En 2023, el fotógrafo alemán Boris Eldagsen, de reconocida trayectoria, rechazó un premio que le fue otorgado por una imagen fotorrealista que recreaba la técnica y la estética de la fotografía de la década de los años cuarenta. La imagen, titulada «Pseudomnesia: The Electrician», fue creada a través del uso de inteligencia artificial (IA) generativa. Eldagsen planteó una posición provocadora y sostuvo que la IA nos obliga a reconsiderar y redefinir el uso de imágenes, que pueden convertirse en «memorias falsas del pasado».
La globalización, la digitalización y las tecnologías han transformado profundamente la vida cotidiana, las formas de comunicación y las interacciones sociales. Han redefinido los modos en que las personas se relacionan y han fomentado conexiones instantáneas que al mismo tiempo provocan complejas dinámicas sociales. Asimismo, las redes sociales han revolucionado la difusión y el tratamiento de la información, especialmente en el caso de las imágenes; la irrupción de la IA ha llevado a las posibilidades audiovisuales a un nivel sin precedentes.
Si bien esta herramienta abre oportunidades a la creatividad y a la producción de contenido innovador, también conlleva riesgos significativos relacionados con la desinformación, la manipulación y la pérdida de autenticidad. Es fundamental reflexionar críticamente sobre cómo estas tecnologías deben utilizarse, con criterios transparentes y plena conciencia del impacto que producen en nuestra comprensión del mundo.
En el marco de la Marcha del Silencio del año pasado, Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos –en colaboración con la agencia Innvented y la productora Oriental Films– presentó un audiovisual que emplea IA para dar vida a una ficción conmovedora. A través de la voz de Karina, hija de Óscar Tassino, se compartieron fragmentos de la vida familiar que permiten empatizar con el vacío que ha dejado su ausencia. El audiovisual presenta a Óscar celebrando el cumpleaños de 15 de su hija, conociendo a sus nietos y festejando sus 80 años. Este enfoque creativo nos invita a reflexionar sobre la crueldad de la desaparición forzada y da forma a una de las tantas «Historias que no pudieron ser» (tal es el nombre del proyecto), pero en ningún momento permite confundir la realidad y la ficción, sino que la ausencia se subraya con la recreación artística de la imagen. El audiovisual logra conmover al presentar la historia y provocar cercanía; muestra lo que no fue posible, el tiempo familiar y personal amputados.
Simulacros visuales y realidad concreta
Los avances tecnológicos permiten la creación de imágenes altamente realistas, ficticias o manipuladas, lo que plantea desafíos éticos, culturales y políticos sin precedentes. Esto cuestiona profundamente el carácter documental de las imágenes; redefine incluso las relaciones entre imagen y memoria. Las fotografías quedan disociadas de su función como documento y las imágenes fotorrealistas circulan desafiando los conceptos tradicionales de permanencia y de conservación de la memoria.1
Las imágenes históricas frecuentemente son de baja calidad, pero son insustituibles y constituyen parte de los registros que sustentan investigaciones y reflejan décadas de lucha social. Las fotografías, que antes eran consideradas registros fieles de la realidad, son ahora objetos que pueden ser alterados mediante filtros, aplicaciones y herramientas de fácil acceso. La IA agrega la posibilidad de generar imágenes fotorrealistas, que difícilmente permiten discriminar su grado de correspondencia con la realidad.
En este contexto, la utilización de IA para mejorar las fotografías de los desaparecidos debe ser problematizada. Sus rostros en carteles y representaciones artísticas son también los rostros de las reivindicaciones históricas por la memoria, la verdad y la justicia.
Los algoritmos de IA están diseñados para mejorar o recrear imágenes, pero su funcionamiento va mucho más allá de colorear o hacer ajustes triviales: ficcionalizan las imágenes, añaden elementos y alteran características singulares de manera significativa. Esto se acentúa cuando la calidad y la definición de la fotografía original es baja. Es decir: cuanta más información falta, más agrega el algoritmo de IA.
Ese proceso no es neutro, ya que los algoritmos están entrenados con bases de datos que replican y perpetúan sesgos raciales, estereotipos de belleza y otros prejuicios sociales. Como resultado, tienden a seguir parámetros predefinidos, que incluyen el blanqueamiento de la piel, la europeización de rasgos faciales y la intensificación de brillos y colores, priorizando estéticas hegemónicas.
Al presentar una versión idealizada y ficticia de una persona cuya vida e identidad fueron arrebatadas, se añade una dimensión ética compleja. Para los familiares de las víctimas, el impacto emocional de las imágenes tratadas con embellecimiento por IA puede no ser homogéneo. Para algunos, contemplar una representación nítida y embellecida de su ser querido puede ser reconfortante; para otros, puede resultar perturbador e incluso ofensivo.
