Con tantos frentes abiertos para el gobierno y tantos candidatos K sin bendición oficial, Máximo Kirchner se plantó en la cancha de Argentinos Juniors para demostrar que su agrupación, La Cámpora, será la columna vertebral cuando al kirchnerismo le toque ser oposición, quizá el año próximo. Dio muestras de carácter político y de temeridad cuando se enfrentó en la interna del poder a Marcelo Tinelli y al propio jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, en febrero, a propósito de la gestión televisiva de Fútbol para Todos. Es cierto, es un hijo del poder y eso no es un dato menor para entender cómo se mueve en el escenario con el apoyo directo nada menos que de su madre presidenta. Pero a diferencia de otros hijos del poder, Máximo lleva adelante un mandato familiar. En ese camino tomó sobre sus hombros la tarea de organizar una fuerza propia, para que Néstor Kirchner tuviera oxígeno luego de llegar huérfano de tropa al poder. Con el aparato partidario loteado entre caciques peronistas dedicados a conservar su cuota de territorio a como diera lugar y con el proyecto de un movimiento político transversal atravesado por los egoísmos personales, Néstor no tuvo más remedio que pensar en una nueva agrupación. Máximo decidió en 2006 unir voluntades de otros jóvenes que veían con simpatía la obra del gobierno K, con los juicios a los militares de la dictadura, recortes en los pagos de la deuda externa y medidas sociales que aplacaron el malhumor social de la década menemista. Así nació La Cámpora.
Desde la lejana Santa Cruz, Máximo aparecía como un misterioso patriarca juvenil, líder natural de una fuerza que pretendía apoyar al gobierno de sus padres. No hablaba en público pero sus voceros, otros dirigentes de su agrupación, lo invocaban como el armador de una organización que crecía en todo el país. El periodista Miguel Bonasso asegura que fue convocado al gobierno en 2003, porque Máximo leyó su libro El presidente que no fue, sobre los 49 días de la presidencia de Héctor Cámpora en 1973, y el joven quedó tan prendado de ese texto como para nombrar así a su emprendimiento político. Otras versiones aseguran que la emoción de ver a los familiares de Cámpora entregarle a su padre los atributos del poder que usara el ex presidente durante su breve mandato, lo decidió a imponer ese nombre. Desde la prensa, el silencio sobre las actividades de La Cámpora despertó curiosidad y llevó a considerarla una fuerza de choque, tanto como a revelar la forma en que sus militantes trepaban la escalera del poder y se enquistaban en los principales ministerios, el sistema de medios públicos y hasta empresas estatales recuperadas, como Ypf y otras ligadas a los servicios sociales. Las conjeturas llevaban a considerar a todo funcionario joven del gobierno nacional como militante de La Cámpora, una especie de cáncer arrollador que envolvía a la mesa chica de la presidenta y la hacía errar el rumbo de gestión.
Máximo Kirchner apareció siempre como un monje entre las sombras y era señalado como el líder indiscutido de la fuerza que él mismo creó. En 2011, ya sin Néstor Kirchner, La Cámpora llegó al Congreso con una docena de diputados que ocuparon los primeros lugares en las listas. La ruptura con el peronismo tradicional se profundizó. Se alejaron Hugo Moyano, pata sindical K, y un importante grupo de intendentes se plegó al armado del ex kirchnerista Sergio Massa con su Frente Renovador, una vuelta a las mejores tradiciones del peronismo corporativo y conservador. El poder de Máximo creció junto con su agrupación, que se convirtió definitivamente en la fuerza que rodeó y protegió la obra de Cristina.
La Cámpora tiene casi 40 mil militantes en todo el país, un centenar de funcionarios entre las primeras y segundas líneas del gobierno nacional y los provinciales, y un líder natural, pero ningún candidato para competir en las presidenciales de 2015. Algunos de sus dirigentes abrigaron hasta último momento la secreta esperanza de un último intento por forzar una re reelección de Cristina. En la primera fila del acto del sábado pasado estaban algunos de los presidenciables K esperando la bendición desde el palco. Pero Máximo sólo anunció la supervivencia de su fuerza política más allá de las próximas elecciones. “Quedan muchas peleas por dar todavía y demostramos que somos una fuerza consolidada dentro de un kirchnerismo que seguirá trabajando por el país después de 2015”, enfatizó. Con su presentación formal en sociedad Máximo demostró que el legado familiar le sienta bien. Habrá que ver si además se anima a calzarse la pesada mochila de candidato en las próximas internas abiertas de cara a las presidenciales del año próximo.