Juntas a la par - Semanario Brecha
Teatro. En El Galpón: Las dos en punto

Juntas a la par

Difusión, alejandro persichetti

El Teatro El Galpón comenzó su temporada con una pieza de la dramaturga española Esther Carrodeguas inspirada en la historia real de dos hermanas conocidas como Las Marías, de Santiago de Compostela. Maruxa y Coralia vivieron la época del franquismo y venían de una familia anarquista; como forma de escapar al encierro al que obligaba el régimen comenzaron a salir de paseo por el parque de la Alameda cuando el reloj marcaba las dos. Era su pequeño acto de resistencia. La pieza, que exige un trabajo de composición de personajes detallado, es dirigida por Graciela Escuder y las actrices elegidas para encarnar a estos emblemáticos personajes son las talentosas Myriam Gleijer y Alicia Alfonso.

Al inicio de la obra, estos dos seres comienzan a habitar un espacio de plaza con sus bancos, su fuente, sus balcones típicos alrededor. Aída Sanz hizo una acertada elección visual en el diseño de la escenografía, que se presenta como una ilustración en blanco y negro de ese espacio al aire libre y rememora de forma expresiva el período posterior a la guerra civil. Sanz también está a cargo del colorido vestuario, que contrasta con aquel gris y pone a los personajes en primer plano; es clave en la reconstrucción de estas dos costureras que el espectador tenga presente que ellas, en sus paseos, salían con un colorido maquillaje y un ropaje llamativo y hasta extravagante. Allí está la fortaleza revolucionaria de su presencia en las calles de Compostela.

Gleijer interpreta a Maruxa, la hermana mayor, y junto con Alfonso, que es Coralia, desarrollan un ida y vuelta de palabras inconexas, escritas como versos en un devenir poético casi circular. Este comienzo exige al espectador prestar atención a diálogos que parecen transitar el borde de la locura, pero que, de a poco, empiezan a cobrar sentido. Es un desafío para ambas actrices construir el absurdo, pero su presencia escénica y la complicidad que establecen con la mirada hacen que, muy pronto, el texto derive en un conjunto de situaciones plagadas de humor. La autora dice que esta obra es una «comedia terrorífica» y, en la puesta en escena, esa dualidad es destacada por Escuder mediante el uso de la iluminación, en un diseño de Larisa Erganian que enmarca a los personajes en aquellos momentos más introspectivos, en los cuales, entre líneas, afloran los miedos, los fantasmas y los dolores que arrastran debido al destino de varios de los integrantes de sus familias o por el hostigamiento continuo del régimen.

Hoy en día, en el parque de la Alameda hay una estatua que recuerda a las hermanas Fandiño Ricart. Una particularidad es que sus vestidos cambian de color con asiduidad, ya que la gente las pinta para recordar sus salidas como acto de resistencia. El montaje recrea aquellos paseos y pone el foco en la propia puesta en escena que montaban las hermanas para lograr salir sin ser apresadas: fingir demencia. Gleijer y Alfonso resultan la dupla ideal para componer los rasgos de aquella historia real, despegando, a la vez, en los vuelos ficcionales que el texto aporta. A lo largo de la puesta, el personaje de Coralia crece en presencia hasta terminar siendo la portavoz de los pensamientos de estas mujeres: adelantadas para su época en sus posibilidades de empoderamiento, se erigieron como sujetos de deseo que buscaban las palabras para expresarse, y fueron valientes y activas en la búsqueda de una libertad que encontraron haciéndose visibles en el espacio público, siempre juntas y en compañía. 

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