Chino es una banda uruguaya que experimenta con sonidos desde su debut, en 2008, con Houdini. Aunque en sus comienzos sus integrantes eran cuatro, pronto pasaron a ser dos: Martín Recto y Juan Sacco. Recto ya venía de tocar en Danteinferno; Sacco, guitarrista histórico de La Hermana Menor, se hizo cargo del bajo y de la voz en Chino. Pero antes de eso supieron ser tres, como cuando editaron 18 de Roxlo,su tercer trabajo. Esa obra conceptual, creada junto con Fabián Barros, permitía a cualquiera –desde una plataforma alojada en una página web– mezclar y alterar la estructura de las canciones.
Como dúo también habían editado Trance folklórico (Débil Records, Feel de Agua, 2016) y, un poco más tarde, se incorporó Gonzalo Tüssi Curbelo con su voz y sus letras. Juntos sacaron, en 2023, el EP Chicos, chicos, chicos. Y en diciembre de 2023 se presentaron en vivo en este formato, pero a los pocos meses Tüssi murió.
Desde mediados de 2024, Chino volvió a ser un trío gracias a la incorporación del escritor Daniel Mella. En mayo de este año editaron el EP Volvére, con tilde en la primera e y el arte de tapa abstracto y naíf de Juan Palarino. El viernes 6 de junio, Sacco, Recto y Mella debutaron en el programa Mirá Montevideo, de TV Ciudad. Fue una experiencia rara, tal como Mella describió en su cuenta de Instagram. Porque si bien Daniel sigue a Chino desde sus comienzos, la primera vez que se probó con ellos no fue en un bar ni en un sótano, sino en un estudio de televisión, frente a cámaras.
Lejos de los algoritmos de Spotify, las cinco canciones del último EP de Chino son todo lo contrario a lo que el oyente promedio está acostumbrado a escuchar. Y es que la propia banda se define así en sus redes: «Chino crea música teniendo como referencia la estructura y la duración de la canción pop, combinando mantras rítmicos, el ruido y lo absurdo, y explorando la repetición como materia prima». Chino ha forjado su camino artístico gracias a un método de trabajo que ha logrado sostener con constancia a lo largo de los años. Son una fábrica de ruidos que incluye lo que ellos mismos llaman el kiosko: una chapa de aluminio a la que le tiran objetos metálicos para producir sonidos. Varios pedales están conectados a esa superficie. Utilizan este artefacto del demonio para tocar en vivo, pero también para grabar. Entre sus héroes están los Butthole Surfers, Sonic Youth y Einstürzende Neubauten. Ya en la música uruguaya, sienten que hay raíces que los conectan a Los Chicos Eléctricos.
Mientras transcurre la entrevista con Recto y Mella, suena la versión expandida del disco Stoned and Dethroned, de The Jesus and Mary Chain. «Cuando estoy tranqui, o como música de fondo, también puedo escuchar Sparklehorse», dice Martín. Cuando le pregunto al batero de Chino si va a ver bandas en vivo, contesta: «Yo estoy empezando a ir un poco más, porque estoy sin pareja. Anoche fui a ver Disco del Año. ¡Tremendo!».
«¿Cómo se conocieron con Juan?», pregunto a Martín. «Con él nos conocimos en una banda que estaba por armar Andy Adler, Ases del Beat. Un día llegué a mi casa y tenía un mensaje de Andy en el contestador, invitándome a unirme a su banda. Hasta hace poco lo tenía ahí, grabado. A Juan también lo había invitado a tocar.» Martín cuenta que hace tiempo, luego de un toque en el extinto local Pera de Goma, un flaco rollinga de cerquillo, con una remera del Indio Solari, se acercó a Juan Sacco y le dijo: «¡Bo, no entendí nada, ¡pero me encantó, me partió la cabeza!».
La música que hace Chino es desafiante. La filosofía de estos chicos cincuentones consiste, según Recto, en no subestimar a su público, en respetar a quien los escucha. Ante la pregunta sobre qué objetivo se plantearon con este EP, Mella responde: «Nosotros nos proponemos algunos conceptos, como una cierta impenetrabilidad. Para este disco en particular, que todo sea un poco inasible. Que no se pueda decir “quiso decir esto o lo otro”. Nos interesa que la música tenga cierta ambigüedad. Nosotros hablamos, muchas veces, de que hacemos música desde donde no hay nada. Porque si bien es una banda muy rítmica, con mucho pie, al mismo tiempo sostenemos una cierta materia sonora. O sea, cada tema es distinto al interpretarlo». Recomiendo ir al canal de YouTube de Débil Records y mirar el video de «Tom Volvére», una de las canciones que integran el EP y que tiene un bajo muy kimdealiano de Sacco, un recitado perturbador de Mella y una batería bien deforme a cargo de Recto.
