¿Los «mercados» pierden la fe en Milei? - Semanario Brecha
La economía argentina en tiempos de $libra

¿Los «mercados» pierden la fe en Milei?

En los días previos al escándalo de $Libra, los capitales financieros venían dando muestras de malestar en el mercado argentino. Mientras el salario real se desploma, las élites debaten sobre el ritmo de la devaluación y Milei busca un nuevo acuerdo con el FMI.

Luis Caputo, ministro de Economía argentino Afp, Emiliano Lasalvia

En las últimas semanas, los «mercados», ese eufemismo utilizado para no hablar con nombre y apellido de la élite económica, parecen estar en trance, desconcertados, con la fe devaluada en el experimento libertario. El desatino de Javier Milei con la promoción de la cripto $libra deja expuesto a un presidente que, o bien está dispuesto a favorecer estafas tipo Ponzi, o bien actúa como un total improvisado. En cualquier caso, no es una buena señal para llevar tranquilidad a un mundo financiero que se pregunta sobre el destino del proyecto libertario.

El martes 11 de febrero el índice S&P Merval, que refleja la cotización de las acciones de las principales empresas de la bolsa porteña, había tocado su valor mínimo de los últimos dos meses. También el riesgo país se había ubicado por encima de los 700 puntos básicos y los bonos argentinos continuaban a la baja. Si bien desde el miércoles 12 se registraba una recuperación, el índice S&P Merval cerró el viernes 14 de febrero un 16 por ciento por debajo de su nivel más alto, alcanzado el 9 de enero último. Esto implica una importante desvalorización bursátil de las principales empresas del país que operan en bolsa.

No hace un siglo, sino apenas algo más de un mes atrás, el jueves 9 de enero, la city porteña vivía un clima de euforia por el rally (una suba fuerte y constante) impresionante de las acciones de las empresas y los bonos de deuda del Estado argentino, que venía desde 2024, año en el que la valorización bursátil argentina fue líder en el mundo con una suba de más de 100 por ciento medida en dólares: un paraíso para la especulación.

Ese rally expresaba la confianza en las perspectivas de los negocios de las principales empresas cotizantes en la bolsa porteña que participan en el índice financiero S&P Merval. El índice de riesgo país (un indicador de lo que tiene que pagar el país de sobretasa en relación con Estados Unidos para endeudarse) tocó un mínimo de 560 puntos básicos ese 9 de enero: expresaba la confianza en que el gobierno de Milei pudiera hacer frente a los pagos de deuda pública, cuyo cronograma de vencimientos es muy exigente este año y en los venideros.

De hecho, ese 9 de enero, gracias al terrible ajuste en el sector público que puso en la calle a trabajadores de la salud, de los espacios de la memoria y de otros organismos públicos, pero también gracias a la destrucción de los salarios públicos, el ministro de Economía, Luis Caputo, pudo hacer clic y transferir a las cuentas de los especuladores financieros 4.360 millones de dólares por pago de capital e intereses de los bonos Globales (títulos emitidos bajo leyes extranjeras) y Bonares (bajo la ley argentina). Esos títulos son la pesada herencia de la «exitosa» reestructuración de deuda que hizo el exministro Martín Guzmán en 2020.

Ese 9 de enero, en un solo día, los especuladores se embolsaron prácticamente lo mismo que el gobierno tiene planificado destinar a la salud durante todo 2025. Otras comparaciones son útiles: según el Ministerio de Desregulación que conduce Federico Sturzenegger, las 37.595 bajas del empleo público nacional ocurridas en el primer año de Milei produjeron un ahorro de 4.412 millones de dólares. De nuevo, casi lo mismo que se embolsaron los especuladores financieros en un solo día.

Luego del pago del 9 de enero, la hipótesis del equipo económico era que esos dólares volverían a volcarse en el mercado local en la compra de acciones y bonos para seguir con el rally alcista. Puede fallar, diría Tusam. Los «mercados» respondieron con el bolsillo y rompieron el corazón de los funcionarios que se alojan en el quinto piso del Palacio de Hacienda.

