En la soledad de su resentimiento, el coronel no sabía si indignarse por el castigo que le habían impuesto o alarmarse por la capacidad del Ejército para poner en marcha banalidades en medio de una guerra inusual, anormal, absolutamente extraordinaria e impredecible. Todavía necesitaba acomodarse a la nueva realidad. Hacía unos meses una mayoría parlamentaria había accedido a los reclamos de los mandos superiores y declarado la guerra interna. La doctrina militar, hasta ese momento, manejaba como hipótesis de conflicto una invasión de ejércitos vecinos, en un escenario de confrontación tradicional. Bajo esos parámetros se había desarrollado la carrera del coronel, de una manera que podría decirse apacible. La guerra interna era una nueva fórmula de conflicto, asociada a las necesidades de la Guerra Fría bajo los requerimientos de la doctrina de la seguridad nacional, que descargaba el combate en el seno mismo de la sociedad. El coronel quizás se sentía viejo para amoldarse a las nuevas exigencias.
Mientras la represión estallaba en todo el país y en los cuarteles se hacinaban los prisioneros, la vida seguía su curso. El coronel se aferraba a los pequeños hábitos, a los ritos de la sociabilidad, para ignorar o gambetear el costado sórdido de la realidad. Instintivamente percibía que ciertas rutinas cuarteleras, esas que alimentaban la ironía popular sobre los milicos, desaparecerían definitivamente, y él no estaba seguro de que lo nuevo fuera mejor. La disciplina militar se asentaba en el miedo, pero lo que ahora comenzaba a esparcirse era terror, para afuera y para adentro. El coronel se convenció a sí mismo de que debía multiplicar todas las formas de «normalidad». La invitación para participar en el casamiento de su antiguo compinche de promoción, con el que había compartido buena parte de su formación en la misma arma, ahora coronel como él, podía ser el subterfugio para evadir esa incomodidad creciente.
Como a muchos de los presentes, la ceremonia y el festejo lo tomaron desprevenido; ciertamente era algo inusual. Pero nunca imaginó las consecuencias para su carrera de aquella instancia social de mediados de junio de 1972. Recién en 1974 empezó a encajar las piezas, cuando su compañero de promoción fue sometido a un tribunal de honor por su participación en el «plan contragolpe», en el que militares seregnistas y militantes comunistas y tupamaros pensaron en resistir la invasión del Tercer Cuerpo de Ejército de Brasil, que preveía controlar todo el territorio uruguayo en menos de 30 horas, si en noviembre de 1971 triunfaba el Frente Amplio en las elecciones. Por cierto, nunca supo que su condición de invitado a la boda mereció la apertura de una ficha en el fichero del Servicio de Información de Defensa, que después se incorporaría a los expedientes de militares «sospechosos». La ficha del coronel, microfilmada en 1985,1 contiene la siguiente anotación: «Algunos de los acontecimientos que al parecer habrían molestado a parte de los concurrentes serían: indumentaria de la novia (hot pants), presentación del oficial superior contrayente con una exagerada cabellera, pese a estar uniformado, presencia de numerosos individuos «raros» con melenas y atuendo poco adecuados a la ocasión. Además, la presencia de las tres esposas anteriores del contrayente. Las palabras dirigidas a los contrayentes en la ceremonia religiosa por el padre Monzón2 fueron de claro contenido político-ideológico».

La inteligencia militar recolectó la identidad de todos los asistentes y abrió fichas, tanto de civiles como de militares. Y por si acaso ponían en duda la información recolectada por el oficial, en la ficha del «contrayente» se incorporó, en el lugar donde va la foto de prontuario, una instantánea de los novios: él con melena, ella con hot pants.
- Archivo Berrutti, rollo 422, imágenes 091 y 092, fichero BXX del Departamento I, DGID, Ejército. ↩︎
- El sacerdote Uberfil Monzón fue secuestrado en Asunción, Paraguay, acusado de intentar establecer una célula tupamara. Fue intensamente torturado, pero al final fue liberado. Regresado a Uruguay, fue sistemáticamente vigilado por la inteligencia militar. En 2005 fue designado como director del Instituto Nacional de Alimentación por el presidente Tabaré Vázquez. ↩︎



