—¿Qué edad tenías cuando te cortaron la trenza?
—Siete años, mi madre quería verme con un corte de pelo estilo varón, y el peluquero fue su agente. Lloré, claro, pero nunca le reproché nada a mi madre. Incluso, en un momento, llegué a entenderla.
—¿Ni siquiera pataleaste?
—No, quedó sepultado en lo profundo hasta que mis búsquedas personales lo exhumaron, impulsadas por la aparición, en mi memoria, de la canción y juego tradicional español “Teresa la marquesa”, a quien su madre también amputa la trenza por ser muy traviesa. Comencé a preguntarme qué es ser travieso y terminé en la mirada y el ser, versus las apariencias. Si cortar una trenza es no ver a un niño como sujeto de libertades, ¿guiarse por las apariencias es hacer algo parecido con un adulto? Si reclamo que el otro me vea, ¿cómo lo veo a él? Estas interrogantes fueron conduciéndome a los pares duales con los que armé, para la instalación, paneles que acompañaban a la trenza colocada en un pedestal, como trofeo triste. Y sobre ella un espejo inclinado, para que el observador no pudiera “escapar”.
—¿Pares duales?
—Esto sí/esto no, dócil/traviesa, educada/ordinaria, correcta/irrespetuosa.
—Fuerte impronta de género.
—Da esa sensación, pero nunca pretendí limitarla a un género. De hecho, en las charlas que compartíamos con estudiantes de bachillerato artístico que visitaban la muestra, un adolescente comentó que, en castigo por tener notas bajas, su padre lo llevó a rapar en una peluquería. Y estamos en el siglo XXI.
—Dijiste que llegaste a entender a tu madre, ¿en qué sentido?
—No sé si la entendí, más bien dejé de juzgarla. La corrí del lugar de hija de puta, con perdón de la expresión.
—¿Por qué dejaste de juzgarla?
—Porque tal vez, volviendo a las dualidades, hay aspectos del ser travieso que ponen en peligro real a un niño. Aunque me repitas que puedo caerme en un pozo, porfío e insisto hasta que me caigo. Razonando, con mente y sensibilidad, sobre estas tensiones, es que a determinada altura liberé a mi madre de la culpabilidad perpetua.
—El pelo tiene un lugar central en tu propuesta, como síntoma y sinónimo de personalidad.
—Desde la Biblia hasta la antropología han expuesto su relación, por exceso o por defecto, con determinados arquetipos de fuerza, poder, prestigio social. Es lo que Dalila corta a Sansón para poder doblegarlo, es un ícono hippie, es lo que algunas tribus indígenas usan muy largo y otras eliminan, es lo primero que te cortan cuando vas a la cárcel. Y lo que te obligan a cortar por encima del cuello de la camisa en las dictaduras. Entre los esenios, la comunidad originaria de Jesús, el cabello largo era señal de sabiduría.
—Las búsquedas personales que mencionaste, ¿por dónde circulan?
—Por una herramienta de autoconocimiento espiritual, el pathwork, que utilizo tanto en la creación como en el trabajo con los jóvenes que asisten al taller de expresión plástica que coordino en casa. La traducción de pathwork sería trabajo del camino interior; nació de la médium austríaca Eva Pierrakos, que fundó una comunidad y dictó 258 conferencias. John Lennon y Yoko Ono lo practicaron.
—¿Podés describirlo en tres palabras?
—Hay una alineación previa para despejar la contaminación que traés de la calle o de la última discusión con el jefe, en la que procurás, sentado cómodamente y respirando hondo, conectarte con tu interior. Luego leemos alguna de las conferencias y trabajamos el cambio de perspectiva sobre los acontecimientos de nuestra vida, trasladando la mirada del afuera hacia adentro. Lo importante no son los hechos en sí, sino cómo los interpretás e introyectás.
—Tu única educación artística formal fueron clases de dibujo, ¿te pesa el autodidactismo?
—¿Sabés que no? Siento que mi mejor aula ha sido, siempre, la experimentación con distintos materiales y la avidez por investigar. Más la apertura al intercambio con colegas y el máximo respeto a la inspiración propia, dispuesta a errar las veces que sea necesario.
1. Con curaduría de Sergio Marcelo de los Santos fue alojada por el Museo de las Migraciones (Mumi) del 13 de agosto al 26 de setiembre, y está abierta a nuevas locaciones. El correo de la artista es marinalemarique@gmail.com y su página web www.marinalemarique.com