Cuando vemos las imágenes de niñas y mujeres palestinas hambrientas amuchadas en pasarelas de alambrado, rogando por un poco de comida bajo la atenta mirada de mercenarios armados dispuestos a disparar al menor disturbio, lo que presenciamos es un tutorial: atención a los fusiles que empuñan esos hombres, a los drones que sobrevuelan la escena, a la logística que hace posible la hambruna y su gestión como arma de guerra. ¿Cómo podemos repetirlo en casa? ¿Cuántos millones nos puede costar? ¿Será que los arquitectos de este infierno nos darán algún pique?
Israel es hoy el octavo mayor exportador de armas del mundo, un ranking en el que se cuela entre economías mucho mayores, según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, que monitorea el comercio armamentístico m...
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