Todo se transforma - Semanario Brecha

Todo se transforma

La iniciativa, llevada a cabo por la Autoridad Metropolitana del Transporte de Nueva York, supuso la creación de un inmenso arrecife artificial formado por más de 2.500 vagones e ideado para dar cobijo a criaturas marinas.

Vagones de metro son arrojados al Atlántico

Parece que se estuviera cometiendo otra tropelía ecológica: las fotos muestran grúas arrojando antiguos vagones de metro al Atlántico, a lo largo de la costa, desde Delaware hasta Carolina del Sur; suena como otra más de las terroríficas imágenes que dan muestra de la inconsciencia del ser humano y su patológica falta de consideración con el ambiente.

Pero esta vez se trata de lo contrario. La iniciativa, llevada a cabo por la Autoridad Metropolitana del Transporte de Nueva York, supuso la creación de un inmenso arrecife artificial formado por más de 2.500 vagones e ideado para dar cobijo a criaturas marinas. En este caso, arrojar estas grandes estructuras de metal al océano se convirtió en algo inmensamente beneficioso para el ecosistema marítimo de la zona. Los vagones de 18 toneladas de puro acero inoxidable fueron previamente despojados de sus partes removibles (ventanas, puertas, asientos), luego apilados en barcazas y llevados mar adentro, donde mediante una grúa hidráulica fueron alzados y arrojados al océano. Así se han convertido en la infraestructura material que habilitará el desarrollo de un ecosistema favorable a los peces de la zona: la superficie dura de los vagones permite que los invertebrados se adhieran a ella; mejillones, camarones, cangrejos se apropian prontamente de estos espacios. Algunas especies no podrían subsistir en el suelo natural de arena, por lo que los recintos se convirtieron en el sitio ideal para su proliferación. De la misma manera, ciertos peces pueden escapar de los depredadores más grandes, como los tiburones, escondiéndose en el interior de los vagones.

Jeffrey Tinsman, gerente del programa en el Departamento Recursos Naturales y Control Ambiental, de Delaware, comentó a la Cnn que, cuando se compara la cantidad de comida disponible en estos arrecifes de coral artificiales con la que hay en el fondo de arena (o la que habría, de no haberse llevado a cabo la iniciativa), se descubre que hay 400 veces más por pie cuadrado.

La política llevada a cabo supone una creativa forma de reciclaje, por la que se evita que los vagones se pudran en algún cementerio de chatarra, y al mismo tiempo puedan utilizarse para una acción provechosa, favoreciendo la actividad pesquera de la zona, e incluso la aparición de nuevas especies. En las galerías Kimmel de la Universidad de Nueva York se dio a conocer recientemente una vistosa serie de fotografías de Stephen Mallon en las que puede apreciarse el insólito proceso.

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