El cambio climático, la soja y las inundaciones en Rio Grande do Sul: En las raíces del problema - Semanario Brecha
El cambio climático, la soja y las inundaciones en Rio Grande do Sul

En las raíces del problema

El uso del suelo, y en particular la extensión creciente del monocultivo sojero, juega un papel destacado en la catástrofe ambiental en el estado gaúcho.

Inundaciones en el centro de Porto Alegre. TADEU VILANI

El desequilibrio entre las extensiones ocupadas por la agricultura y las áreas de vegetación nativa es uno de los principales factores asociados a la catástrofe climática que devastó parte de Rio Grande do Sul y que dejó más de 160 muertos y afectó a más de 2 millones de personas, de acuerdo a la iniciativa MapBiomas, parte del Sistema de Estimación de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero del Observatorio del Clima, una red colaborativa formada por ONG, universidades y empresas tecnológicas, y cuyas investigaciones abarcan todo el territorio brasileño, además de Argentina y Uruguay.

Para fortalecer la lucha contra nuevos eventos climáticos extremos de este tenor, es necesario dar pasos atrás, sobre todo en el cultivo de soja, afirma a Brecha el biólogo Eduardo Vélez, investigador de MapBiomas para el bioma Pampa.1 Un estudio reciente de MapBiomas muestra que Rio Grande do Sul perdió alrededor de 3,5 millones de hectáreas de vegetación nativa entre 1985 y 2022. El área corresponde al 22 por ciento de la cobertura vegetal formada por campos y bosques, entre otros, en ese estado brasileño. Durante ese período, más de 1 millón de hectáreas de bosques fueron transformadas en cultivos de soja en la zona pampeana de Rio Grande Do Sul, señala el investigador. El estado también perdió 3,3 millones de hectáreas (o el 32 por ciento) de sus pastizales, adaptados al clima subtropical de Rio Grande do Sul y formados, preferentemente, por pastos y pequeños arbustos. Estas formaciones –históricamente utilizadas para la ganadería extensiva, actividad menos agresiva con el suelo y que conserva características biológicas y funciones ambientales originales– dieron paso a los cultivos de soja, que crecieron un 366 por ciento. En 1985 había 1,3 millones de hectáreas de cultivos de hortalizas. En 2022, había 6,3 millones.

Según Vélez, el avance del cultivo de oleaginosas sobre áreas originalmente ocupadas por campos nativos y pastizales impacta las condiciones del suelo. La vegetación nativa reduce la velocidad a la que el agua llega al lecho de los ríos, facilita la infiltración en el suelo y reduce la sedimentación. Aunque la soja cubre el suelo y consume agua durante su desarrollo, no tendría las mismas condiciones que la vegetación nativa para retener agua y suelo durante las lluvias que azotan Rio Grande do Sul, debido a las características de su sistema radicular. «La eliminación de aquella vegetación no tiene la culpa de lo que está pasando, pero es parte del problema. Así que, de cara al futuro, debemos dar un paso atrás y reequilibrar la relación entre la producción agrícola y la proporción de vegetación nativa», afirma. Vélez revela que la pérdida de esa vegetación ocurrió en todo Rio Grande do Sul, pero más significativamente en la cuenca del río Guaíba, donde fueron removidas 1,3 millones de hectáreas.

El origen de la inundación, la región del Alto Jacuí, donde las fuertes lluvias desbordaron cursos de agua adyacentes e inundaron varios municipios de la cuenca hidrográfica del Guaíba –la cual abarca 2.900 quilómetros cuadrados–, ejemplifica lo expuesto por el investigador. Allí, solo el 19 por ciento de la superficie está cubierta por vegetación nativa. El mapa de cobertura y uso del suelo elaborado por MapBiomas en 2022 muestra la mala distribución de la vegetación en toda esa cuenca, y refleja el avance de la soja sobre los bosques.

Los modelos climáticos actuales indican que el volumen de lluvia sobre Rio Grande do Sul crecerá en los próximos 50 años. El culpable es el aumento de la emisión de gases que forman el efecto invernadero, que afecta la circulación atmosférica, almacenando humedad e impidiendo el avance de frentes fríos. «Tenemos que pensar en cómo preparar el terreno para que las lluvias que vendrán no destruyan todo, incluido el suelo. Es necesario retener agua en las cabeceras de los ríos», advierte Vélez. El biólogo sugiere restaurar la vegetación nativa en al menos el 30 por ciento del área de la cuenca del Guaíba, a partir de la región de Cruz Alta y Passo Fundo.

1. En la clasificación de MapBiomas, este bioma abarca buena parte de Rio Grande do Sul, la totalidad de Uruguay, las provincias argentinas Entre Ríos y Buenos Aires y parte de Corrientes y Santa Fe.

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