Haití, el MPP y el diputado Esteban Pérez - Semanario Brecha
Haití, el MPP y el diputado Esteban Pérez

Donde nada está seguro

El imperialismo en Haití, las tropas de ocupación con casco de la ONU, las corruptelas militares, las inconductas de diputados cerriles, y la mano dura para reprimir a quien se aparta del libreto, son los elementos del “hit del verano” del Movimiento de Participación Popular.

Hay una intrínseca contradicción en las argumentaciones que maneja el Poder Ejecutivo para justificar la permanencia de tropas uruguayas en Haití y para impulsar una prórroga de un año, que fue aprobada por el Parlamento al expirar 2012, en una sesión de la Cámara de diputados que legó, para este que comienza, una nueva crisis interna en el MPP.

Horas antes de esa votación, el presidente José Mujica había explicado a Brecha que la retirada de Haití es escalonada en el tiempo, según un plan pautado en la última conferencia de ministros de Defensa de las Américas, realizada en Punta del Este a fines de agosto pasado. Pero ahora, en ocasión de la VII Reunión de la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur, Zopacas (en la que participaron esta semana en Montevideo representantes de 24 países sudamericanos y africanos), el canciller Luis Almagro fundamentó la permanencia de Uruguay en Haití como parte de los contingentes de Naciones Unidas como trampolín para obtener un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. En función de ese objetivo “(Uruguay) seguirá participando en las operaciones de mantenimiento de la paz dentro del marco multilateral de Naciones Unidas”, anunció  Almagro, según consignó el matutino La Diaria.

Si se tiene en cuenta que, para Almagro, es imperativo “cambiar la lógica” de los mecanismos de defensa y alianzas militares del Atlántico norte, “con sus acechanzas armamentistas”, lógica de otro signo que podría prosperar en el Atlántico sur a través de la Zopacas (para lo cual “hay que desterrar definitivamente la visión del Atlántico sur como un escenario de movimientos estratégicos de Estados Unidos, potencialmente antagónicos”), el mantenimiento de tropas uruguayas en la isla caribeña es por lo menos contradictorio. Por si fuera poco, el presidente Mujica abundaba en la justificación: “Para mí es una cuestión geopolítica muy importante. Brasil había decidido ir porque valoraba que si no iba se metían Estados Unidos y Francia. Había que acompañar a Brasil políticamente”.

Pero en la discusión parlamentaria de la sesión en que se aprobó la prórroga de permanencia (ya había media sanción del Senado) el diputado del MPP por Canelones Esteban Pérez fue inequívoco en las razones que lo impulsaron a no votar la iniciativa, desconociendo la resolución de la bancada de su sector. Refiriéndose a las bases y asentamientos militares de los cascos azules en Haití, Pérez desplegó el concepto de la tropadependencia: “Es un país que se ha vuelto tropadependiente. Hay toda una industria que gira en torno a las bases, y la población ha ido adquiriendo en muchos aspectos una característica de marginalidad, de dependencia. Prolifera la timba, la prostitución y el 90 por ciento de la enseñanza está en manos de centros privados”.

Respecto del argumento de que la participación latinoamericana en la Misión Estabilizadora de Naciones Unidas en Haití (Minustah) relega a Estados Unidos como fuerza de ocupación, Pérez sostuvo: “Me estoy preguntando si no habrá una sustitución, por la vía de los hechos, de las Escuelas de las Américas, aquellas a las que mandábamos a nuestros oficiales, en Panamá, para que aprendieran cosas que no podían en Uruguay. Y aprendían cosas, sí, pero también les hacían la cabeza, les hacían el ‘bocho’, y luego actuaron como tropas de ocupación de nuestros pueblos. Allí (en Haití) se da la convivencia con oficiales latinoamericanos y también con oficiales estadounidenses. La base principal de Estados Unidos es el aeropuerto, donde tiene concentrados, fundamentalmente, oficiales de inteligencia, que no están sólo por el tema de las comunicaciones, sino para ver qué hacen aquí con nuestra oficialidad y la de los otros países latinoamericanos”.

