Invasión de películas - Semanario Brecha

Invasión de películas

Diario de una recorrida por Buenos Aires en días de mucho y muy buen cine. Un intento por abarcar lo inabarcable.

Bafici

“Viniste en un buen año”, me comentó un colega. En su decimoséptima edición, el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici) se ha consolidado como referente en la región y a varios niveles. Por un lado, es un ejemplo de organización asombrosa para desarrollar un entramado que incluye más de 1.200 funciones durante diez días y en varios puntos de exhibición. Sumando todas sus secciones hay más de 400 películas, entre cortos y largometrajes, y destacan el buen nivel de la selección y la estupenda proyección. Todo se desarrolla en un ambiente cálido: son días de fiesta para los cinéfilos, y las charlas se suceden en cafés o en el hall de cada sala. Para quien escribe, la agenda debía remitirse a evaluar, como parte del Jurado Fipresci, las 18 películas participantes en la Competencia Oficial Internacional. Pero ¿por qué acotarse a esa cantidad, cuando la acreditación habilita el pase al resto de la programación?

La agenda diaria se completaba con base en preferencias previas y recomendaciones confiables, contemplando además traslados y horarios. “No te pierdas la nueva de Jafar Panahi”, sugiere una colega, lo de “nueva” indicando en muchos casos un estreno mundial: otro logro del festival. Las secciones en la Competencia (la Internacional y la de cortos y largos de Argentina) conviven por diez días con un amplio panorama de películas recientes (que hizo foco en la producción de Corea del Norte) y también con un programa de cine infantil, el “Baficito”, que ofreció desde el animé más reciente de los estudios Ghibli hasta una muestra del legendario Chuck Jones (el maestro detrás de las creaciones animadas de Warner Bros). Hubo además una sección especialmente dedicada a música y cine, otra dedicada a Francia en calidad de país invitado, retrospectivas de Isabelle Huppert –la visita estelar de esta edición– y de Mario Monicelli, en el centenario de su nacimiento. ¿Y el público? Vaya que responde: las entradas para muchas películas se agotan ya en la venta previa.

EN COMPETENCIA. La película de apertura, El cielo del centauro, marcó el regreso de Hugo Santiago (actualmente radicado en Francia), quien en 1969 filmó la hoy mítica Invasión con guión de Borges y Bioy Casares. El cielo… es un cuento fantástico y surreal y a la vez una carta de amor a Buenos Aires: una elección más que adecuada para dar comienzo a las actividades. En la Competencia Internacional el jurado otorgó el máximo galardón a la india Court, de Chaitanya Tamane (27 años, debut en largometraje de ficción), que también obtuvo el premio del Fipresci. “La película que cualquier jurado premiaría”, ironizó otro colega, lo que sonó distante del elogio. Se trata de un atípico drama basado en un caso judicial. Un hombre se habría quitado la vida tras escuchar la performance callejera de un veterano poeta, que es acusado de incitación al suicidio. De ahí en adelante la acción se centra en la tarea de los abogados de las partes y del propio juez. Lejos de la visión y el manejo de la tensión made in Hollywood de historias que incluyen un juicio como momento cúlmine, la película expone las contradicciones de ese sistema judicial en particular y demuestra cómo la burocracia y los prejuicios sociales y religiosos pueden incidir en el fallo. Actuaciones y guión, impecables.
El voto del público celebró la estupenda Theeb, del jordano Naji Nabu Nowar. Hay mucho de cine de aventuras de la era clásica y otro poco de árido western en esta historia ambientada en la desértica provincia de Hijaz (Arabia Saudita) en tiempos de la Primera Guerra Mundial. Un adolescente sigue a su hermano mayor que oficiará de guía y escolta de un oficial británico que porta un extraño cargamento. Esta historia de supervivencia y transición de niño a hombre tiene además un fantástico uso de las locaciones. Por momentos es como si Lawrence de Arabia se diera la mano con La pandilla salvaje.

Los exiliados románticos, de Jonás Trueba, es una muy agradable comedia romántica en plan road movie en la que tres amigos españoles deciden cruzar la frontera hacia Francia en busca de romances perdidos por el tiempo y la distancia. Hay frescura desde el surgimiento de este proyecto que marca el inicio de la productora Los Ilusos (título del anterior filme de Trueba). Especial destaque para la bellísima banda sonora a cargo de la banda española Tulsa, cuya cantante Miren Iza también participa como actriz poniendo cuerpo y –estupenda– voz a preciosas canciones folk-pop.

El documental ofreció momentos destacados en la competencia. Resalta el suizo Above And Below (Nicolas Steiner, 2015), que aborda cuatro historias desde los ángulos sugeridos en el título. A contrapelo de un mundo hiperconectado y consumista, los protagonistas habitan rincones peculiares. Desde la pareja que ruega que la lluvia no les lleve sus pertenencias en su morada de un alcantarillado en Las Vegas hasta la solitaria mujer que ensaya para una posible vida en Marte a sabiendas de que será un viaje de ida. También está el ex combatiente que vive como ermitaño en el desierto y hace quilómetros en bicicleta para llegar al cibercafé que le permitirá ver cómo crece su nieta, Facebook mediante. En el medio de ese “arriba y abajo” nos encontramos comprobando tantas formas de habitar este mundo como personas hay, y que adonde vayamos habrá que cargar cada quien con su mochila.