Si hasta hace un mes la euforia de los «mercados» expresaba la confianza en el futuro del gobierno, ¿la incertidumbre actual expresa, por el contrario, las dudas sobre el rumbo de Milei y Caputo? Es muy probable.

TODO LO GASEOSO SE DESVANECE EN LO SÓLIDO

¿Qué explica las caídas de las últimas semanas? Algunos analistas dicen que se trata de una corrección lógica del fantástico rally financiero que experimentó el país. El ministro Caputo, dando por inválida la hipótesis del equipo económico previa al pago de deuda del 9 de enero, ofreció una explicación similar: dijo que se generó mucha expectativa antes de ese pago, lo cual empujó la suba de la bolsa porteña y ahora existiría una lógica corrección a la baja por una toma de ganancias normal. Lo cierto es que hubo un desprendimiento importante de activos argentinos.

También hay explicaciones que van más allá de los movimientos especulativos tradicionales del mundo financiero. Aunque el gobierno de Milei está eufórico con el triunfo de Donald Trump, como si el alineamiento con el nuevo presidente significara automáticamente un beneficio para nuestro país, la bolsa porteña sintió el impacto de sus primeras medidas, como la aplicación de aranceles, que producen movimientos sísmicos en la economía mundial y en las bolsas de todo el planeta.

Sobre los efectos benéficos de Trump sobre la economía argentina, existen visiones optimistas más allá del plantel gubernamental. Medios periodísticos internacionales, como la agencia financiera Bloomberg y el diario El Economista del Estado español, ven a Milei como un beneficiario del triunfo de Trump. En tal sentido, señalan varios factores que podrían favorecer al país.

El primer factor tiene que ver con el precio de los activos, en particular de los bonos públicos; el otro factor que mencionan es una mejora en la confianza global, lo cual podría implicar inversiones directas que lleguen hacia nuestro país. Y, por último, señalan al canal comercial como un tercer factor que beneficiaría a la Argentina, que quedaría por fuera de los incrementos de aranceles que impulsa Trump sobre las importaciones de México, Canadá, China y potencialmente otros países que, por ahora, fueron postergados mientras se desarrolla una negociación. Por el momento, el clima de los «mercados» desmiente los dos primeros factores: incluso en 2024, a pesar del rally financiero y del Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones aprobado por el oficialismo, la inversión extranjera directa tuvo su peor registro en lo que va del siglo. Y el tercer factor lo desmintió el propio presidente yanqui al anunciar aranceles recíprocos a las exportaciones provenientes desde Argentina.

Todo indica que existe un optimismo exagerado. Se consideran las perspectivas de Argentina por fuera del desorden que puede producir Trump en el ya existente desorden mundial: el aumento de los aranceles puede llevar a un rebrote inflacionario mundial, con la Reserva Federal de Estados Unidos intentando contener la suba de precios mediante un aumento de la tasa de interés y, de este modo, fortalecer el dólar estadounidense. Esto no es neutral para nuestro país en términos de que implica mayores dificultades para volver a los mercados de deuda. Pero también con un dólar fuerte a nivel mundial el artificio de fortalecer el peso argentino con el enlentecimiento del crawling peg (una devaluación administrada en marcha desde diciembre de 2023) y el cepo, pero sin fundamentos sólidos, como ocurriría con un aumento de la productividad, muestra a la conducción económica como un corso a contramano, mucho más con la devaluación de las monedas de economías emergentes, en particular la de Brasil. El efecto combinado de este combo es una pérdida de competitividad que afecta en particular al sector industrial.

También analistas internacionales señalan el impacto que puede tener la implementación de los aranceles en términos de conducir a un menor crecimiento económico o incluso a una recesión mundial. Existe demasiada incertidumbre como para creer que la relación personal entre Trump y Milei será beneficiosa en sí misma para la economía argentina, que arrastra un estancamiento que lleva más de una década.

