Ese viernes de fines de julio del año 1980, cuando el supervisor de la planta de FUNSA le dijo que la aguardaba un oficial de Infantería que quería hablar con ella, a Rosa se le aflojaron las piernas. No alcanzaba con tener la conciencia «limpia» para evitar esa sensación de terror, de absoluta indefensión. «¿Qué habré hecho?», se preguntó. El oficial la «invitó» a acompañarlo hasta el cuartel y no le dijo cuál cuartel ni por qué razón, lo que aumentó su angustia.
El oficial, por su parte, estaba algo molesto. Al momento de iniciar el interrogatorio en el Batallón Florida ya sabía que era una pérdida de tiempo: esa mujer más bien bajita, más bien gordita, de 45 años, divorciada, sin hijos, que ocupaba todo su tiempo en dos trabajos –como administrativa de la sección Compras, renglón Importación, y como promotora de excursiones de ONDA–, no era un peligro para la seguridad del régimen; quizás fuera zurda, como atestiguaba la anotación en la ficha del Servicio de Información de Defensa (suplente del candidato 43 a Diputados por la lista 1001 del Frente Amplio), pero eso había sido hacía casi diez años, durante la última elección nacional.
Hacía dos meses que se había recibido el parte especial de información del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA) para que Rosa fuera investigada, y eso porque una informante había denunciado actitudes sospechosas en una excursión a Porto Alegre. El S-2 del Florida había solicitado los antecedentes y también le había pedido permiso al OCOA para entrevistar a la informante, quien explicó que el 1 de mayo la excursión salió de Montevideo hacia Porto Alegre y que iban, entre otros pasajeros, empleados de FUNSA. Una vez que el ómnibus se adentró en territorio brasileño, Rosa, que no era guía, era apenas la organizadora, «hacía contrastes del paisaje brasileño con el uruguayo, en perjuicio de nuestro país, cuando no estaban las guías». Además, en Porto Alegre, Rosa «habló con gente joven que no era del pasaje». En previsión de que los «contrastes» pudieran configurar un atentado político-ideológico, los oficiales del Florida ubicaron y analizaron la lista de pasajeros de aquella excursión. Como dice el informe elevado al OCOA, en la excursión viajaba un ciudadano «el cual, dados sus antecedentes, se convertía en persona confiable». Obtenida la dirección del ciudadano confiable, «se logra una entrevista. De la misma resulta que este señor no puede precisar lo informado por la anterior agencia», es decir, lo afirmado por la informante del OCOA.
No obstante, el interrogatorio a Rosa fue exhaustivo.1 Se le preguntó si había hecho otros viajes a Paraguay, Argentina y Brasil, se le pidió que especificara sus funciones en la excursión y se detalló que era «coordinadora, acompañante y servicio de azafata»; consultada acerca de si había conversado con «gente joven» en la visita a Porto Alegre, contestó que sí, «con mi sobrina y su novio»; cuando se le solicitó que especificara cuándo se incorporaron a la excursión los guías, dijo que «uno subió en el hotel y otro en un restorán»; también se le pidió que aclarara si «ofició de locutora para el pasaje, antes de los guías», y respondió que «sí, para entretener al pasaje»; y se le pidió que dijera «si durante esas alocuciones realizó manifestaciones haciendo contrastes del paisaje brasileño con el uruguayo en detrimento de nuestro país» y contestó que «no, señor», negativa avalada por el «ciudadano confiable», por suerte para ella; finalmente, se le consultó si se reunió posteriormente con alguien de la excursión en Montevideo y respondió que sí, «el viernes 13 de junio, en el Centro Automovilista del Uruguay, con el fin de ver fotos y promocionar otro viaje», entre los que recordaba a varios de sus compañeros de trabajo. Miserias humanas: la informante era, muy probablemente, empleada de FUNSA.
- Archivo Berrutti, rollo 815, imágenes 1533 y siguientes. ↩︎