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Llevarla de arriba

Mientras se abre el debate sobre la eficacia de los aviones no tripulados (drones) en la guerra contra el terrorismo, la evolución de los ataques en Afganistán es sorprendente: se pasó de 164 ataques en 2006 a 1.651 en 2012, o sea, se multiplicaron por diez en apenas seis años.

Hasta ahora el debate sobre la utilización de aviones no tripulados (drones) ha estado focalizado en miradas sobre su legalidad y moralidad. La novedad es que hoy se está abriendo un debate que apunta a su eficacia en la guerra contra el terrorismo. Es por lo menos lo que opina Paul R Pillar en la página de periodismo de investigación Consortiumnews, creada por Robert Parry, quien descubriera el escándalo Irán-Contras que le valió el premio Pulitzer.

Pillar es una de las firmas estrellas de la página, quizá porque durante 28 años trabajó en la Agencia Central de Inteligenca (Cia), llegando a convertirse en “uno de los mejores analistas de la agencia”, según Consortiumnews. En esta ocasión utiliza un trabajo de su colega de la Universidad de Georgetown, Emily Mana. La investigadora explora las relaciones entre la utilización de drones en Afganistán y la evolución de las acciones terroristas.

Su trabajo echa por tierra la tesis de que el uso en gran escala de aviones no tripulados por Estados Unidos (la principal potencia que los utiliza de forma masiva) tiene resultados positivos en el combate a grupos como Al Qaeda y el Talibán. La evolución de las acciones terroristas en Afganistán es sorprendente: se pasó de 164 ataques en 2006 a 1.651 en 2012, o sea, se multiplicaron por diez en apenas seis años.

Mana baja hasta los detalles. Establece que “hay razones para creer que la decapitación de los liderazgos ya no es una táctica apropiada”, ya que los grupos terroristas se han adaptado a las tácticas estadounidenses “con una organización cada vez más descentralizada y menos dependiente de los líderes de alto nivel”. Los talibán en Afganistán han creado unidades más pequeñas dispersas en el territorio, de modo que la eliminación de los líderes tiene un impacto mucho menor que antes.

En sintonía con analistas y ex militares de la superpotencia, sugiere que, por el contrario, los bombardeos están fortaleciendo a los terroristas, ya que en la mayoría de los casos mueren civiles inocentes. Agrega algo más, fruto del análisis de la actividad terrorista en una provincia: “Hay un aumento estadísticamente significativo en el número de ataques terroristas ocurridos después del comienzo del programa de aviones no tripulados”. En lo inmediato, en el primer mes después de una serie de ataques con drones, se registra una efectiva disminución de ataques terroristas, pero a partir del segundo hay una remontada superior a la cifra inicial de ataques.

Sin embargo, hay algo que el estudio no señala: las razones de la opción por los drones y, más en general, de la abusiva utilización del bombardeo aéreo como principal y casi excluyente forma de guerra. La explicación es Vietnam. Desde la derrota militar en un pobre país del sudeste asiático, se hizo evidente que la mayor potencia de la historia es incapaz de pelear cuerpo a cuerpo con un enemigo que defiende su propio territorio, en selvas y ciudades.

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