En su discurso, el papa Bergoglio volvió sobre uno de los temas recurrentes en sus homilías, el de la solidaridad, pero en el contexto en que lo hizo sonó particularmente fuerte. “Solidaridad es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. (Significa también) pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos.” Enseguida agregó: “Es extraño, pero si hablo de esto, para algunos resulta que el papa es comunista”, agregó Francisco. Y abundó: “Hoy, al fenómeno de la explotación y de la opresión se le suma una nueva dimensión, un matiz gráfico y duro de la injusticia social; los que no se pueden integrar, los excluidos son desechos, ‘sobrantes’. Esta es la cultura del descarte. Esto sucede cuando en el centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana”. Finalmente les lanzó a sus interlocutores: “Aquí hay cartoneros, recicladores, vendedores ambulantes, costureros, artesanos, pescadores, campesinos, constructores, mineros, obreros de empresas recuperadas, todo tipo de cooperativistas y trabajadores de oficios populares que están excluidos de los derechos laborales, que se les niega la posibilidad de sindicalizarse, que no tienen un ingreso adecuado y estable. Hoy quiero unir mi voz a la suya y acompañarlos en su lucha”. Para concluir: “los cristianos tenemos algo muy lindo, una guía de acción, un programa, podríamos decir, revolucionario. Les recomiendo vivamente que lo lean, que lean las bienaventuranzas”.
En el encuentro estaba presente Evo Morales, pero no en tanto presidente de Bolivia sino de ex dirigente de los trabajadores cocaleros. “El gran pecado de la humanidad es el capitalismo”, dijo el aimara desde la tribuna del encuentro. “Para el capitalismo no hay ningún objeto sagrado. Todo se vende y se compra como una mercancía, incluso la vida. Se trata de ver cómo acabar con el capitalismo (…), cómo refundar la democracia y la política y recuperar la soberanía sobre los recursos naturales.” Varios oradores se expresaron en el mismo sentido. El papa los escuchó y matizó: “Algunos de ustedes expresaron que este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos. Hay que hacerlo con coraje e inteligencia, pero sin fanatismo; con pasión, pero sin violencia”, dijo, y recomendó lecturas “revolucionarias” de los evangelios de San Mateo y San Lucas. “Hoy día, de verdad, me siento que tengo papa comprometido con su pueblo, con un pensamiento revolucionario, con sentimiento social y sobre todo con propuestas de cambiar y acabar con la violencia y la guerra”, afirmó a su vez Morales.
Entre los presentes en el Vaticano figuró la palestina Suha Jarrar. “En mi país la mayoría de la gente es musulmana pero yo vine porque estos no son problemas religiosos, y además la Iglesia Católica tiene un papel importante en Palestina, incluso político. Aquí estamos hablando del hambre, de la violencia, de la exclusión, de la opresión”, declaró, y manifestó que con los palestinos la solidaridad internacional, salvo excepciones provenientes por lo general de fuera de los gobiernos, no se concreta demasiado. “Además de las muertes constantes de gente por ataques como los de la Franja de Gaza, nos destruyen los cultivos, nos dejan sin fuentes de alimentos”, y en Cisjordania la ocupación israelí está marcada por humillaciones cotidianas y por el despojo continuo de los territorios. Cartoneros argentinos, indígenas salvadoreños y bolivianos, recicladores colombianos, saludaron a su vez varios pasajes del discurso del papa. “Es un respaldo concreto para nuestra lucha”, dijeron.