Infatigable inquietud – Semanario Brecha
Sobre su escucha analítica

Infatigable inquietud

Marcelo Viñar. Gentileza de la familia

La tristeza por la partida de Marcelo encuentra consuelo en la evocación de su fuerza vital, su risa, su humor, su picardía. La evocación, también, de aquella su inquietud tan característica, expresión de un desasosiego por las penas y las inequidades humanas que lograba transformar en escritura y en la creación de espacios con interlocutores de –literalmente– todo el mundo para trabajar sobre lo que lo acosaba.

Tuve la dicha de participar en uno de esos espacios: la Comisión Directiva de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay (APU; 2010-2012), presidida por Marcelo, quien nos convocó a Eurídice de Mello, Luis Bibbó, Gladys Franco, Susana Balparda y Damián Schroeder y a mí.

Marcelo ya había aportado su parte a nuestra institución en el impulso de cambios radicales y democratizadores con el grupo que produjo el «modelo uruguayo» de formación de psicoanalistas. Ya había sido presidente de la Federación Psicoanalítica de América Latina, en la que había dejado su impronta en la misma dirección cuestionadora de autoritarismos y desacralizadora de lo instituido, en cada sociedad componente y en la Federación misma.

Con todo ese camino recorrido, y su estilo «a sus espaldas», como le escuché alguna vez responder a sus detractores, nos convocó a repensar juntos la dirección de cada espacio institucional teniendo siempre como horizonte la interrogación de las coordenadas espacio-temporales en las que ejercemos nuestra práctica como psicoanalistas. Acicateaba nuestra responsabilidad de estar a la escucha de nuestra época, de las formas actuales del malestar en la cultura y de la angustia, y, sobre todo, afinar nuestro oído a la más ajena otredad del otro, a esas nuevas discursividades y lógicas subjetivas tan diversas. Sostenía que las zonas limítrofes de nuestras prácticas y discursos eran cruciales para conjurar la compulsión a las reiteraciones o repeticiones a que nos empujan las rutinas de nuestro oficio y la teoría constituida y «fosilizada», según su expresión.

«Un modo de pensar en psicoanálisis: la relación entre teoría y práctica analítica» fue el título elegido por Marcelo para el prólogo de Serge Leclaire. Seminarios en Montevideo, 1972. Esta publicación fue realizada para conmemorar los 40 años de la llegada de Serge Leclaire –y, con él, del pensamiento de Lacan– al Río de la Plata.

Serge Leclaire fue un agudo y apasionado psicoanalista y pensador de su tiempo. Trabajó durante una semana entera con el grupo uruguayo, mañana y tarde, «en horario fabril», al decir de Marcelo, en aquel 1972, «tiempo lúgubre del ascenso de la dictadura, sus penurias y miserias nos calaban hasta los huesos». Recordaba: «No faltó, al volver de alguna cena, un control policial de identidad, con toqueteo de los cuerpos en busca de armas. Leclaire, de origen judío, que había transitado cuando era niño la guerra y la Shoá como púber clandestino, reeditaba con nosotros el habitar un cotidiano bajo estado de amenaza».

Cuando la amenaza se transformó en peligro real, Leclaire tendió su mano solidaria y generosa a través del océano a Marcelo y su familia, a quienes esperó y acogió en el exilio en París.

En ese prólogo, Marcelo sitúa la visita de Leclaire como un «hito decisivo de transformación» en su itinerario como analista, en lo que llamó la «transformación de mi perfil de escucha analítica». Alude con ello al desarrollo de la capacidad de «albergar mayores espacios de opacidad e incertidumbre en la escucha». Esta disponibilidad marca un cambio radical en la posición del analista y en su relación con la teoría: «El reconocimiento en acto de que cuando hay más de una teoría operante, ninguna de ellas es completa y exacta, actúa como antídoto del uso dogmático de una lectura fundamentalista». La caída de aquella ilusión de precisión y transparencia que se expresaba en la interpretación de carácter oracular, del analista en el lugar del saber que le otorga la teoría ubicada como fetiche, deja paso a jugarse al entre dos, de analista y analizando, atravesados ambos por la división subjetiva y la heterogeneidad radical del inconsciente, bordeando aquello que «no cesa de no inscribirse» –propuesta central de Lacan– y que se produce en aproximaciones siempre fugaces y siempre parciales.

Este cambio en la concepción de la práctica y del lugar de la teoría es reconocido por Marcelo, 40 años más tarde, como decisivo y permanente.

Recibir su herencia es animarnos a hacer nuestra aquella su inquietud, responder a su invitación a vivir a la intemperie (de maestros, de dogmas, de certezas), para asumir el acto analítico y el trabajo de pensamiento en nombre propio, con aquel espíritu lúdico y renuente a la solemnidad como condición imprescindible para dar vida a los debates agónicos de nuestra época.

Laura Verissimo de Posadas es psicoanalista, integrante de la APU.

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