Pero a las incertidumbres importadas se agregan las propias de estas pampas. En primer lugar, qué pasará con el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que no se termina de cerrar. Vinculado a esto, tampoco se sabe qué pasará con el cepo, que se prolonga eternamente y cuya existencia es central para explicar las escasas inversiones de nuevas empresas que arriban al país. Y, en este entramado de incertidumbre, la pregunta central es qué pasará con el dólar.

El oficialismo tiene optimismo en la posibilidad de que Trump, al igual que lo hizo con Mauricio Macri, allane el camino hacia un nuevo acuerdo con el FMI. Con ese objetivo, Milei viajó a Washington este jueves. El gobierno busca conseguir dólares frescos para fortalecer las reservas del Banco Central, que están en terreno negativo: las reservas netas son de alrededor de 5.000 millones de dólares en rojo. Un acuerdo con el FMI puede dar un poco de aire a las arcas del Banco Central, pero no está despojado de contradicciones, como, por ejemplo, las exigencias que pueda hacer el organismo internacional en términos de liberalización cambiaria (es decir, terminar con el cepo), lo que supondría un salto en la cotización del dólar y el impacto negativo que esto tiene en términos de inflación y de actividad económica.

De hecho, la comunicación del jueves 6 de la vocera del FMI, Julie Kozack, destaca la necesidad de modificaciones en el frente cambiario: es decir, el Fondo quiere discutir una modificación en el régimen cambiario, en particular, poner fin al cepo. No solo eso. No hay que ser Funes el Memorioso para recordar las consecuencias devastadoras que traen los acuerdos con el FMI sobre las condiciones sociales de nuestro país: con Macri la pobreza pasó de afectar a 25 por ciento de la población a 35 en un año. Incluso la tesis esbozada por Martín Guzmán cuando cerró la última negociación, en 2022, sobre que era un acuerdo que permitía el crecimiento económico, se demostró totalmente falsa: el acuerdo concluyó en diciembre último registrando dos años consecutivos (2023-2024) de caída económica. La pobreza trepó a cerca de 40 por ciento al final del gobierno de Alberto Fernández.

Por último, y tal vez esto sea lo más importante, tampoco existen certezas sobre qué ocurrirá con el dólar. Hay todo un debate sobre si existe atraso cambiario o no. El gobierno lo niega rotundamente, pero son cada vez más las voces que señalan el atraso cambiario como un problema central de la economía.

Es este mar de incertidumbres el que pone nerviosos a los «mercados».

El atraso cambiario no comprende una discusión filosófica. Tiene efectos en la disponibilidad de dólares del Banco Central. No se trata solo del fenómeno del turismo argentino en el extranjero y de la comparación de lo que cuestan algunos bienes en Argentina versus otros países. El problema es estructural. El balance cambiario de la entidad monetaria, según su propia definición, «comprende las operaciones realizadas por entidades con clientes a través del Mercado de Cambios y las efectuadas de forma directa con reservas internacionales del Banco Central registradas en su evolución patrimonial». Traducido al llano: sintetiza todas las operaciones con dólares que pasan por el Banco Central. El balance cambiario se había recompuesto con la devaluación de diciembre de 2023, pero se tornó negativo desde julio de 2024.

Un rasgo sobresaliente es que el superávit comercial de bienes (la relación entre lo que el país exporta y lo que importa) se redujo drásticamente desde julio de 2024. Es uno de los factores que explican las dificultades del Banco Central para acumular reservas. El otro sobresaliente es que los pagos de intereses de deuda durante 2024 implicaron una salida de casi 13.000 millones de dólares. Otro dato a destacar, como ya se mencionó, es la escasísima inversión extranjera directa, que en 2024 registró el menor valor del siglo XXI: quizás por este motivo Milei se apresuró a difundir la cripto $libra como una señal de «inversión» en el país.

