubiera sido así en esta tierra marcada por tantas amnesias. Porque habíamos perdido a Graciela Salsamendi, entrañable ser humano y periodista irrepetible. Pese a su grave enfermedad, todos imaginábamos que podría superarla y volver a su vida móvil, entre el Uruguay en que nació y la Alemania en que fundó lazos familiares propios. Yo la conocí en 1973, como pareja de mi amigo César Salsamendi, y como madre de Soledad. Fue en el comienzo de mi exilio en Francia. Compartimos en aquellos tiempos y en aquellos mapas, trabajos y esperanzas apoyando la resistencia a la dictadura en Uruguay y ayudando a familiares de presos y desaparecidos, colaborando también con esas causas en Chile y más tarde en Argentina. Después, la vida los separó a César y a Graciela, y cada uno siguió su propio camino. Graciela decidió retornar al Uruguay, en el que siendo joven había estudiado teatro, entre otros con Dervy Vilas. En 2009, en su nueva vida, retirado en Andalucía, se nos fue César. Graciela continuó viviendo en Uruguay, con su actividad incansable y su casa siempre abierta a los amigos y compañeros, con periódicos viajes a Alemania, donde hoy la lloran su compañero Werner, y Soledad, que ya le había dado nietos hace tiempo.

Los que conocieron a Graciela, saben de su pasión por la vida, por la justicia, por la verdad. Saben de su infatigable ejercicio de un periodismo que preferimos llamar de “abrazos que preguntan”. Es conocida su solidaridad de siempre con Abuelas, Madres e Hijos, con los familiares de los detenidos desaparecidos. Todos sabemos de sus intensas recorridas por tantos pliegues olvidados de la piel del país. Sus entrevistas, que ella prefería llamar entrealmas, estaban siempre cargadas de humanidad, de sensible solidaridad. Cuando tocó puntos sensibles del poder, sufrió amenazas, ya en los períodos posteriores a la dictadura. No recibió los apoyos que tanto hubiera merecido por su permanente tarea radial. Tampoco en la etapa llamada progresista. Se sabía del valor de su programa Testimonios, con sucesivos equipos de fieles compañeros y compañeras (Estela Peri, Raúl Zibechi, Juan Pablo Mirza, Ruben Bouza, José Carlos Carvalla). Y un irrepetible técnico de sonido, también poeta, que todos recordamos: Gustavo Martínez. Pero amplios sectores de nuestros medios,  fueron omisos en relación con ese trabajo, con la excepción de núcleos muy específicos. No fueron pocos quienes la miraron siempre de costado, sin considerar realmente su valía y su honradez. Ella se jugó en lo que denunciaba, y al peligro le opuso siempre su coraje., como ocurrió cuando la represión en aquella noche del Filtro.

Fue de gran valor su recolección de testimonios entre los sectores más carenciados o discriminados de la sociedad (los habitantes de los cantegriles, las meretrices, los recolectores, las mujeres golpeadas, los gays y las lesbianas, los militantes por la despenalización del aborto), con igual nivel de compromiso entrevistó a ex presas y presos, a militantes revolucionarios aquí, pero también en Argentina, en México, en El Salvador, en Brasil, entre otros territorios. Aquí y allá entrealmó a figuras célebres del hacer nacional e internacional: a la ejemplar luchadora anarquista que fue Luce Fabbri, al Padre Cacho, a Luis Pérez Aguirre, a Leonardo Boff; a escritores como Juan Gelman, Osvaldo Bayer, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Washington Benavides, Alfonso Sastre, Eva Forest, José Saramago, la actriz noruega Liv Ullmann, músicos como Atahualpa Yupanqui, Aníbal Sampayo, Marcos Velásquez, Darnauchans, Rubén Olivera, y nuestro payador Carlos Molina, a quien Graciela le organizó una gira por Alemania con el apoyo de la anarquista Brigitte Lang.

Desde Alemania me recordaba el comunicador uruguayo Andrés Renna, que fue en Emisora del Palacio donde inició ella su tarea, hasta el cierre de ese importante medio. Luego ella pasó por algunas otras emisoras, hasta que se quedó sin radio para sus Testimonios, y tras largas búsquedas sin respuesta, su trabajo encontró espacio en la emisión semanal y en la página web de su amiga Elena Fonseca, en Cotidiano Mujer.

Todos queríamos imaginar que Graciela podría demorar con su entereza la condena de su grave enfermedad. Un largo período lo vivió aquí, apoyada por un núcleo de compañeras y compañeros, Andrés Olivetti y Leticia Mora, entre otros que nombramos o escapan a la memoria, y su extensa familia uruguaya. Luego, decidió irse a tratar a Alemania, donde la cuidaron con ternura, Werner, su compañero alemán, su hija Soledad y otros amigos de allá.

Nos deja un archivo de sentimientos. Una colección de resistencias culturales, que nada tienen de museo, que son la prueba viva de que preguntando con inteligencia y con amor, se pueden construir tantas de esas respuestas que buscamos y queremos dar al futuro de nuestros gurises.

Cuando Estela Peri le avisó en Buenos Aires a mi compañera Lourdes que Graciela había muerto, yo estaba en vísperas de un recital allá tres horas más tarde. No me fue nada fácil comenzar a cantar. Al final la mencioné y recordé cuando ella impulsó una actividad en beneficio para construir una guardería infantil en el cantegril de bulevar Aparicio Saravia y Timbúes, donde vivió un muchacho llamado Nelson Maciel. Y en memoria de Graciela, hice lo menos que podía hacer: como en aquel acto, volví a cantar El Chueco Maciel.

Queda una tarea pendiente y es que sea difundido su archivo lo más que sea posible, porque sus testimonios riman con patrimonio, y los jóvenes merecen que no se les censure ese conocimiento. Quizá el sistema de Radiodifusión Nacional del Uruguay, nuestras radios del Estado, pueda sumarse a esa impostergable tarea de rescate y difusión que ya están pensando sus compañeros de tantos años en el aire.

¿O el silencio continuará bloqueando ese caudal de programas de Graciela Presa, conocida en definitiva, como la periodista Graciela Salsamendi?1

 

  1. Para tener acceso a la página web de los programas: www.testimonios.org

 

(El sábado y el domingo a las 13.30 en Radio El Espectador el programa Tímpano estará dedicado a Graciela Salsamendi.)

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