“Yo soy de izquierda, qué duda cabe, pero creemos que en la Europa de hoy, fundamentalmente en la Europa del sur, las identidades se juegan en otra parte, en otro eje. El neoliberalismo ha sido tan victorioso que ha arrasado hasta con las identidades de sus adversarios a las que ha desdibujado hasta pulverizarlas. Creemos, en definitiva, que el eje hay que cambiarlo, y que para acumular para una propuesta radical de cambio lo mejor es hablar no tanto de la dicotomía izquierda-derecha sino de otras. Por ejemplo: los de arriba-los de abajo”.
Así responde, un día sí y otro también, el líder del emergente partido español Podemos cuando se lo interroga –y se lo interroga mucho, y desde todos los bordes– sobre la definición, o mejor dicho la indefinición, ideológica de su partido. “No es indefinición –contesta el pelilargo docente de ciencias políticas y animador de inteligentes tertulias internéticas–, es otra definición, y al que se tome un poco el trabajo de rastrear las nuestras no le costará mucho enrabarlas con varias de las tradiciones de izquierda. La gramsciana sin dudas, y otras. Pero cuando una palabra o una bandera dejan de decir cosas a la gente, mejor cambiar de palabra o de bandera.”
Lo mismo repitió, en el Foro por la Emancipación y la Igualdad de Buenos Aires (véase informe en la edición anterior de Brecha), el hiperquinético, simpático y jovencísimo número dos de Podemos, Íñigo Errejón, que a falta de Iglesias –ausente sin aviso público– intervino en dos mesas y fue uno de los niños mimados del encuentro porteño. El círculo argentino de Podemos rivalizó con grupos juveniles kirchneristas en presencia y ruido en las gradas del Teatro Cervantes, y Errejón se prodigó en idas a universidades, cortas visitas a ciudades cercanas, reuniones con la colonia española en Buenos Aires. “Podemos es una de las principales patas europeas de la confluencia que se está dando como nunca antes en los últimos 30 años entre nuevas y viejas izquierdas europeas y las izquierdas nacionales y populares latinoamericanas aunque no se definan así”, dijo el inspirador del foro, el filósofo argentino Ricardo Forster.
—¿Podemos es izquierda que no dice su nombre?, –le pregunta Brecha a Jorge Alemán,1 un psicoanalista argentino que vive hace décadas en Madrid y admite su cercanía al nuevo partido ibérico. Alemán trabajó durante años junto a Ernesto Laclau, un sociólogo posgramsciano argentino que Iglesias reconoce como una de sus fuentes de inspiración.
—Lo que pasa es que ellos ven cómo, sobre todo en Europa, la palabra izquierda ha quedado atrapada en la inercia y tiene hoy el peso semántico de la socialdemocracia. Una izquierda globalizante, consensualista, siempre educada, una izquierda que además había reprimido palabras como pueblo, patria, soberanía, que se las regaló a la derecha. Decir patria en España remitía a la Falange y en Francia a Marine Le Pen. Una de las argucias más interesantes de Podemos, gracias a las lecturas de Gramsci por un lado y de nuestro Laclau por otro, es que han reanudado con conceptos que la gente puede entender perfectamente porque remiten a conflictos que sienten en su propia piel: Podemos habla de patria o de soberanía para enfrentar a la troika (Fmi-Banco Central Europeo-Comisión Europea) y al capital financiero. Habla de “los de arriba y los de abajo” para traducir en una idea fácilmente “comunicable” aquello que los movimientos sociales del 15 M y otros machacaban: la idea de que “el 1 por ciento de la sociedad concentra el poder económico”. En Podemos han hecho, como Syriza en Grecia, una lectura inteligente de los escritos de Gramsci sobre hegemonía, bloques sociales, bloques culturales, superestructuras, para dejar de usar el término izquierda como seña de identidad porque consideraron que remitía a imaginarios políticos en crisis, en todo caso no útiles para encarar el presente. Se han decidido por una construcción popular, que se plasme en fórmulas con llegada, como pudo ser en su tiempo, y pese a enormes diferencias de todo tipo, aquella de “Braden o Perón” del primer peronismo en Argentina, que le ponía el nombre del embajador de Estados Unidos al enemigo. Podemos habla de “casta o pueblo” y recurre a un imaginario nacional-popular.
