Sulkowicz fue violada hace un año y medio, pero como suele suceder en muchos casos, no reportó la violación de inmediato ya que, según dijo, no podía lidiar con el trauma emocional. Fue después de hablar con otras dos chicas que también habían sido abusadas por el mismo muchacho, que decidió dar cuenta a las autoridades de la institución. Y como también suele ocurrir, la muchacha fue sometida a un proceso inadecuado y a una revictimización, al ser increpada por una audiencia disciplinaria en la que tuvo que dar una explicación detallada ante miembros de un jurado que le preguntaban reiteradamente cómo pudo tener lugar un coito anal si realmente no hubo consentimiento. Los casos de las tres chicas fueron desestimados. En abril, ella y otros 22 estudiantes presentaron dos denuncias federales contra la universidad. Cuando en mayo decidió hacer su denuncia ante las autoridades policiales, no fue mejor recibida. Un oficial le dijo, sencillamente: “Tú lo invitaste a tu dormitorio. Esa no es la definición legal de violación”. En definitiva, se decidió no investigar al respecto y el estudiante en cuestión continuó concurriendo a la universidad como si nada.
Como bien comentaba un lector respecto de la noticia publicada en la web por Huffingpost Post, “La Fiscalía de Distrito decidió no iniciar una investigación por ‘falta de pruebas’. Pero pruebas es lo que se encuentra precisamente durante el transcurso de una investigación. Si la Fiscalía de Distrito hubiera investigado podría haber encontrado pruebas. Que no haya investigación no puede ser prueba de que haya ausencia de pruebas”. Y hasta podría agregarse que, más bien, es la prueba de que no quisieron encontrarse pruebas…
Así es que Sulkowicz presentó su proyecto artístico y lo tituló “Cargar el peso”, en referencia a lo que significa haber sido ultrajada en su propia cama y además de ser víctima tener que asumir el discurso oficial de ser ella la responsable de la violación. Desde entonces la estudiante ha recibido muestras de solidaridad de sus pares, quienes a menudo le ofrecen ayuda para cargar el colchón a través del campus. Cuando su iniciativa llegó a los medios, logró un sinfín de adhesiones, y este pasado viernes tuvo lugar una nutrida manifestación junto a la estatua Alma Máter, en la explanada de la Ivy League (asociación que nuclea a las ocho universidades privadas más prestigiosas y selectas del noreste de Estados Unidos), donde una multitud adhirió llevando cada cual un colchón en protesta por la forma en que la universidad oculta los casos de violencia sexual.
Las respuestas que hasta ahora obtuvo Sulkowicz de las autoridades nos recuerdan por qué muchísimas víctimas de violación alrededor del globo deciden nunca denunciar lo que les sucedió. Como bien dijo la chica, “ante los ojos de un policía, los violadores son inocentes hasta que se demuestra su culpabilidad, pero los sobrevivientes son culpables hasta que se demuestra su inocencia”. La manifestación del viernes puede verse como un levantamiento lógico y legítimo ante un vacío institucional generalizado y un discurso social instalado, profundamente penoso. Aquel que sostiene que, luego de un primer consentimiento sexual por parte de una mujer, el hombre (justo quien suele tener mayor fuerza física) pasaría a tener carta blanca para, en la intimidad, decirle o hacerle lo que se le cante.