Con más de treinta años en política, pero poco más de mes y medio al frente del Parti de Gauche (Partido de Izquierda) y del Frente de Izquierda, en el que también están los comunistas y partidos menores, Coquerel toma el relevo de Mélenchon en un momento difícil para la coalición. Ahora, con la premisa de no volver a pactar con quienes se venden como socialistas pero aplican las mismas políticas que los conservadores, el Partido de Izquierda llama a constituir la Sexta República francesa, a la confluencia con otras formaciones y también con movimientos y plataformas sociales de la Unión Europea.
—Tras la alianza entre socialistas y comunistas en las municipales, en las elecciones europeas el Front de Gauche logró el 6,5 por ciento de los votos, mientras el ultraderechista Frente Nacional de Marine Le Pen se hacía con el 25. Los socialistas acaban de perder su mayoría en el Senado, una cámara en la que el Parti de Gauche no tiene representación pero sí la tienen los comunistas. ¿Cómo afrontan el futuro después de encontrar estas piedras en el camino?
—Las europeas fueron un fracaso para el Front de Gauche. Nuestro objetivo era superar al Partido Socialista, y no lo conseguimos. La conclusión es que la estrategia del Front de Gauche ha llegado a sus límites. Nuestra estrategia era integrar a todas las fuerzas a la izquierda del Partido Socialista, pasar por delante de los socialistas y convertir nuestro programa no en una alternativa más sino en la alternativa concreta. Este plan funcionaba cuando la gente asociaba mentalmente al Partido Socialista con algo de izquierda real, pero después de dos años y medio de presidencia de François Hollande y sus políticas de derecha esto ya no funciona. La gente no entiende el sentido de ir a votar al Front de Gauche si cree que podría impulsar a los socialistas, o constituir una coalición con ellos.
—¿Tienen previsto disolver el Front de Gauche de cara a los comicios presidenciales de 2017?
—La condición para seguir formando esta fuerza es que no podemos volver a vincularnos con los socialistas, como lo hizo el Partido Comunista en las municipales. Algo así nos vuelve invisibles, incomprensibles. Nuestra apuesta para las próximas elecciones municipales y regionales es que seamos completamente autónomos como coalición, aunque hoy día no estemos seguros de que los comunistas apoyen esta propuesta, y es el primer reto. El segundo reto es que hay muchas posibilidades de que Marine Le Pen gane las presidenciales de 2017 y es muy probable que el Partido Socialista sea eliminado en la primera vuelta. En este marco, nuestro objetivo debe ser construir un movimiento que esté presente en la segunda vuelta de las presidenciales. Este movimiento no puede ser sólo del Front de Gauche. Por eso Jean-Luc Mélenchon ha lanzado el llamamiento a la constitución de la Sexta República, que él está liderando: es un movimiento constituyente que quiere poner al pueblo en marcha, reclamar el retorno de la soberanía popular, amenazada y en dificultades frente al liberalismo de la UE y ante la Quinta República, que se ha vuelto una verdadera monarquía presidencial. El Front de Gauche tiene su sitio en este escenario si acepta ser desbordado por un movimiento ciudadano mucho más amplio, que supere a las estructuras partidarias.
Observamos lo que está haciendo Podemos en España con los movimientos y plataformas sociales, y nuestro reto es pensar cómo hacer que vuelva esa parte de la sociedad que ya no tiene confianza en la política, en el sistema político. En España tuvieron el movimiento de los indignados, que nosotros no hemos tenido, pero en Francia también ocurre que el pueblo se siente cada vez más ignorado, y el Frente Nacional responde de forma etnicista, fomentando el odio al otro, al inmigrante. Nosotros tenemos que dar la respuesta de la solidaridad, la igualdad y los valores republicanos, pero dejándole claro al pueblo que es él quien debe decidir sobre su futuro; que él debe constituir su propio movimiento.
—Menciona a Podemos, compañero de grupo de su coalición en el Parlamento Europeo. ¿Qué debería aprender el Front de Gauche de esta formación, y a la inversa?
—Lo que nos interesa de Podemos es su lema central: “El sistema no tiene miedo a la izquierda, pero sí tiene miedo al pueblo”. Nos parece interesante, porque si en Francia preguntas qué es la izquierda en la calle, te responden que es Hollande, el gobierno de Manuel Valls. Nosotros somos personas de izquierdas, con valores anticapitalistas, pero tal vez la mejor idea hoy es no presentarse en base a una escala de criterios que para la gente ya no quiere decir nada. Somos hombres de izquierda, pero la idea es presentarse de otra manera. Hay frases que ya no decimos, como “hay que unir a la izquierda”, porque ya no tiene sentido. También nos parece interesante la manera en que Podemos ha constituido este nuevo movimiento con la ayuda de las redes sociales.