«Nuestro grupo de WhatsApp se llama “Reunión de padres”», confiesan. Es que Recto, Sacco y Mella tienen hijos que van de los 4 a los 17 años. «Para nosotros juntarnos un miércoles era difícil», dice Martín. «Sí –suscribe Mella– estamos tomados por la experiencia de la paternidad. Y hablamos mucho de eso, de nuestros hijos. Eso también nos conecta.» Cuando le pregunto a Daniel cómo fue que llegó a esta banda, responde: «Yo tenía 19 y Martín 18 cuando nos conocimos. Vivía allá en Ciudad de la Costa y yo también, y nos hicimos amigos. Y no sé si aquella no fue la primera bandita que quisiste formar, Martín, allá en tu casa. Me invitó a cantar por primera vez entonces». Es que los intentos vienen de hace por lo menos 30 años, cuentan: «Estábamos cantando unos covers de Van Halen. Y yo no canté bien –confiesa Daniel–. No me gustó mucho. Me sentía mal». Cuenta Martín: después, «a través de los años, colaboramos un par de veces con alguna letra, con algún poema. Por ejemplo, el último disco de Danteinferno, Negro, tiene una pieza en la que grabamos una sesión con Daniel y la pusimos en el disco. Siempre hubo una suerte de colaboración entre nosotros. Siempre estábamos, en algún punto, queriendo hacer algo. En un momento de la historia de Chino, habíamos invitado a Daniel a cantar y él había dicho que no porque no tenía tiempo. Vos no te sentías parte de la música ni ahí, vos estabas en otra cosa», tira Martín a Daniel. «Estabas escribiendo y chau. O sea: sí te gustaba la música, pero no te veías.» Y Daniel: «Sí, me encanta la música. Siempre me tentó. Pero esta vez, después de que se murió el Tüssi, sentí que todo lo que había empezado a hacer Chino con él había llegado como a un parate. Entonces volvimos a hablar y sentí que aquel podía ser el momento». Mella recuerda con precisión el día en que se decidió: «Yo tenía una clase virtual el año pasado por Zoom, y se me habían ido casi todos los alumnos en un mes. Me quedé con tres y pensé: “Voy a dejar la clase, no me importa tanto esa platita, quiero tener este tiempo liberado”».
Después de las primeras dos juntadas, le vino pánico. Pensó en no seguir, sintió que no sabía nada: «Lo que pasa es que hacer música con otros implica mucha exposición. Es como desnudarse. Y compartir frente a otra gente cosas ahí, en vivo, teniendo a la gente al lado, es muy distinto a escribir. Por un lado, diría que es mejor. Mi tendencia natural es a cantar lindo, melodioso y armonizado. Vengo de una familia mormona: de chico cantaba el himno de la iglesia, aun cuando con mi familia éramos fanáticos de los Beach Boys. Pero acá no se trata de cantar lindo. ¡Esto es Chino! Entonces, en un punto soy un producto de la educación que me brindaron Martín y Juan con mucha paciencia. Porque me tuvieron que ir llevando. Tuve que ir entendiendo cuál era la idea. Y era una palabra acá, y era otra palabra allá. Me empezó a caer la ficha, de a poco, de qué era exactamente “lo Chino”».
Cuenta Recto que «antes Juan cantaba, había unas letras de él que nos gustaban mucho, pero igual insistía en que prefería que hubiera un vocalista». No es casualidad, supongo –les digo–, que en los últimos tiempos hayan elegido a escritores para Chino, caso de Tüssi o Mella. Recto cree que no, que es deliberado: «Es que nos reimporta la letra. Es como el tercer elemento que hace cerrar todo. Eso es lo que siempre pensamos de la voz, que viene a dar cohesión al concepto. Juan le da pila de pelota a la letra también, y Daniel es superreceptivo. Lo que estamos haciendo es llevar la escritura a un “lenguaje Chino”, uno que tiene mucho de abstracción».
DE POEMAS Y CANCIONES
En el baño de Martín Recto encuentro un retrato de John Waters. Se me ocurre preguntarle sobre el humor en Chino. Martín me responde que sí lo hay y que cree que este viene, sobre todo, por el lado del absurdo. Cuando consulto por esos ruidos de llaves que están en el EP, me explica: «Mirá, fueron accidentes que se incorporaron. Yo estaba grabando acá mismo en el living la chancha de ese tema y entró mi hija por aquella puerta. Es la misma grabación de la toma». Y ahí pienso en aquel concepto que manejaba Brian Eno: «Honrarás el error como una intención oculta».
