El miedo - Semanario Brecha

El miedo

La dictadura y los años que la precedieron han sido narrados ya desde muchas perspectivas. Pero faltaba que ese pedazo de nuestra historia fuera contado por aquellos que, sin tener militancia ni sufrir la tortura, la cárcel o el exilio, sufrieron el peso del totalitarismo en su vida cotidiana. Aquí un adelanto del libro “La mayoría silenciosa”.

Foto: Archivo Chele

La instalación del Consejo de Estado –órgano que suplanta al Poder Legislativo– en diciembre de 1973, que será presidido por el dirigente blanco Martín Echegoyen, y el nombramiento de militares al frente de organismos y entes públicos y también en los centros educativos, van consolidando el proceso dictatorial.

Para 1974 todavía se registran algunas manifestaciones contra la dictadura, en su mayoría paros y movilizaciones, pero estas son cada vez más esporádicas y de menor alcance y convocatoria.

El acto del Primero de Mayo busca ser, todavía, un símbolo de resistencia. En varios barrios de Montevideo se realizan actos por el Día de los Trabajadores.

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También ese año se clausuran definitivamente varios medios de prensa y se aplica la censura en el cine, el teatro y el Carnaval.

La persecución política continúa y comienza a intensificarse.

Sólo en 1974 son asesinadas 27 personas, muchas de ellas muertas durante la tortura. Desde el golpe de Estado ya son 36 las personas asesinadas por la dictadura.

Poco a poco la población se recluye, la resistencia se disipa y la desconfianza y el temor ganan a la gente.

Rubén García: La vida en sociedad, este interactuar uno con otro, con el vecino, eso se fue, por la desconfianza. Nadie hablaba con nadie. Vos hablabas solamente con tu círculo más íntimo.

La parte más jodida de la dictadura es que hacía aparecer la parte más jodida de cada hombre. Eso fue lo peor. La parte más jodida de cada persona salía a la luz. Fuera porque quería hacer méritos con, o porque no quería verse involucrado con. Eso fue lo más triste. Porque vos veías a gente que considerabas buena hacer las cosas más jodidas… la delación o el chisme. Lo que corría era el chisme. Y la de siempre:

—Fue preso.

—Ah, por algo será.

Gustavo Pardo: Esa fue de las cosas más jodidas. Estaba esa psicosis de que cuando estabas en un lugar que había gente que vos no conocías no podías hablar de política, porque no sabés, de repente había un loco que te marcaba, salías a la calle y te estaban esperando. Era espantoso, ese clima fue horrible. Eso se vivió y en algunos casos se vivió dentro de las familias, que estaban las dos posiciones dentro de una misma familia.

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Consuelo Ramírez: Yo creo que la generación de hijos de la dictadura fue muy limitada en cuanto a sus libertades de todo tipo, de pensamiento, de acción, de expresión. Y creo que eso nos ha marcado mucho y hace que esta cuestión de “No te metas” tenga que ver mucho con eso. En el ámbito liceal vos no sabías con quién podías abrir la boca.

Estela Vázquez: Yo no sé si nos cuidábamos tanto, nunca nos cuidamos mucho [de no hablar]. Yo vivía en Pueblo Victoria, en una casa grande, que tenía azotea. Al lado de mi casa había una casa que en la parte de atrás había apartamentos. En uno de los apartamentos vivía una familia que el señor era militar, milico, de “los yerba”, les decíamos, milico raso con uniforme verde de cuartel. Cuando el hombre venía del cuartel la mujer lavaba ropa, tenían tres hijos, y mi madre le ofrecía la azotea. Ella subía por una escalerita de su apartamento, pasaba un murito y colgaba en nuestra azotea. Colgaba capaz que los pañales y la ropa de sus niños, que eran los tres menores que yo. Pero cuando venía el hombre del cuartel colgaba el uniforme verde, que se veía de la calle. Entonces llegaba mi padre y veía ese uniforme verde colgado y empezaba: “La puta que lo parió, ese milico de mierda, no quiero ver más ese uniforme en la azotea. Los del barrio y los del boliche van a pensar que soy un tira y van a venir a darme una paliza”. Gritaba tanto que creo que los vecinos lo oían, porque a mi padre cuando lo calentaba algo levantaba los techos. Mi madre decía: “Bueno, qué vas a hacer, pobre mujer, vive en un apartamento, ¿dónde querés que cuelgue la ropa?” [risas].

Y ellos sabían que éramos de izquierda, pero ¿qué ibas a hacer?…

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Yamandú Leites: ¿Y qué ibas a hablar de política si no sabías con quién hablar? Por miedo. Porque te habías empezado a enterar. El Interior vivió distinto la dictadura. Surgió una frase, que la decíamos en todo el país: “Vos callate, que no tenés nada que ver”. Por miedo. El Interior es distinto, porque empezamos a ver eso, que llegaban los camiones y entraban a una casa y era un desparramo. Y vos veías que sacaban al vecino, a la vecina, o al que fuera, encapuchados. Y empezaban: “Metete pa’dentro”, “A ustedes no les importa”. No nos importaba porque no asimilabas lo que estaba pasando, pero después que te diste cuenta, que todo el mundo se dio cuenta que los muchachos, los amigos… ahí fue peor, ahí empezaste a sentir miedo. Sentías los camiones y te rajabas, no era que te ibas a quedar a vichar a ver qué pasa. Al menos entre nosotros, la gente conocida, todo el barrio, compañeros de liceo, no era que con este no me hablo por esto o por lo otro; no se hablaba porque tenías miedo.

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Fermín Solana: Si vos no eras un loco que estuviera metido en política, escapándote de algo, vos hacías tu vida normal, porque a vos te paraban ahí, te revisaban el documento y demás y nunca tuve un problema de que me maltrataran, me hicieran algo. Nunca. Que te pararan en la calle, muchas veces, de noche… es como todo. Yo pienso que vos tenés que cuidarte. Estando en el medio de eso no te vas a ir a hacer el nabo con los milicos.

Hoy te pueden llevar a la comisaría pero sabés que en algún momento te van a tener que soltar. Porque vos tenés unas garantías, está la ley protegiéndote. En ese momento no. Si te querían llevar te llevaban y ahí adentro te preguntaban y “Ah, ¿estudiante, sos?”. Ese temor sí obviamente que existía. Te llevaban adentro y si te querían pegar te iban a pegar, te ibas a comer un garrón. Ese miedo estaba, evidentemente tenía un temor a eso.

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Yamandú Leites: Acá en Montevideo hacían una razia en cualquier lado y se enteraban los que estaban ahí en la vuelta nomás. Pero allá se enteraba el que estaba enfrente y el que estaba en la otra orilla del pueblo, porque era un pueblo. Vos veías un vecino, que vos habías jugado con el hijo y comías en la casa del vecino, veías que pasaba eso, entonces era distinto. Todo el mundo sabía quién era. “¿Viste que se llevaron a fulano?”, “¿viste que se llevaron a mengano?”. Y después vos lo escuchabas cuando lo pasaban por radio, todo el mundo estaba atento. Y eso fue marcando a la gente, la fue separando. Cada golpe que había, cada detalle, cada vecino que se llevaran, aunque viviera a 40 cuadras, lo sentían todos.

La mayoría silenciosa. Autoritarismo, guerrilla y dictadura según la gente común. Ediciones B, 2016.

 

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