MÚSICA Y CINE: LA HORA DE LOS ANTIHÉROES. El documental puede alcanzar niveles épicos cuando hace justicia a la real dimensión de un personaje. Ese echar luz sobre una figura que suele estar lejos de la consideración popular pero que “siempre estuvo ahí”. Pero el asunto debe tener su gracia, y en ese sentido That Guy Dick Miller, de Elijah Drenner, es irresistible. Miller es un histórico character actor, ese confiable actor de reparto que nunca llegó a las grandes ligas pero es venerado por realizadores de primera línea. Miller, a sus ochenta y pocos, recuerda sus inicios como parte del elenco estable en las producciones clase B de Roger Corman, y no parece darle más importancia a eso que al haber sido convocado por Martin Scorsese y Joe Dante para películas como New York New York o éxitos de taquilla como Gremlins. Feliz de vivir para su oficio y esperar que suene el teléfono para volver a rodar.

De llevar la cinefilia a la pantalla se trata Un importante preestreno, de Santiago Calori. Este repaso por el hábito cinéfilo de los porteños durante el último medio siglo da cuenta de una época en que las multitudes se cruzaban de un cine a otro, pero también del trabajo de los execrables censores de turno. No faltan las historias de quienes cruzaron el río para ver en la Cinemateca Uruguaya películas prohibidas por el régimen de Onganía en los primeros setenta (no menciona que también pasó a la inversa: para ver Estado de sitio, de Costa-Gavras, varios compatriotas zarpaban a Buenos Aires). El momento cúlmine refiere al estreno en Argentina del policial canadiense Julie Darling, al que el “destape” de 1983 permitió llevar por título local el hoy mítico Déjala morir adentro, lo que le valió permanecer un año en cartel aun cuando se tratase de un policial del montón (en Uruguay no nos animamos a tanto y se estrenó con el título Déjala morir. Bajó enseguida de cartel).

En documental y música, es digna de rescatar la intención de El trovador siempre vuelve, de Roque Catania, buscando hacer justicia a la carrera de Roque Narvaja, injustamente olvidado como uno de los pioneros del rock argentino. Junto a La Joven Guardia, Narvaja compuso y grabó “El extraño de pelo largo”, y su carrera posterior lo llevó por la canción de protesta para luego reinventarse como cantante pop desde su exilio en España. El resultado es algo deslucido, y la opción de tener la música de Narvaja interpretada por otros artistas es una opción atendible pero poco eficaz. Un rico archivo a disposición de cualquier internauta tampoco fue considerado, y el impacto se ve resentido.

Glen Campbell: I’ll Be Me, de James Keach, es una –riesgosa– apuesta por todo lo alto. Destacado ex músico de sesión e intérprete de country-pop, Campbell es un refinado cantante y un virtuoso guitarrista. En 2012 comenzó su gira de despedida tras serle diagnosticado el mal de Alzheimer. El registro de ese tour (¡151 conciertos!) muestra a un hombre que vive sin reconocerse, que ya no recuerda los nombres de sus hijos ni de sus músicos y que llama “esposa” a su esposa. Sin embargo, cuando pisa el escenario, ayudado por un teleprompter y por su paciente banda, Campbell irradia luz. Al leer en el monitor “Glen toca un largo solo de guitarra aquí” lo repite en voz alta y cae en la cuenta de que debe hacerlo. Y lo toca magistralmente. El encanto de Campbell lo lleva a escuchar agradecido a un caballero que le dice cuánto aprecia su música. Y no sabe que habla con Paul McCartney.

Y ALGO COMPLETAMENTE DIFERENTE. Si serán días de cine estos de abril en Buenos Aires, que el Bafici hasta tiene un correlato alternativo. El festival Bazofi es impulsado por el docente e historiador Fernando Martín Peña y tiene lugar en el marco de la actividad Filmoteca en Vivo que se realiza en la Escuela de Experimentación y Realización Cinematográfica (Enerc). Las funciones son con entrada gratuita y el público no está necesariamente compuesto por el alumnado del instituto. La programación no sigue uno sino varios criterios de acuerdo al día (hay jornadas temáticas), y lo más atractivo –al menos para mí– es que se proyecta en fílmico. La sensación de estar de nuevo en casa que brinda volver a contemplar la opacidad y la textura del fílmico podría considerarse parte del delirio de un cinéfilo fetichista, pero invito al lector a que, si visita la Filmoteca en Buenos Aires o está atento al formato en que proyecta alguna de sus películas la propia Cinemateca Uruguaya, reviva esa experiencia.

Peña brindó una charla antes de que comenzase la función de And Now For Something Completely Different, primera incursión en cine de Monty Python, en copia de 16 milímetros. A algunos quilómetros de la sede principal del Bafici, se seguía respirando cine en la ciudad.

Artículos relacionados