Además, cuando las modificaciones de documentos fotográficos no se explicitan, las personas tienden a asumir que se muestran representaciones fieles de la realidad. La idea de preservar y honrar a las víctimas debe contemplar el valor de la autenticidad histórica y advertir sobre la utilización de tecnologías cuando se realiza una manipulación digital. La creación de imágenes mediante IA convierte al creador en responsable no solo del uso inmediato de la obra, sino también de las consecuencias a largo plazo, ya que estas imágenes tienden a sustituir progresivamente los registros originales, alterando la narrativa histórica.
Recordarlos con la cara de otro
En 2023, Santiago Barros, director de arte y creador del proyecto IAbuelas, llevó a cabo intervenciones con IA en fotografías de detenidos desaparecidos tomadas del archivo web de Abuelas de Plaza de Mayo. Su propósito era proyectar cómo podrían lucir los rostros de sus hijas e hijos apropiados, y ello suscitó un importante debate en torno a la memoria, la tecnología y la ética.
Abuelas tuvo una mirada crítica sobre el proyecto. Si bien reconoció las buenas intenciones de Barros, advirtió sobre los riesgos de considerar estas ficciones como realidad: «Esta iniciativa no es científica, sino artística-lúdica», dijeron. Desde su perspectiva, incluso las propuestas bienintencionadas pueden dañar o comprometer el valor testimonial de los registros y herir la sensibilidad de las víctimas y sus familiares. A partir de este caso se ha problematizado el uso de IA en contextos de búsqueda y restitución de identidad en los que se enfatiza sobre la importancia de la alfabetización tecnológica en el uso de modelos generativos.2
En las décadas del 60 y del 70, la fotografía analógica era considerada un documento objetivo, un registro fiel de la realidad. Para los trabajadores y los sectores populares fotografiarse era un evento excepcional, reservado para momentos muy especiales. Por ello, en muchos casos no se han podido recuperar imágenes de muchas de las víctimas. En otros casos las fotografías disponibles suelen provenir de prontuarios policiales o recortes de prensa.
Las imágenes en blanco y negro y marcadas por el paso del tiempo no logran transmitir plenamente la juventud de los fotografiados, su alegría ni mucho menos la belleza de su compromiso con la vida. Sin embargo, en su austeridad, esas fotografías se convierten en los documentos más contundentes y desgarradores de una existencia interrumpida.
En 2024 fueron identificados los restos de Amelia Sanjurjo, militante del Partido Comunista del Uruguay que fue secuestrada el 2 de noviembre de 1977 en un operativo represivo del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas. La torturaron y la desaparecieron en el centro clandestino La Tablada. Durante décadas, su familia y sus compañeros la buscaron incansablemente. Su vida fue arrebatada y su cuerpo permaneció oculto, enterrado en un predio militar durante 47 años.
El 6 de junio de 2024 Amelia «regresó a su casa, a su familia y a su pueblo», y fue homenajeada en un acto multitudinario. Frente a las puertas de la Universidad de la República, cientos de personas contemplaron una gran fotografía suya, que simbolizaba una presencia recobrada y una lucha. Sin embargo, esta imagen, creada con IA a partir de una foto preservada por Madres y Familiares, mostraba un rostro que no era el suyo.
La memoria colectiva y los homenajes a las víctimas exigen un compromiso ineludible con la verdad histórica. El uso de herramientas como la IA debe enfocarse en preservar y transmitir esa realidad, evitando cualquier representación que la desvirtúe o la reemplace con narrativas ficticias. Respetar la autenticidad histórica no es solo un mandato ético, sino una necesidad política urgente.
Si bien las imágenes estetizadas pueden causar un impacto emocional poderoso, no deben imponerse a la disputa por la realidad. La intervención sobre la fotografía de Amelia ilustra de forma contundente la tensión entre ficción y realidad, y revela cómo las tecnologías median nuestras percepciones del mundo y cómo estas mediaciones afectan nuestras interpretaciones y decisiones.
El uso de herramientas tecnológicas requiere el desarrollo de capacidades críticas, que reconozcan que la construcción colectiva de la memoria histórica es un terreno de disputa por el sentido; debe enraizarse en la realidad, por fea, incompleta o dolorosa que sea, y rechazar las ficciones que imponen narrativas efectistas, superficiales y vacías. Es necesario dar lugar al debate para desarrollar una perspectiva crítica respecto al vínculo entre tecnología, memoria y política. La realidad nos desafía. Lo real resiste.
- Matheus Tagé, «Inteligência artificial na fotografia: o esvaziamento do caráter documental na produção de imagens-fluxo», Revista de Ensino em Artes, Moda e Design, volumen 8, número 1, Florianópolis, 2024. ↩︎
- Jorge Maldonado, «Consideraciones tecnoéticas del uso de inteligencia artificial generativa de imágenes en procesos de restitución de identidad de personas desaparecidas», Cuadernos de Beauchef, volumen VIII, número 1, Universidad de Chile, Santiago, 2024. ↩︎