Y un día se fue - Semanario Brecha

Y un día se fue

Por eso la noticia de su muerte nos hizo dar cuenta de lo definitivo: por más que Gustavo Cerati (1959-2014) deja una larga obra, ya nunca más vamos a escuchar nueva música suya.

Gustavo Cerati

La noticia era esperada desde hacía cuatro años. Sin embargo, al recibirla creo que varios nos dimos cuenta de cómo, en el fondo, teníamos una vaga esperanza de algún milagro. Gustavo Cerati había dejado de existir en 2010, pero aún estaba ahí, no completamente fuera del concepto de vida.

Por eso la noticia de su muerte nos hizo dar cuenta de lo definitivo: por más que Cerati deja una larga obra, ya nunca más vamos a escuchar nueva música suya.

Aun sin ser un seguidor incondicional, eso da mucha tristeza. La música de Cerati siempre valió la pena porque siempre generaba algo, incluso para renegar de lo que hacía.
Si su carrera musical se hubiera limitado a la creación de Soda Stereo ya tendría ganado un lugar muy importante en la historia de la música sudamericana de las ultimas tres décadas, donde no hubo una banda tan influyente a nivel masivo como ésa. Es cierto que ellos a su vez se alimentaron de muchas cosas, trasmitiendo de segunda mano una cantidad de información que no había alcanzado difusión más allá de los límites del Río de la Plata.
Con el disco Signos Soda Stereo comenzó a proyectarse internacionalmente, convirtiéndose en una de las bandas más populares en toda América Latina. Y lo consiguió por méritos y trabajo propios, años antes de la popularización del “rock latino” y la mtv.

Más allá de la notoria búsqueda del trío por estar a tono con las tendencias en boga en el mundo del pop, había en Cerati y los suyos un muy buen olfato para las melodías. Canciones como “Cuando pase el temblor”, “Signos”, “Persiana americana”, “Música ligera” y “Ella usó mi cabeza como un revólver” son muy buenas.

Es incuestionable que Cerati tenía sus deudas con dos de los pilares del rock argentino: Luis Alberto Spinetta y Charly García. También, aunque de forma más sutil y menos evidente, la música de Soda Stereo tenía varias conexiones con ciertos ritmos y tradiciones de su país. No mucho con el tango, pero sí con mucha de la música folclórica más rural, especialmente la del norte argentino. Hay canciones donde la conexión es obvia (el carnavalito en “Cuando pase el temblor”), otras mucho más tapadas, como la baguala de la preciosa “Té para tres”.

En Uruguay, por motivos que algún día estaría bueno investigar y que tienen que ver con cierta desconfianza extraña hacia el pop, el éxito de Soda pasó medio de costado. Es raro, dada nuestra proximidad con la música argentina, que Soda Stereo haya actuado una sola vez en Montevideo, con muy poca convocatoria de público.

Cerati ya había incursionado en proyectos paralelos durante su carrera con Soda. En 1993 editó su primer disco solista, Amor amarillo, y en 1996 grabó Colores santos a dúo con su compatriota Daniel Melero. También participó en proyectos cercanos a la música electrónica con las bandas Plan V y Ocio. El compositor había logrado una difícil y envidiable posición: por un lado era el músico masivo que llenaba estadios con Soda Stereo, por otro era una figura casi de culto para el sector más “vanguardista” de la música pop.

Bocanada (1999), su primer disco solista después de la separación de Soda, es quizás, junto con Amor amarillo una de sus mejores obras. Pero en sus cinco discos solistas hay excelentes canciones. “Lisa”, “Avenida Alcorta”, “Bocanada”, “Raíz”, “Sulky”, “Cactus” y “Sudestada” merecen estar en cualquier antología de la canción rioplatense.

Cerati era un guitarrista excelente, sutil y refinado; además de su capacidad como creador y como antena atenta a todo lo que estaba pasando para traducirlo a su manera, fue también un notable cantante. Una de las mejores formas de apreciarlo como tal es escuchándolo cantar temas ajenos. Sus interpretaciones de canciones de Spinetta son magistrales, aunque siempre muy apegadas al fraseo y la onda de su maestro máximo. Hay una preciosa versión suya de “Los libros de la buena memoria” donde Cerati parece Spinetta, sólo que aun mejor. Es muy interesante escucharlo cantar bagualas recopiladas por Leda Valladares en el disco de ella Grito en el cielo. Más allá de la belleza de esas canciones y de la interpretación de Cerati, en ellas uno entiende mejor su extraña relación con la música del norte argentino.
La otra muestra de su talento como cantante tiene que ver con Uruguay, y es su increíble interpretación de “El mareo”, de Fernando Santullo y Juan Campodónico, incluida en el disco de Bajofondo Mar dulce.

Gustavo Cerati simbolizó muchas cosas –buenas y malas– de la música argentina. Fue una estrella pop a la vez que un músico under, uno de los responsables de que los músicos latinoamericanos se sacaran los prejuicios de ser menos que sus colegas del Primer Mundo, mientras se pasó mirando hacia ese Primer Mundo al hacer su música; un compositor originalísimo que se apoyó mucho en lo que habían hecho sus colegas mayores. Pero por sobre todo fue un artista extremadamente talentoso que siempre dio lo mejor de sí y que siempre dejaba algo al que lo escuchara. Se lo va a extrañar.

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