Riguroso bicho político - Semanario Brecha

Riguroso bicho político

Noble, irónico, desgarbado, bonachón, de perfil bajo, riguroso, pícaro, sacrificado, Guillermo Waksman –simpatizante no comprometido de Wanderers, según su propia definición– fue un analista político como ya no quedan.

Un tipo que trabajó muy en serio sin perder el sentido del humor –como lo definió Marcelo Pereira– y así se transformó en un sólido referente para todos los periodistas.
Según escribió Daniel Gatti en esos días en que la tristeza por su muerte había inundado la redacción de la calle Uruguay, a Guillermo “le dolía últimamente que en la izquierda pesara más la voluntad de alineamiento que el pensamiento crítico”.
En unas pocas palabras Gatti tejió su perfil: “El análisis político era su militancia, y la asumió a conciencia, con un rigor que no abunda y que excluía la adjetivación excesiva, el saludo a la bandera, la complacencia. En cualquier función que uno ocupara en Brecha, y hasta como lector, uno agradecía esa pluma clara, pedagógica, a veces ácida, que explicaba y aclaraba sin grandilocuencia. Se puede decir que Guillermo encarnó hasta el final la herencia de la tradición original del semanario, centrada en ‘la’ política acaso hasta el exceso. Era lo suyo, aunque uno pudiera lamentar que no le diera más lucimiento a su pluma y a su ingenio escribiendo de ‘otras cosas’. Bicho político, y bicho político uruguayo, Guillermo también lo era en la interna de Brecha. Componedor, preocupado por los consensos. Cuando le tocó perder le costó, pero aceptó bajar ‘al llano’ y seguir. A muchos nos dio una lección. (…) Muy a menudo evitó que Brecha se saliera de madre, en todos los sentidos. Porque exigía rigor en las notas, porque verificaba y hacía verificar datos, porque en los momentos difíciles, de crisis –y fueron muchos, y son–, tenía claro hasta dónde se podía ir en la búsqueda de salidas. Era también él, frenteamplista de vieja estirpe, un garante de la independencia del semanario y fundamentalmente un defensor del trabajo de sus periodistas: cuando fue director, cada vez que una nota salía, Waksman daba la cara”.
También su compañero de los inicios de Brecha Samuel Blixen destacó las enseñanzas que Waksman derrochó en más de 20 años de trabajo en el semanario: “Nos robaste el placer de la pereza, de subir la escalera de esta vieja casona sabiendo que ya estabas ahí, a las nueve, en el cubículo minúsculo, los diarios ya leídos, para preguntarte qué hay de nuevo, en una primera aproximación a la agenda de noticias, disparador de ese intercambio de enfoques que después enriquecería nuestras crónicas. Intercambio que era un juego de adivinanzas, de descifrar el análisis detrás de los chistes, del humor despiadado que aguzaba nuestro entendimiento y cuestionaba nuestras certezas endebles”.
Blixen señaló que fue Guillermo “quien le recordó al general Liber Seregni, en un encuentro informal, asado mediante, que Brecha no era frenteamplista, cuando el general nos reprochó una falta de lealtad con el Frente Amplio. ‘Somos independientes, de izquierda pero independientes’, explicaste, y el general aceptó esa toma de distancia alertando a la vez sobre la responsabilidad de la postura, como mecanismo de una crítica sana, sin compromisos ni componendas partidarias, que apostaba -–y apuesta– a contribuir al cambio, no a entorpecerlo, aun a costa de la incomprensión y la soledad”.
Blixen también calibró las pérdidas luego de su muerte: “Nos sentiremos más expuestos, ahora que no contamos con el aporte de tu rigor, hasta tu excesiva meticulosidad –que muchas veces nos exasperaba y que provocaba aquellas interminables discusiones que hoy añoramos– para encontrar el tono justo, evitar el facilismo y reflejar en cada edición una señal del objetivo perseguido.
El rigor como componente de una ética que no se reduce a un catálogo de normas de ‘objetividad’. Rigor que exigías en los seis años que ejerciste la dirección sin autoritarismos y que complementabas con una defensa de nuestro trabajo, de nuestra independencia, cuando llegaban los reclamos, las presiones, los desmentidos arteros. Rigor profesional que compartiste por la vía del consejo, del aporte, cuando dejaste el escritorio iluminado de adelante y te refugiaste en el cuartito oscuro, predicando con el ejemplo el criterio de dar paso para que otros vivieran experiencias de conducción”.

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