Impulso al expansionismo - Semanario Brecha
El futuro de Gaza tras la victoria de Trump

Impulso al expansionismo

Benjamin Netanyahu fue uno de los primeros líderes del mundo en llamar a Donald Trump para felicitarlo. En X, el primer ministro israelí describió el resultado de las elecciones estadounidenses como «¡el mayor regreso de la historia!» y una «gran victoria».

El retorno de Trump se produjo justo cuando estaban surgiendo los primeros signos de presión real sobre Israel por parte del gobierno de Joe Biden. El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, y el secretario de Defensa, Lloyd Austin, escribieron al gobierno israelí el mes pasado detallando su obstrucción a la entrada de ayuda humanitaria a Gaza y desafiando sus esfuerzos por cerrar la agencia humanitaria local de la ONU, la UNRWA. La carta daba a Israel 30 días, hasta después de las presidenciales, para cambiar de rumbo o enfrentar restricciones bajo la ley estadounidense sobre el suministro de armas.

El plazo vence este 12 de noviembre, momento en el que Estados Unidos podrá restringir el flujo de armas cuando ya no exista ningún riesgo electoral. Pero a la sombra del resultado de las elecciones, tendrá poca o ninguna influencia sobre el gobierno de Netanyahu, que simplemente podrá esperar hasta la toma de posesión de Trump, el 20 de enero.

Es casi seguro que el gobierno entrante no defenderá a la UNRWA. Trump cortó la financiación estadounidense a esa agencia en 2018 y Biden solo la restableció tres años después. La ONU y todo el esfuerzo de ayuda en la región bien podrían enfrentar una crisis de financiamiento.

La restauración de Trump también elimina una barrera sustancial a la posible anexión de Israel de al menos parte de Gaza y Cisjordania. El presidente entrante se ha mostrado libre del peso del derecho internacional y de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU en lo que respecta a cuestiones territoriales. Su gobierno reconoció la soberanía israelí sobre los Altos del Golán sirios en 2019.

No está nada claro quién lideraría la política estadounidense en Oriente Medio en un nuevo gobierno de Trump, pero en el grupo que rodea al presidente electo hay partidarios notables del movimiento de colonos israelíes, como su yerno Jared Kushner (quien ha hablado del potencial inmobiliario de las «propiedades costeras» en Gaza) y el exembajador en Israel David Friedman, cuya solicitud para un nuevo puesto en el gobierno entrante tomó la forma de un libro que ensalzaba el derecho divinamente inspirado de Israel a apoderarse de Cisjordania.

El regreso de Trump no solo fortalece la causa expansionista, sino que también refuerza la posición de Netanyahu en la política israelí y probablemente acelere sus medidas para convertir a Israel en un Estado más iliberal. En ese sentido, Netanyahu no escuchará, por ejemplo, quejas de Washington sobre su campaña para diluir la fuerza y la independencia del Poder Judicial.

Sin embargo, el regreso de un aliado cercano a la Oficina Oval no le da a Netanyahu total libertad. A diferencia de Biden, Trump no tiene por qué temer que el primer ministro israelí pueda perjudicarlo políticamente en casa. La nueva relación de poder entre Estados Unidos e Israel será más unilateral y la influencia del nuevo presidente será varias veces mayor que la de sus predecesores.

Trump ya ha dejado claro en una carta a Netanyahu en el apogeo de la campaña que quiere que la guerra en Gaza termine apenas asuma el cargo, aunque lo más probable es que Trump acepte un resultado fuertemente favorable a Israel, incluido el control militar sobre la Franja.

El presidente que regresa también ha dejado claro que quiere un acuerdo rápido en Líbano, si es que no se logra uno durante los últimos meses de Biden. Lo más significativo es que Netanyahu no puede estar seguro de que Trump apoye su prioridad estratégica: una guerra para destruir el programa nuclear de Irán.

Cualquier conflicto de este tipo probablemente atraería a Estados Unidos, y su aversión a las guerras en el extranjero es una tendencia constante en la a menudo errática política exterior de Trump. Por otro lado, tal vez no esté más allá del considerable poder de persuasión de Netanyahu convencer al ex y futuro presidente de que bombardear Irán podría ofrecer una victoria rápida y fácil sobre un régimen que la inteligencia estadounidense cree que conspiró para asesinarlo.

El otro gran ganador en Oriente Medio es la monarquía saudita, que ha invertido profusamente en la familia Trump. Ahora tiene un aliado cercano en la Casa Blanca, que presionará para que se llegue a un acuerdo de normalización entre Arabia Saudita e Israel. Los funcionarios de Biden invirtieron una enorme cantidad de tiempo y energía en tratar de lograr un acuerdo de ese tipo y sospecharon desde el principio que el príncipe heredero Mohamed bin Salmán estaba esperando una presidencia de Trump. 

(Publicado originalmente en The Guardian. Traducción de fragmentos a cargo de Brecha.)

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