Chau, Julio - Semanario Brecha
Julio Frade (1943-2025)

Chau, Julio

Se fue Julio Frade, comediante, pianista, compositor, arreglador –pero también empresario y gestor cultural–, hombre ineludible de la vieja troupe dorada que revolucionó la televisión rioplatense.

En su casa. S. D. de autor

Ustedes son muy jóvenes, pero hubo una época en la que no existían celulares, ni computadoras, y ni siquiera televisión a color. De los primeros tiempos de esa televisión en blanco y negro, en Uruguay surge la enorme, fructífera y riquísima trayectoria artística y mediática del músico, comediante y empresario Julio Frade, quien falleció el pasado viernes 19. Tras casi dos años de estar enfermo, en los últimos meses su deterioro físico se aceleró, hasta que un infarto puso fin a su vida.

Julio ya estaba más que preparado cuando en 1962 ingresó al recién creado Canal 12, como pianista y arreglador.
Había comenzado a trabajar como músico profesional a los 14 años en cabarets y centros nocturnos de la temporada esteña. Pocos días antes de su debut televisivo, regresaba de un año de estudios en Estados Unidos gracias a una beca. Completó el bachillerato en Nueva York y estudió arreglos y orquestación con Jim Odrich, uno de los grandes maestros modernos de la música estadounidense. Ese viaje iniciático le regaló, además, encuentros que lo convirtieron en una suerte de Forrest Gump criollo para quien quisiera escuchar sus graciosas anécdotas: Picasso, John F. Kennedy, Glenn Gould, Benny Goodman, Ravi Shankar… nombres mayúsculos que conoció a sus apenas 18 años y que nutrirían sus relatos de por vida. Pero lo más trascendente de aquella travesía fue descubrir la televisión a color.

Con ese bagaje se sumó al recién estrenado programa humorístico Telecataplum, un grupo irrepetible de comediantes que revolucionó la escena local y que, un año después, en un hecho sin precedentes, vendió su formato a la televisión argentina. Allí estaban Raimundo Soto, Andrés Redondo, Enrique Almada, Ricardo Espalter, Henny Trayles y Eduardo D’Angelo, con quienes, junto con su inseparable compañero Berugo Carámbula, formaron un conjunto que, con desparpajo, talento y musicalidad, conquistó a los televidentes del Río de la Plata y más allá de los Andes.

Su técnica instrumental, y sobre todo su arrojo juvenil, lo llevaron a destacarse no solo como músico y humorista, sino también como un visionario del negocio del entretenimiento. Supo mejor que nadie combinar arte y gestión, siempre con el foco puesto en el público. Hasta su reciente retiro, ocurrido hace apenas unos meses, conservó intactas su gracia, su memoria prodigiosa y su capacidad creativa.

Adicto al trabajo, Frade fue un verdadero self-made man que supo aprovechar cada oportunidad que cruzó su camino. Junto con sus compañeros, brilló en las diferentes mutaciones del grupo, alcanzando los más altos niveles de audiencia con Hiperhumor. Ya en tiempos de recuperación democrática, fue figura de Decalegrón. Se adaptó a las transformaciones de los medios y logró mantenerse vigente durante más de 60 años.

Cuando el humor fue desapareciendo de la televisión, Julio continuó en la radio, un formato que sostuvo casi hasta el final. Y, en paralelo, lo acompañó siempre su motor afectivo más profundo: la música. Pocos días antes de partir, volvió a hacer sonar su piano como solo él sabía hacerlo.

Dirigió grandes orquestas propias y otras formadas especialmente para festivales, en toda Latinoamérica.
Su obra cosechó premios, aplausos y ovaciones. Varias grabaciones quedan como testimonio de un arte imperecedero. Y cómo olvidar sus legendarios duelos a dos pianos con su amigo y padrino musical, Panchito Nolé.

Hombre de fuertes convicciones políticas, podía cambiar de rumbo si lo consideraba necesario. Confeso seguidor de Wilson Ferreira Aldunate, no dudó en apoyar a Tabaré Vázquez en su segunda presidencia, para luego regresar al Partido Nacional durante el gobierno de Lacalle Pou.

Su leyenda ahora se alimentará del recuerdo de anécdotas inolvidables. Algunas increíbles, otras asombrosas, todas frescas, como si hubieran ocurrido ayer. Tras la publicación de su biografía –en la que varias historias quedaron afuera por falta de espacio–, seguía recordando nuevos episodios que bien habrían merecido ser incluidos.

Permítanme compartir una que viví en persona. En cierto momento, Julio dejó de interesarse por los cambios tecnológicos. Usaba un celular Nokia 3310 únicamente para hablar y solo respondía llamadas luego de que le dejaran un mensaje. Musicalmente, después del bebop casi nada le resultaba atractivo; el rock, menos aún. Sin embargo, nada escapaba a su dominio técnico. Una noche, apareció en su casa el pianista argentino Mauro Kaseiri, fan confeso de Julio, quien le llevó de regalo su monumental libro con la transcripción completa de la obra de Charly García para piano. Julio agradeció el gesto, no sin aclarar su escaso interés por el «genio bicolor». Pero, a mi pedido, aceptó el desafío de tocar algo. Abrimos el libro al azar y apareció «Desarma y sangra». Sin haberla escuchado jamás, la interpretó a primera vista con una elegancia tal que parecía conocerla de toda la vida. Mauro y yo quedamos mudos.

Chau, Julio.

Gracias por dejarme compartir estos últimos años llenos de historias, música y risas.

Gracias por habernos hecho más liviana la vida.

Descansá en paz.

Ángel Atienza es director de Perro Andaluz y autor de la biografía Julio Frade. Gracias, señor (Planeta).

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