La directiva del Club San Rafael llamó a Regina Ramos para escribir la historia del cuadro. Sintiéndose responsable de esta misión, decidió ponerse en campaña. Pero no sola, claro. Contaba con la gran base crónica de los manuscritos apuntados por Edmundo Yiyo Fernández (ante todo, hincha, pero además escritor clandestino, según la autora). Además, invitó a la cancha a Agustín Lucas, «un escritor cuyo mundo es redondo como una pelota, un verso o una amistad».
LOS DOMINGOS EN LA CANCHA
Impulsado por la población extranjera de origen británico que habitaba nuestro territorio a finales del siglo XIX, la emergencia de los colegios ingleses y el impulso de los trabajadores de los trenes –que empezaban a promover la expansión citadina–, comenzó a desarrollarse en Montevideo un nuevo deporte. El fútbol terminó por acriollarse a principios del XX y fue protagonista de una efervescencia que tuvo como germen, por un lado, la promoción y la extensión de los nuevos medios de transporte, y, por otro, las nuevas leyes batllistas que redujeron la jornada laboral y habilitaron espacios para el esparcimiento y el ocio. Por su parte, la instalación de los tranvías y su posterior desarrollo vial favorecieron la comunicación hacia los espacios cercanos denominados pueblos. De igual manera, las empresas de tranvías, a modo de estimular la demanda, facilitaron la creación de las canchas e instalaciones que necesitaban los clubes para equiparse en torno al nuevo deporte.1
En el interior, el acontecimiento sufrió la misma exaltación que en la capital. A partir de 1905 emergieron cual epidemia clubes de fútbol en todo el territorio, y muchos cuadros esperaban una fecha patria para consolidarse. Así, desde los inicios, lo identitario se unió fuertemente a este deporte, que forjó su historia junto a cada hito de la patria. Los medios de transporte hacían llegar pobladores a nuevas zonas, los comerciantes o empresarios formaban centros y luego amalgamaban a las personas en torno a cinturones menos aislados que los espacios rurales. Las nuevas leyes para los trabajadores los ayudaban a ordenar el ocio como un tiempo reglado, con actividades estipuladas. El carnaval, que había sido un fenómeno casi único en su apertura a la posibilidad de dar rienda suelta al desahogo, la parranda y el placer, se transformaría en un espectáculo organizado, familiar, civilizatorio. El juego social quedaba regulado mientras se proponían la diversión y la comunión familiares o pueblerinas para el día libre de la semana, y sin excesos.
¿UN FENÓMENO O UN SANTO?
Por su cercanía con la capital, San José va a configurarse como un hijo pródigo. En 1876 llega el ferrocarril y cuatro años más tarde estaría fundado el San José Football Club con su field en el espacio que hoy se conoce como Parque Artigas. Ya para 1909, San José contaría con su liga. A todo esto, como grandes partícipes de otro de los grandes movimientos del país modelo para inicios de siglo,2 las mujeres no quedaron por fuera de la revuelta y se subieron al tren de la manera en que les fue siendo posible. Así, la historia de la creación de San Rafael, como la vida misma del cuadro y de la institución, evidencia ambos cambios.
Otro azul, otro oro reúne una historia polifónica. Diversas voces se expresan en diferentes formatos ordenados por los autores-compiladores en una amalgama que intenta espejar el espíritu del equipo. Es pertinente resaltar que, en las entrevistas hechas por Agustín y Regina para complementar los apuntes de Yiyo Fernández, los cuentos o anécdotas funcionan como episodios o microrrelatos. También hay testimonios en tercera persona que dan voz a personalidades importantes de la comunidad, esas que no pudieron contar sus historias en vida. Por su parte, en el capítulo «Querido amigo, tenemos una canción por hacer», se reúnen textos líricos: las canciones e himnos del club. La hibridez del libro parece emular la diversidad de jugadores requerida en la cancha, porque todas sus partes conforman un anecdotario que, como bien sostiene Regina en el prólogo, ella y Agustín fueron los encargados de conservar. Sin duda, la idea eje es contar la historia de todo un lugar y sus pobladores; el pueblo y el club se fusionan a tal punto que no se sabe de dónde proviene la tradición, y dejarla asentada en la escritura es una forma de que no se escape.
El manuscrito de Yiyo comienza con la historia de la fundación del pueblo Rafael Perazza, con la llegada de su fundador a fines de 1930. En 1931, Rafael Peraza (así, con una sola zeta) quedó instalado con su familia y terminó por concentrar varios comercios en la zona. «Por entonces, no había muchas posibilidades de esparcimiento en las horas libres, y en un espacio que había entre la ruta 1 y la carretera a Rincón del Pino, orientada en sentido este, en 1938 se comenzó la práctica de fútbol. […] La idea estaba, jugadores había, cancha también. Faltaba el nombre del cuadro y las camisetas.» Se propuso que el nombre del cuadro fuera Boca Juniors, y así se lo designó en 1942. Años más tarde, tras la muerte del fundador del pueblo, se decidió adoptar su nombre para el club; así, a pesar de continuar usando la camiseta de Boca, el 4 de marzo de 1944 se fundó el Club San Rafael. Recién diez años más tarde, la votación popular optaría por bautizar también al pueblo con su nombre: «Había dos opciones, una, Rincón del Pino y otra, Rafael Peraza, con una zeta, tal cual era su apellido». Ganó la segunda opción, pero luego, por error, el nombre quedó escrito como Rafael Perazza, con dos zetas. Esas cosas que pasan en los pueblos uruguayos.
En su relato y en la secuencia de las imágenes, el libro resalta el valor de la cancha, la primera iluminada de la zona. También destaca la asamblea de reunión de los domingos y, sobre todo, el valor social del club, que congrega a familias y amigos. Algo que llama la atención es la participación de las mujeres, no solo en la gestión cultural o popular del cuadro, sino también como «pioneras» del fútbol femenino de la región, pilares en la identidad del pueblo.
LA PRESENTACIÓN
Es sábado 14 de setiembre. Llego de noche a la estación de servicio de Rafael Perazza para preguntar dónde queda el club. «En frente –me dicen–, ahí está la fiesta, hoy se presenta el libro.» Agrupadas en círculo, con fanales de papel que dibujan enunciados representativos del texto, las mesas con sus sillas de PVC reúnen al pueblo para dar a luz a «la nueva copa del cuadro». Regina y Agustín la presentan, leen fragmentos, la gente se emociona. Las personalidades de la comisión, del equipo, del club, los niños delegados de escuelas y los funcionarios de las bibliotecas pasan a recibir ejemplares. Los escritores están rodeados por copas; el libro lo venden, al lado de la cantina –de mostrador de madera–, dos veteranas de la comunidad. Los jugadores se ubican en fila al lado de ellas y, si mirás con atención el público, te das cuenta de que no falta nadie. Como no faltará en el partido del domingo.