Piezas de puzle III - Semanario Brecha
El arca Rusia arribó al Plata

Piezas de puzle III

Piezas de Puzzle

Propongo que busquen con decisión en la feria de Tristán Narvaja o en Linardi y Risso los tres libros que escribió Esteban Stancov.

Que los rediten y que no quede nadie sin leerlos. ¡Cuánta frescura
y sinceridad!

Describe el Montevideo de 1930 en Los cuentos del botija Pane.Y en El Pardo Sena, con sentido del humor de cuentista oral, sus 15 años, cuando recorrió la Banda Oriental.

Aún no encuentro su tercer libro: El refugo de la chusma de Salsipuedes. (¿Qué habrá sobrado, según él, de Salsipuedes?) Los que tengo aquí fueron editados por Acali y Amauta, en 1981 y 1991. Los leí este verano. Tienen dedicatorias firmadas por el propio Stancov… Pane, de sobrenombre. Debió editar pocos. Lo habrán leído sus amigos. O ni siquiera.

El rubio rusito Pane llegó con su familia a Montevideo en la tercera clase del Conte Rosso. Llegaron envueltos en ropas de lana y recuerdos. La posguerra quedó lejos, lejos.

Ciudad novedosa, con sol, playas y bañistas. Pane pronto tuvo su «pantalón corto con un solo tirador» (como el que cantó tanto después el Sabalero). Con pies descalzos conoció las calles de Montevideo. Contó la vida en el conventillo, el trabajo de lavandera de su madre, la cámara de trípode con que su padre fotografiaba a enamorados en las plazas y a bañistas en Pocitos. Contó cómo ganaba un vintén por hacer mandados, su alegría al ver desfiles con banda de música, la pena cuando no le pagaron lo prometido por rotar a pulmón una calesita ¡con 6 años!, la ilusión por el circo Sarrasani, los candombes, la escuela Colombia… y de la calle.

¿Habrá heredado de su padre fotógrafo la capacidad de captar sin flash las cosas de la vida?

Esos Cuentos del botija Pane son un tratado de sociología alegre y duro, un poema.

En El Pardo Sena él y el Pardo van a pie por el camino que hizo Artigas, de sur a norte.

Sus 100 páginas retratan personajes, caseríos, soledades, amaneceres con pájaros. Una cultura de rituales primitivos, palabras antiguas.

Antes de que desaparecieran los fantasmas de las chinas de Masoller, la curandera infalible o el viejo general gaucho moribundo, Stancov los trajo a cuento. Deberían figurar en el parnaso de la literatura uruguaya.

Una tarde ese niño –que ya hablaba mejor castellano que ruso, pero extrañaba… sin saber qué extrañar del gran país de sus abuelos– acompañó a su padre a sacar fotos en el parque Rodó. A toda orquesta empezaba un concierto cerca del lago. ¿Por qué lo conmovía tanto? Entre los aplausos finales escuchó decir: «¡Qué bien han tocado las Pascuas rusas de Kórsakov!».

Vivo a media cuadra de la iglesia ortodoxa rusa de San Telmo. Sus cúpulas se levantaron en 1904 por úkase y donación del zar Alejandro III.

Mi vecina María Feijoó me propuso ir, por la Pascua. Fuimos. Muy dorado todo, mucha gente, infinitas velas encendidas. Feijoó me preguntaba despacito: «¿Te impresiona?» (sus padres no la llevaban a misa porque eran republicanos). Mi experiencia en misas le lleva ventaja: no eran tan distintas las mujeres con mantillas en el Montevideo de mi infancia a estas con sus rebozos, como pintadas por Goya. Las genuflexiones ante el altar que recuerdo eran más sencillas que el triple prosternarse de los rusos (que habla muy bien de sus lumbares).

Vi muchachas asombrosamente bellas, de ojos dorados y rasgos angelicales. Con faldas largas y tenues, chalecos, blusas modestas pero muy bordadas. Muy dibujable todo. Una larga oración zumbaba suavemente. A medianoche se inició una procesión por el parque Lezama, con farolitos encendidos, bajo una llovizna que parecía suspendida en el aire. Volví a casa. Desde el balcón los miré internarse entre los árboles. Me emocionó que tantos feligreses –no vecinos como yo– hubieran venido de barrios lejanos con niños, con canastos de pastelitos, huevos pintados de colores, velas. Sin duda la necesidad de reunirnos con lo que amamos es fuerte. Hay momentos en que lo buscamos. Y simplemente estar juntos cantando reconforta. ¡Felices Pascuas rusas!

Artículos relacionados