Para el autor de El hermano mayor, esta banda se ha convertido casi en una escuela de vida: «Creo que una de mis intenciones al integrarme a Chino era soltar todo el control que tengo cuando escribo. Yo acá sabía que iba a ser así». Y sobre la experiencia de escribir para la banda: «Al principio pensaba que las letras para música eran siempre, en el fondo, poesía. Y en algunos casos es así, ¿no? Leonard Cohen, por ejemplo, hace canciones que son, claramente, poemas. Pero lo que yo escribo para Chino no; al menos, sé que no sigo el mismo proceso creativo que con mis poemas. Noto que son dos cosas muy distintas. […] Creo que en las letras para Chino yo me copé con esta cosa de “cuanto menos, mejor”. Y cuanto menos directo y explícito, mejor todavía. Es decir, terminás de escuchar un tema y decís: pará, ¿por qué me dice esto? ¿Qué le pasa a este tipo? ¿Qué mierda? ¿Me está invitando a dónde? ¿A que me tome todo, a que rompa todo? ¿Por qué? Hay como un montón de preguntas que en la poesía que escribo no quedan tan libradas al vacío, me parece que mi poesía es más llana».
Y es que Mella viene de publicar su primer libro de poesía, La lengua de sus hijos, en Editorial Secreta. Le pregunto al escritor si ve algún nexo entre su integración a Chino y esta nueva apertura hacia la poesía: «Es un momento de inflexión, sí, creo que se abrió algo distinto. Hay algo de conversión, de ser otro: porque es rarísimo esto de sentir que vos tenés una tendencia y que Chino te empuja hacia otro lado, uno en el que también podés ser vos. Y no es algo que me hubiera imaginado, esto de sacar toda esa violencia que he logrado verter en algunas de las canciones de Chino».
«¿Más violencia que en Derretimiento, más que en Pogo?», pregunto. «Siento que estoy conectando con una parte de aquello», me dice. «De cierta violencia que hubo en algún momento. Acá, en esta banda, hay un lugar que tiene que ver con la interpretación, es decir, con no ser necesariamente yo mismo. Y me siento realmente muy cómodo no siendo yo. Es que, para nosotros, Chino es medio una liberación. Hay algo ahí que nos pasa, algo que nos hace vibrar en una sintonía que es muy propia e identitaria y que al mismo tiempo nos permite decir cosas que en nuestra cotidianeidad no podemos decir. Expresar sentimientos que de repente tenemos ahí apretados y que no están tan habilitados para salir afuera.» Recto, que es psicólogo, completa la idea: «Claro, en los espacios cotidianos (no terapéuticos), este tipo de expresión o de emociones no está tan habilitada. Tampoco en los contextos en que somos padres o, no sé, en el ambiente en el que se mueve Juan, dando clases, por ejemplo». Sacco es educador audiovisual, precisa Martín.
«¿Sabés hace cuánto que no grito?», se pregunta Daniel Mella. «No me acuerdo de lo último que grité, hasta que grité acá, con Chino. Ah, sí, la última vez que grité fue una vez que quisieron entrar a casa. Mis hijas estaban durmiendo. Me despierto y veo que la puerta de entrada está abierta y a un pendejo que sale corriendo para la calle. Salgo entonces al patio y lo único que me sale hacer es gritar. Es que ni siquiera eran palabras, era algo así como el grito de un león: ¡los pies, los pelos… me transformé! Esa fue la última vez que grité, hasta ahora, y es que en Chino realmente puedo gritar. No puedo hacerlo en mi vida cotidiana. ¿Alguien tiene un espacio para gritar? No. Bueno, este lo viene siendo.»
Más tarde, cuando la entrevista haya concluido y nos tomemos un taxi rumbo a nuestras respectivas casas, Mella me confesará que tiene muchas ganas de llegar, comer algo y ponerse a tocar la guitarra. Está muy conectado con esta nueva faceta suya. Cuando le pregunto de dónde sacó la guitarra con la que toca, me dice que la heredó de su hermano, que murió hace unos años luego de que un rayo lo impactara, tal como Mella relató en El hermano mayor. «¿Y qué tocás en la guitarra?», pregunto. «Acordes de los cuales no sé ni el nombre», responde. «Presagio cosas importantes», le digo, y nos despedimos contentos.
El sábado 4 de octubre, Chino presentará Volvére en vivo, en la Sala Ducon (Durazno y Convención).