El FMI debe mirar atentamente estos datos porque su objetivo central es garantizar los beneficios del capital financiero internacional: de ahí que observe como necesaria una devaluación que permita recomponer las reservas del Banco Central para garantizar los futuros pagos de deuda. Es la forma de dar vía libre al saqueo del país con el mecanismo de la deuda fraudulenta que se recicla y se expande en forma ampliada desde la dictadura civil militar de 1976.

DESTRUCCIÓN SALARIAL

El salario real (es decir, su poder de compra en relación con la inflación) en el sector privado registrado en diciembre de 2024 se ubicó 1 por ciento arriba de su nivel de noviembre de 2023 (antes de asumir Milei), en el sector público se ubicó 15 por ciento abajo y en el sector privado no registrado, es decir, informal, 17 por ciento arriba (en este último dato existen particularidades metodológicas, en tanto se utilizan datos rezagados). La cifra puntual del mes de diciembre podría dar una imagen distorsionada de la realidad salarial. Cuando se observa el salario real promedio de 2024, en el sector privado registrado el retroceso es de 6 por ciento, en el sector público es de 20 por ciento y en el privado no registrado, de 30 por ciento.

Visto desde otro ángulo, según el Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía, a pesar de la recuperación parcial de los últimos meses de 2024, a cada trabajador y cada trabajadora del sector privado registrado le robaron más de 1 millón de pesos (944 dólares) durante el año pasado y a cada empleado o empleada pública, más de 3,3 millones de pesos. En conjunto, existió un robo directo de 19,2 billones (18.000 millones de dólares) de pesos que perdieron los asalariados y embolsó mayormente la élite económica.

Es engañoso en muchos sentidos cuando Milei afirma que los salarios aumentaron de 300 a 1.100 dólares porque para la vida cotidiana importa la capacidad de compra de bienes y servicios, que, a pesar de la desaceleración inflacionaria de los últimos meses, sufrió un golpe enorme. No obstante, el salario medido en dólares es cierto que aumentó debido al atraso cambiario.

Esto es importante para los empresarios, en particular para las grandes industrias que exportan y compiten en mercados externos, pero también para los segmentos medios y pequeños que compiten con los bienes importados. E incluso para un empresario que tiene que tomar la decisión de hacer una inversión en el país: ¿le resultan más atractivos salarios de 300 dólares de hace una año y pico o los 1.100 dólares actuales? Estos números son lo que mira la reaccionaria Unión Industrial Argentina cuando visita a Caputo para reclamar más contrarreformas laborales que quiten derechos a la clase trabajadora y un RIGI industrial para pagar menos impuestos y, ¿por qué no?, una devaluación. El agroexportador también siempre tiene en la devaluación una varita mágica que recomponga sus ingresos.

DOS SALIDAS TRÁGICAS

El debate sobre atraso cambiario sí o atraso cambiario no, en los términos que aparece en el debate público, conduce a dos alternativas: a seguir por el camino actual o caminar hacia el precipicio de una devaluación del peso argentino. Son dos caminos trágicos para las condiciones de vida de la clase trabajadora.

El camino actual con el peso fortalecido artificialmente con base en una fiesta financiera para unos pocos conduce a una crisis industrial (la industria, aunque moderó el derrumbe hacia fin de año, cayó muy fuerte durante 2024, casi 10 por ciento) y una catástrofe social ampliada. Pero la devaluación para «solucionar» el atraso cambiario implicaría un salto inflacionario y un nuevo golpe al poder de compra de los salarios y los ingresos populares, que ya están por el piso. A la élite empresaria le resultan útiles el ajuste de Milei y su intento de reconfiguración del país a imagen y semejanza de los deseos del capital financiero internacional. Por el momento no hay planes alternativos, pero sí contradicciones del esquema económico que crujen cada día un poco más y presionan por un reseteo dentro de los marcos del mileísmo realmente existente. 

(Publicado originalmente en Ideas de Izquierda. Brecha reproduce fragmentos.)

* Pablo Anino es licenciado en Economía con una maestría en Historia Económica y docente de la Universidad de Buenos Aires. Integra el Frente de Izquierda y de los Trabajadores – Unidad.

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