Según dijo el presidente Mujica a Brecha, la haitiana “es una sociedad muy destruida, hay que reconstruir un Estado y no es fácil. Si ponemos una UPA en un lado para que la gente pueda tomar agua y no le ponemos una custodia, vienen unos vivos se apoderan de la UPA y venden el agua. Porque no hay Estado. Para mí no es un acto de intervención, es un acto de responsabilidad. Está Duvallier ahí adentro con una ONG enredando la bocha”. Sin embargo, la presencia de tropas de la ONU concita cada vez mayor repudio popular y la exigencia del retiro de las tropas forma parte de las reivindicaciones sobre salarios y condiciones elementales de vida que los haitianos plantean en las manifestaciones callejeras. “Nuestras tropas se forman allí con la visión de que los problemas políticos y los reclamos populares se solucionan con tropas. No me parece sano para una democracia que formemos tropas y oficiales en ese escenario”, dijo en sala el diputado Pérez, para quien hubiera sido mucho más sano que en lugar de soldados Uruguay hubiera contribuido con becas de estudio. “En ocho años habríamos formado dos generaciones de maestros, varias de torneros, de mecánicos y de carpinteros, varias de peritos agrónomos y una de ingenieros agrónomos, de médicos, de químicos, etcétera.” De paso, el diputado del MPP formuló varias denuncias sobre inconductas y “corruptelas” de los militares uruguayos, basándose en fuentes de las mismas tropas que se negó a identificar porque –denunció– sistemáticamente sus fuentes fueron perseguidas por el Ministerio de Defensa.

Esteban Pérez no votó la prórroga. Tampoco votó en contra; salió de sala en el momento de la votación pero no facilitó que entrara un suplente. Esa actitud encendió la reacción airada de dirigentes del MPP. Lucía Topolansky estimó que había que impulsar el pase del caso al Tribunal de Disciplina del Frente Amplio. Lo mismo propuso la diputada Ivonne Passada, para quien, “al ausentarse (Pérez), en realidad votó en contra del proyecto del presidente Mujica”; y el diputado Aníbal Pereyra consideró que la denuncia de “corruptela” parecía “un comentario de alguien que a las siete de la mañana va a comprar un pan al supermercado”.

La senadora Topolansky fue más allá y sugirió que Pérez debía renunciar “como lo hizo (Guillermo) Chifflet”, una manera expeditiva y un tanto facilonga de eliminar oposición interna. El diputado por Canelones respondió que “el MPP no tiene dueños; si la dirección me pide la renuncia, renuncio. Pero antes voy a dar una discusión previa, porque hace un año que vengo planteando que se debata el tema de las tropas y nunca se tuvo en cuenta”.

Consultada por Brecha, la senadora Constanza Moreira (quien en el Senado se opuso a la prórroga, pero permitió que su suplente, Aníbal Rondeau, ocupara su banca) señaló que a su juicio Pérez no comprometió el resultado de la votación al restar su voto saliendo de sala, porque se sabía de antemano que diputados opositores acompañaban la iniciativa. Recordó, en cambio, los dos antecedentes más recientes: el del diputado Víctor Semproni, quien de hecho impuso un veto al negar su voto, decisivo, para la anulación de la caducidad que en esa ocasión no prosperó; y el del diputado Andrés Lima (Espacio 609), quien al anunciar que no votaría la despenalización del aborto obligó a modificar el proyecto ya aprobado en Senadores. Pérez, en cambio, puede argumentar que el Congreso del FA reclamó el retiro de las tropas de Haití.

Así las cosas, el pedido de sanción, el pase a un Tribunal de Conducta Política (que el MPP, en su momento, no acompañó en el caso de Semproni) y las exigencias de renuncia y entrega de la banca parecen desmedidas si, como se verificó, la conducta de Esteban Pérez no comprometió la votación. Algunos referentes del MPP se inclinan a pensar que el asunto será olvidado; otros, en cambio, advierten que la dureza, en particular la postura de la senadora Topolansky, obedece a la necesidad de “tirar de las riendas” y evitar “indisciplinas” que podrían multiplicarse en los próximos dos años, a caballo de las “inconsistencias” de ciertas posiciones que rozan los principios y las posturas históricas, y que, en la amenaza de un “adelgazamiento” electoral del MPP, incidirían en una lucha de poder donde todo es inestable, donde nada está seguro.

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