Me lo imagino - Semanario Brecha

Me lo imagino

Un fotógrafo ciego alumbró en un colega vidente una idea dirigida a no videntes que la ampliaron a la humanidad. El Taller de Imagen y Relato ganó un Fondo Concursable y arranca en julio de la mano de la periodista Denisse Ferré y el fotógrafo Nicolás der Agopián, cinéfilo prófugo de la titulación en letras.

Foto: Debora Quiring

Evgen Bavcar, nombre balcánico para un fotógrafo.

—Es esloveno, nació en la antigua Yugoslavia en 1946. A los 10 años perdió un ojo con la rama de un árbol y a los 11 el otro, jugando a martillar algo que resultó ser una mina abandonada. Durante los seis meses que tardó en quedar ciego del todo leyó y vio una vastedad de buenos materiales provistos por su madre, viuda desde que él tenía 6 años. Más tarde se graduó en la Universidad de Liubliana y fue el primer profesor ciego de la historia de Eslovenia, daba geografía (trae fotos de Bavcar). Hay otros fotógrafos ciegos con trayectoria, Juan Torre, en España, un colectivo en Nueva York y otro grupo en Rosario, Argentina, que se llama Creer para Ver.
Desandemos el camino que terminó en el taller.
—Soy fotógrafo de prensa hace años, me falta entregar dos trabajos para recibirme de licenciado en letras, título que ya no apetezco, creo, y publiqué Principio y fin, una suerte de literatura del yo, con perdón del atrevimiento, adjunta a fotos de mis estadías en México y Nueva York, en una comunidad de ex hippies de Staten Island fundada en los años setenta. Quería amalgamar todo eso y, potenciado por la influencia de Evgen, le propuse a Denisse hacer un taller de relato e imagen para personas no videntes. Comenzamos a armarlo y en un momento fuimos a proponerlo a la Unión de Ciegos del Uruguay (Uncu), donde nos pidieron que fuera inclusivo y no entendimos, porque estábamos planteándoles exactamente eso. “Que sea abierto a todo público”, precisaron, y comprendimos que era mejor opción, no sólo para ellos sino para nosotros.
Inteligente actitud de minoría dispuesta a romper la endogamia.
—Claro, fue bárbaro. Luego Denisse asumió la dirección del proyecto que presentamos a los Fondos Concursables, y fue seleccionado.
Cuándo comienza el taller y cuál es su objetivo.
—En julio; y tendrá instancias en Montevideo y San José; se llama Taller de Imagen y Relato, es abierto y gratuito, contará con artistas y escritores invitados y brindará herramientas a los asistentes para elaborar textos propios combinando fotografía y relato. Las producciones de los talleristas integrarán un libro que publicará Estuario Editora. Es bueno consignar que nos importa tanto el proceso tendiente a la meta como los resultados posibles.
Cómo trabajarán con no videntes.
—Dejame responderte con lo que dice Bavcar (toma el libro “de cabecera”): “Lo importante es la necesidad de la imagen y no cómo son producidas, esto significa que cuando imaginamos cosas, existimos […]. Cuando un ciego dice que imagina significa que tiene, él también, una representación interna de realidades externas”. Creo que en todo esto son fundamentales elementos como la escucha, el tacto.
En la práctica, ¿los talleristas ciegos sacarán fotos?
—Por supuesto, contactamos al fotógrafo español que te mencioné, Juan Torre, y comprobamos que esto no es nada nuevo, hay gente haciéndolo en México, Estados Unidos; a esta altura existe una especie de manual de cómo instrumentarlo, que con Denisse adaptamos a nuestra realidad. Hay aspectos vinculados al reconocimiento táctil de la cámara, la distancia del objeto a fotografiar, la escucha. Mirá lo que dice Bavcar: “En primer lugar mis oídos sirven como guía, escuchando atentamente puedo pensar en la distancia, si quiero fotografiar a una persona tomo la foto cuando la oigo hablar o reír, cuando visito un nuevo lugar pido a alguien que describa lo que estoy apuntando con mi cámara, si estoy a la espera de un amanecer o atardecer siento el calor del sol antes de tomar la imagen, y sé su dirección”. Fuimos a Mosca, empresa que imprimió mi libro y auspicia este taller, y prometieron investigar si pueden imprimir las fotos de los talleristas en relieve, como las que hace Torre en España. Si no lo consiguen estamos en condiciones de mandar algunas fotos a imprimir, “con cuerpo”, allá. También fuimos a la embajada china, porque hay cámaras especiales para no videntes, que no sé si ameritan el esfuerzo, porque la diferencia que tienen con las comunes es mínima. Trabajo para la Fundación Itaú, que auspicia el programa de expresión plástica Una Forma de Ver, encabezado por una química y un artista que diseñaron pinturas reconocibles por el olfato; fui a sacarles fotos y lo que hacen es consistente.
¿Qué estimuló al casi licenciado en letras a usar un solo ojo?
—El cine, carrera que debí seguir cuando salí del liceo pero dejé pasar. Y en la Facultad de Humanidades trabajé años con revistas culturales, particularmente de cine.
A un pintor no se le ocurre, en general, “complementar” su cuadro con un texto. ¿Por qué al fotógrafo independiente sí?
—Es una opción creativa, los fotógrafos tienen mucho para decir, puedo asegurártelo porque trabajo con varios. Y muchas veces las fotos funcionan más como disparadoras de textos que como pista de aterrizaje.
Pero si necesito agregar el lenguaje escrito al visual, ¿no estoy, de alguna manera, desplazando al segundo?
—La verdad es que no tengo una respuesta a eso; se me ocurre que hay tantos fotógrafos como fotografías. Un texto de Macedonio Fernández comienza reconociendo “todo se ha hecho, todo se ha creado”, y termina con algo así como: “Y ahora empiezo”.

1. Principio y fin. Estuario Editora, Montevideo, junio de 2014.

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