¿Qué pueden aprender de nosotros? Que ya hemos tenido un 11 por ciento de los votos en las presidenciales, y hemos sido capaces de materializar en las calles nuestro movimiento. Para reivindicar la Sexta República hemos organizado marchas a las que han acudido hasta 180 mil personas: hemos materializado nuestro movimiento en la calle. Esto refuerza a la gente que participa, le da confianza en el proyecto. Estas marchas y manifestaciones nos vinculan a plataformas y movimientos sociales, y creo que en esto todavía vamos por delante de Podemos, llevan poco tiempo.
—¿Conversa regularmente con Pablo Iglesias, el griego Alexis Tsipras, del Syriza, u otros líderes de izquierda?
—Hay contacto directo a través del grupo común en el Parlamento Europeo, donde Mélenchon es eurodiputado. Lo que creo importante es que cada uno tiene su historia y está en un contexto diferente. Por ejemplo, Syriza no tiene problemas para presentarse como una formación de izquierda, porque el Pasok está en el 5 y ellos en el 25 por ciento de los votos, en una posición ventajosa. Para los demás es diferente, pero en cualquier caso sería ilusorio pensar que podríamos prescindir de fuerzas sociales y políticas estructuradas.
—Volviendo a las contradicciones de los socialistas: en junio de 2013 el socialista alemán Martin Schulz apoyó la paralización de las negociaciones del tratado de libre comercio entre Bruselas y Washington (Ttip), que siempre había defendido, porque se hicieron públicos algunos casos del espionaje de Estados Unidos. Un año después no sólo han continuado las negociaciones sino que tampoco se ha esclarecido el espionaje. ¿Qué riesgos entraña el Ttip para la ciudadanía?
—Nuestra posición es que los partidos socialistas son pilares del sistema, partidos del sistema; ya no son partidos socialdemócratas. Se han vuelto del lado del capital. No nos sorprende que el Partido Socialista Europeo gestione con la derecha acuerdos internacionales como el Ttip, o que decida acompañar en la guerra a Estados Unidos y siga a la Otan constantemente. Hollande aplica políticas de derecha en lo económico, pero también en lo internacional. Seguramente nuestro presidente sea el más atlantista que hemos tenido.
—¿Pero cuáles son los riesgos que entraña el tratado y que la ciudadanía debería conocer?
—Es como una Otan económica: es entregar todo el poder a las multinacionales, que podrán seguir recortando los derechos sociales y los criterios ecológicos con el único objetivo de la rentabilidad. Es acabar con la idea de que la UE pueda ser una alternativa a la dominación estadounidense, y nos subordina otra vez a los intereses geopolíticos de Estados Unidos con relación a bloques como China o los países emergentes. El mejor ejemplo es lo que ocurre en Ucrania, donde nuestro gobierno está respaldando los intereses estadounidenses. El Ttip funciona a una escala gigantesca. Si se aprueba, Estados Unidos formaría el gran mercado libre, sin límites, sin barreras, en detrimento de los pueblos. ¿Podríamos frenar la emisión de gases de efecto invernadero con un mercado de ese tamaño, en el que el único objetivo sean los beneficios? ¿Podremos impedir el fracking, que ya se utiliza en Estados Unidos y Canadá? No.
La UE se ha construido sobre la fusión de oligarquías políticas y financieras, y basta mirar los casos de numerosos comisarios y responsables. Cuando aplicaron los recortes en Grecia, el responsable de supervisar estos planes de ajuste era un antiguo jerarca de Goldman Sachs. Algo casi consustancial a aquello en lo que se ha convertido la Unión.
—Una de las críticas a la izquierda en España es que no tiene propuestas económicas alternativas. ¿Cuál sería esa propuesta?
—Ahora mismo la izquierda tiene cuatro objetivos: primero, tenemos que demostrar de quién es la verdadera responsabilidad de la crisis, demostrar que desde hace 30 años la riqueza la acapara el capital, y hay que ir a buscar el dinero donde está el capital. En segundo lugar, hay que desobedecer a la UE, oponerse a las desregulaciones, las políticas de austeridad. El tercero es la cuestión del ambiente: no se lo puede dejar al mercado, necesitamos relanzar la actividad a través de la planificación ecológica. El cuarto elemento es la salida de la Otan, tener de nuevo una política independiente. Vamos camino de nuevas guerras, y no hay que olvidar que la última vez que este sistema estuvo en recesión económica fue en los años treinta.
(Tomado de Publico.es, por convenio.)