A tres bandas - Semanario Brecha

A tres bandas

Una pequeña joya del periodismo “serio” del editorialista del diario Clarín Eduardo van der Kooy fue publicada -en estilo informativo- en la edición del domingo 22: allí un comando venezolano-iraní (con adiestramiento cubano) podría haber cobrado la vida del fiscal Alberto Nisman.

Demasiadas cosas suelen permear en suelo yermo. En ámbitos de inteligencia, policiales y diplomáticos otra especulación parece tomar cuerpo. ¿Cuál sería? La de que un comando venezolano-iraní (con adiestramiento cubano) podría  haber cobrado la vida del fiscal Alberto Nisman. Aseguran esas fuentes,que los agentes entrarían y saldrían con asiduidad y facilidades. Y que contarían con cierta logística doméstica. La construcción de la trama se haría enhebrando algunos delgados hilos de la realidad.

Esta pequeña joya del periodismo “serio” corresponde al orfebre comunicacional y editorialista del diario Clarín Eduardo van der Kooy (cuyos pronombres evocan aires de nobleza holandesa o también tufos de boers sudafricanos), y fue publicada en estilo informativo en la edición del domingo 22.

Parafraseando: demasiados condicionales que suelen permear ingenuidades dóciles enhebran delgados hilos de manipulación mediática para construir realidades falsas. El plumífero de alcurnia se delata con tanto sería, podría, haría: todas las andanzas de los chicos de Hasán Rouhaní y Nicolás Maduro (monitoreados por Fidel Castro) se apoyan en una especulación de fuentes de inteligencia y diplomáticas, y el abc de la información indica que cuando la fuente es seria, con antecedentes comprobados de veracidad, el periodista no tiene necesidad de multiplicar los condicionales; de otra forma no publica nada. En este caso los condicionales operan como salvaguarda del periodista, decidido a lanzar un invento sin asumir la responsabilidad, seguramente alcahueteando a algún agente de cuarta, ya sea vernáculo o gringo, cuyas especulaciones son de kindergarden.

Este tipo de delirios que mete en una sola bolsa todos los odios, personales y corporativos, es un absurdo en cualquier otra latitud, pero resulta imperdonable y peligroso en la situación argentina. Es también una prueba de los ladrillos que pueden aportar los medios de comunicación al servicio de la reacción, en la tenaz construcción de la desestabilización y de cómo se moldea un “golpe mediático”.

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