De niño no le interesaban el deporte ni las hazañas en pleno auge de la selección de fútbol de 1930. Su principal interés era la lectura. Y las pescas con su padre hasta la madrugada. El río y las matreriadas con sus amigos. Miraba la naturaleza y sus gestos, al hombre y su paisaje, con ojos de poeta. Los grillos y las ranas, los ladridos de los perros o el agua corriendo cauce abajo fueron la banda de sonido de su despertar creativo. Después llegó la guitarra y el libro Tacuruses, de Serafín J. García. Para poder leer de noche se fabricó una linterna con un frasco lleno de luciérnagas. Para mojarrear en el río faltaba a la escuela. Y es de aquellas vivencias orilleras que nació una de sus obras más valiosas y reconocidas: Gurí pescador.
Fue el segundo de cuatro hermanos. Hijo del matrimon...
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