—Intelectuales como el portugués Boaventura dos Santos, que reivindican la pertinencia de la noción “izquierda”, dicen que pueden entender perfectamente el lugar en que se sitúa Podemos para criticar a la izquierda realmente existente, sobre todo la socialista, que sucumbió a la mediocridad y la ignominia.2 Dicen que la entienden porque se trata de una crítica radical, que apunta en el fondo a “reconstruir la izquierda sobre nuevas bases”.
—Sí, es así. En Podemos y en Syriza hay además una crítica a la izquierda de la izquierda, la de los movimientos sociales que no quieren acceder al Estado o que se mantienen ajenos a esa problemática. Ellos afirman, al contrario, su vocación de acceder al Estado y desde ese lugar cambiar las cosas. De allí que prefieran no entrar en polémicas con otros sectores de izquierda por ver por ejemplo quién es más izquierdista que el otro o quién representa mejor la izquierda, y desplazan el eje de disputa hacia otro lado, más abarcador y más apto, según creen, para enfrentar la realidad actual. Manejan el campo de disputa de manera más contingente. En momentos como los de hoy, en que no tenemos mucha idea de hacia dónde vamos porque ya no nos manejamos con las certezas de antes, parece más adecuado que sea así. Este foro se enuncia como un encuentro por la igualdad y la emancipación. Es interesante, hay un planteo de base contrahegemónico, pero tengamos en cuenta que ni siquiera sabemos exactamente qué entendemos hoy por emancipación, quiénes serían los sujetos emancipadores, de qué deberíamos emanciparnos. Y la igualdad, si no la queremos reducir a la igualdad formal, jurídica, exigiría todo un campo de articulación. Son significantes móviles, se podría decir. Estamos en esas hoy, capaz que nunca más, porque raramente ha sido más hegemónico que en la actualidad el pensamiento conservador, de derecha, digamos.
—¿Cómo ve el futuro un eventual gobierno de Podemos o el actual de Syriza?
—Difícil. Ambos van a tener que enfrentar –el griego ya lo está haciendo y vemos las dificultades que tiene– el problema de la deuda, de la reestructuración de la deuda. Y sin superávit la reestructuración de una deuda es muy compleja. Los programas de ambos exigirían liberarse de los créditos y de los organismos internacionales, con lo que se plantea un problema estructural: pretender reestructurar la deuda pero a la vez seguir perteneciendo a organismos que otorgan créditos. Es un desafío.
Otro desafío que tienen es que acceder al Estado no es condición de poder concretar los cambios que se proponen. Por un lado, hay que entender que el neoliberalismo se ha apropiado del propio Estado y lo utiliza y lo emplea para sus políticas. El Estado per se ha dejado de ser un bloque de contención frente a los monopolios o el capital financiero, por ejemplo, porque se ha desprendido de los aspectos que tenían que ver con la inclusión social, para concentrarse cada vez más en los aspectos de control, de vigilancia policial, que ha exacerbado. Por otro lado, la autoridad política de los grupos que quieren el cambio social debe emanar de la pieza estatal, de la partidaria, pero también de los movimientos sociales, no puede perder la relación con los movimientos sociales. Si no se anudan esas tres piezas todo se vuelve muy frágil.
Lo importante de todas maneras en Europa hoy, fundamentalmente en la Europa del sur, es que ha surgido un lenguaje político que hasta hace muy poquito era impensable. Europa era, para muchos de nosotros, archivo, patrimonio cultural, museos, un lugar donde está todo lo que uno puede pretender hallar, bibliotecas, bibliografías, pero ahora es otra cosa, un lugar vivo.
1. Alemán dio una entrevista coelctiva a varios medios de prensa al marfen del Foro.
2. En una reciente entrevista que le hizo Pablo Iglesias en uno de sus programas en Internet (La Tuerka) el portugués contrapuso el caso de Podemos al de otros movimientos políticos surgidos recientemente en Europa en respuesta al binomio dominante socialdemocracia-centro derecha, como el Cinco Estrellas del cómico Beppe Grillo, en Italia. “Esos grupos cuestionan el eje izquierda-derecha pero desde una postura antipolítica tipo ‘que se vayan todos’ que puede conducir a cualquier lado. No se dan cuenta, además, de que muchas de las reformas libertarias que ellos proponen o reivindican, el derecho al aborto por nombrar una sola, entroncan con la izquierda.”